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Libros de ayer y hoy
El espíritu festivo nunca muere
Tuvimos la oportunidad de recopilar frases geniales. Con la menor intención de incomodar, las revelamos. En singular síntesis. Ojalá y las leyera quien, dicen, no lee. Vive todavía en Los Pinos. Y ordena cambios “necesarios”.
Sea.
«Un fanático es alguien que no puede cambiar de opinión y no quiere cambiar de tema.»
“El fallo de nuestra época consiste en que sus hombres no quieren ser útiles sino importantes”.
“Las actitudes son más importantes que las aptitudes”.
“Un optimista ve una oportunidad en todo problema; un pesimista ve un problema en toda oportunidad”.
“Una buena conversación debe agotar el tema, no a los interlocutores”.
“Valor es lo que se necesita para levantarse y hablar; pero también es lo que se requiere para sentarse y escuchar”.
“Pasé más de la mitad de mi vida preocupándome por cosas que jamás iban a ocurrir”.
“Nunca en el campo de los conflictos humanos, cuántos debieron tanto a tan pocos”.
“El éxito es aprender a ir de fracaso en fracaso sin desesperarse”.
“Personalmente, siempre estoy dispuesto a aprender, aunque no siempre me gusta que me den lecciones”.
Reconocer la genialidad de responder a sus interlocutores.
Es una delicia cuando sucede. Como aquí con nuestros legisladores. Solo dos ejemplos. Uno pasado y otro actual. Sin desperdicio alguno.
Recordamos que Irma Serrano, senadora, en medio de un discurso ante sus pares fue interrumpida por Porfirio Muñoz Ledo, a lo que ella, airada, respondió: “No sé si terminar mi ponencia. O bajar y romperte la madre….”
Y a doña Carmelita Salinas, actual legisladora, la sorprendieron dormida en su curul. No le incomodó la pregunta. Ni otras que respondió con gracia. Le hicieron más. E hizo lo mismo. Pero al final del diálogo espetó: “Ahora falta que un compañero diputado se tire un pedo. Y digan que fui yo….”
Con mejor finura Sir Winston Churchill, premio Nobel de literatura en l953 (murió en l965) cuando cumplió 80 años un periodista menor de 30 fue a retratarlo y le dijo: “Sir Winston, espero fotografiarlo nuevamente cuando usted cumpla 90 años”. A lo que Churchill respondió: “¿Por qué no? ¡Ud. parece un joven bastante saludable!”
Bernard Shaw: “Estimado Winston Churchill y muy digno primer ministro: Tengo el honor de invitarlo al estreno de mi obra Pigmalión. Venga y traiga un amigo… si lo tiene”.
En respuesta: “Agradezco al ilustre escritor la honrosa invitación. Infelizmente no podré concurrir a la primera presentación. Iré a la segunda… si la hay”.
Fue durante uno de los discursos de Churchill en el que una diputada de la oposición, pidió la palabra. Todos sabían que a Churchill no le gustaba que interrumpiesen sus discursos. Pero la palabra le fue dada a la diputada y ella dijo en tono alto y claro: “Señor Ministro, si vuestra excelencia fuese mi marido, yo pondría veneno en su café”.
Churchill, con mucha calma, se quitó los lentes, y en aquel silencio en el que todos esperaban la respuesta, exclamó: “¡Y si yo fuese su marido, me tomaría ese café!”
Sabida era su afición al whisky, Así, en una sesión del Parlamento alguien alcanzó a gritar: “Viene con mucho whisky adentro”. A lo que Sir Winston respondió: “Es la ventaja que les doy…”
Y qué pero le ponen a nuestro presidente cuando en un discurso en el estado de Nuevo León, lo terminó así: “Que placer estar en el Estado de Monterrey”. Mejor hubiera dicho en un “estado vegetativo”.