Eliminar autónomos, un autoengaño/Bryan LeBarón
Perdono, pero no olvido
Tiene razón nuestro amigo Fernando Calderón cuando afirma que el perdonar es un arte. Pero sin ceder, es inteligente. Como acostumbra, desde su natal Oaxaca, nos invita a reflexionar. Presentamos nuestros puntos de vista. Ojalá y coincidan contigo.
Tal parece que como se da la vida desde que nacemos hasta que morimos, suceden continuamente enorme cantidad de hechos que nos llevan o nos obligan a perdonar. No sólo lo que se da en forma volitiva en contra de nosotros, sino también los hechos que se realizan, sin tener la voluntad de hacerlos.
A pesar de que son sucesos continuos, el hombre no aprende fácilmente a condonar la cierta o supuesta agresión que supone el acto, que de alguna forma lo agravia. Su respuesta va a variar según lo aprendido previamente: aparentar que no le importa, permitiéndolo pasar sin respuesta o generar una exagerada. De cualquier forma, el acto quedará impreso en la memoria se guardará como una experiencia para el futuro.
El hombre es empírico por naturaleza, es decir, aprende a través de la experiencia y si el aprendizaje es correcto, irá bien. Pero si se da en forma inadecuada.
Cómo podemos lograr el ideal de que los aprendizajes se den en forma adecuada en nuestro cerebro. Será solo a través de la cultura implantada en nuestra conciencia, y lograr que siempre exista una congruencia entre lo que es y lo que debe ser.
Si la persona por alguna situación particular no lo logra está destinada a una triste vida, llena de conflictos y cargará siempre una pesada incapacidad para resolverlos. Puede llevarlo permanentemente a una distonía cerebral que lo mantendrá en angustia continua.
De ahí la necesidad intensa de aprender a perdonar. No implica que para resolver bien las cosas hay que ceder siempre. Los problemas y los conflictos se dan continuamente sobre todo en la relación familiar y en la relación de trabajo y en forma menor por causas que se presentan y se viven dentro de la sociedad. Entre los amigos también. Y con mayor frecuencia.
Si el hombre vive dentro de un sistema bien organizado y se desarrolla de acuerdo con lo expresado anteriormente, le será menos gravoso resolver los problemas sin ceder a la reparación del daño, en sus propiedades, en su persona o en su familia, que le fue infligido por otra persona.
Cuando se es dueño de la razón solo se debe ceder en forma voluntaria, nunca bajo presión de ningún tipo. Las situaciones siempre se deben resolver con la inteligencia y no dejar nunca que se resuelvan por crisis. Con el hígado. El hombre inteligente se adelanta a los hechos y los soluciona en su beneficio físico, mental o social.
Para perdonar, no hay que renunciar nunca a la reparación del daño y tampoco hay que olvidar. Simplemente hay que llegar a la verdad y mostrar las causas, ventajas y desventajas de lo que sucedió, para forzar un aprendizaje mutuo que los beneficie en el futuro.
Si alguna de las partes no esté dispuesta a cumplir, es decir no quiere aprender a través de la experiencia, entonces debe asumir la responsabilidad de cualquier tipo, por lo que ocasionó ya que cada quien es responsable de sus propios actos.
Perdonar, no significa olvidar la falta, librar de las consecuencias de lo ocasionado o renunciar a lo que por derecho corresponde. Significa solo que las partes deben encontrar la verdad para esclarecer y obtener lo justo.
Debemos recordar que todo mundo pasa por la infancia, juventud y muerte. Sin excepción. Que los errores, también involuntarios, deben ser perdonados. Aun cuando digamos que antes de los cincuentas, no temas. Después de los cincuenta, no te arrepientas.