Corrupción: un país de cínicos
Cuando más ignorante es uno, difícilmente sospechará de la maldad de los demás. El siguiente es un paradigma. Que nos sirva de lección. Y ejemplo. No queremos que se piense mal. Nunca nos referimos al sistema político. Y mucho menos a personaje alguno. Por más encumbrado y lato que sea. O lo presuma con su verborrea intrascendente. Si lo supone, ni modo.
Un gusano y un escarabajo eran amigos y charlaban largas horas.
El escarabajo estaba consciente de que su amigo el gusano era muy limitado en movilidad, tenía visión muy restringida. Tranquilo y pasivo.
El gusano, por su parte, de que su amigo el escarabajo venía de otro ambiente. Que, en comparación con los gusanos de su especie, comía cosas desagradables. Era muy acelerado. Tenía una imagen grotesca y hablaba con mucha rapidez.
Un día, la compañera del escarabajo le cuestionó su amistad con el gusano. Cómo era posible que caminara tanto para ir al encuentro de un ser tan inferior. Un ser tan limitado en sus movimiento.
El escarabajo calló para no discutir con su compañera.
Fue tanta la insistencia de la hembra y tantos sus argumentos contra la amistad que su compañero mantenía con el gusano, que el escarabajo decidió poner a prueba esa amistad alejándose del gusano para esperar a que éste lo buscara.
Pasó el tiempo, y un día oyó la noticia de que el gusano moría. Su organismo se había resentido por los esfuerzos que hacía para ir a ver a su amigo el escarabajo. Como no lo conseguía durante toda una jornada diurna, el gusano tenía que devolverse sobre sus pasos para pasar la noche en casa.
Al saber esto, el escarabajo, sin preguntar a su compañera, decidió ir a ver al gusano.
En el camino se cruzó con varios insectos que le contaron de las diarias en infructuosas peripecias del gusano para ir a ver a su amigo el escarabajo y averiguar qué le había pasado.
Le contaron de cómo se exponía día a día para ir a buscarlo, pasando cerca del nido de los pájaros. De cómo sobrevivió al ataque de las hormigas, y así sucesivamente.
Llegó el escarabajo hasta el árbol donde yacía el gusano en espera del momento final. Y al verlo a su lado, el gusano, apenas con un hilo de vida, le dijo al escarabajo cuánto le alegraba ver que se encontrara bien.
Sonrió por última vez y se despidió de su amigo al saber que nada malo le había pasado a éste.
El escarabajo sintió vergüenza por haber permitido que las opiniones de otros minaran su amistad con el gusano. Sintió dolor por haber perdido las muchas horas de regocijo que las pláticas con su amigo le proporcionaban y, sobre todo, por haberlo puesto en una situación que le causó la muerte.
Al final entendió que el gusano, tan diferente, tan limitado y tan distinto, era su amigo, a quien respetaba y quería porque, a pesar de pertenecer a otra especie, le había ofrecido su amistad.
“En cuanto más ignorante es uno, difícilmente sospechará de la maldad de los demás”. Solo es un consejo. Lo repito convencido.