Teléfono rojo/José Ureña
El llanto militar, y el mío
Bety Ravelo, mi esposa por 63 años, terminó su agonía ayer. A mis amigos que se condolieron, gracias.
La siguiente es una historia verídica. Sucedió en uno de los muchos lugares en conflicto que hay en México. Frecuentemente ocurren, sin que nadie se percate del llanto militar. Ellos, los que visten de verde olivo, también sucumben ante la embestida de la delincuencia. O de los narcotraficantes, más peligrosos aún. No son policías, y deberías estar en sus cuarteles o ayudar en las contingencias ambientales. Pero no, los convierten, de la noche a la mañana, en futuras víctimas, y en desamparo de sus familias.
Nos platican la anécdota: Frente a un niño matan a un militar.
Y el pequeño, aterrado, pregunta a su papá. ¿Quién es el señor al que mataron? No lo sé hijo. Sólo sé, que era un militar, fue la respuesta.
El menor se acerca a una persona que se encontraba junto al cuerpo inerte con uniforme, con las 6 letras de SEDENA, el comandante. El niño tomándole la mano le pregunta. ¿Me podría decir que es un militar?
Este le responde con la voz quebrada y sus ojos llenos de lágrimas: Un militar es una persona que duerme menos que mucha gente. Pasa frio, hambre, sed por el calor del sol. Soporta lluvias y expone su vida en auxiliar a su prójimo.
Hay veces que no tiene días de fiesta, navidad, año nuevo. No está con su familia en momentos trascendentes. Cuando sus hijos, su esposa, sus padres enferman. O cuando sus hermanos o novia, si no es casado, reciben golpes, insultos y otro tipo de afrentas.
Un soldado es el militar que siente, sufre, pasa miles de sustos y muchos sinsabores. Es el ciudadano que sale de su casa a sus labores, desde muy temprano, antes de que amanezca. No sabe si regresará, ese día o después de un tiempo. O, de plano, ya no.
O lo peor le dice el uniformado con una estrella en el quepí al pequeño que lo interrogó. Perder la vida y regresar a casa en un ataúd. Esto, niño, es parte de lo que es un militar”.
De repente se escucha el sonido de un teléfono que está en un bolsillo del pantalón del uniformado tirado a medio camino.
El comandante deja la plática con el niño por un momento, para tomar el celular, que al verlo se da cuenta que es del hogar del soldado asesinado. Ve que es un mensaje y en voz muy baja lo lee:
“Hola papito. Tomé el celular de mi mamá para escribirte este mensaje. Solo quiero felicitarte por tu cumpleaños. Estoy ansioso de que veas tu regalo. Luego de varios días que no has podido estar en casa. Y partir tu pastel. Hoy lo haremos juntos. Te amo, papá, eres mi súper papá. Te mando un beso y te espero en casa”.
El llanto se refleja en esta historia real de la vida de un militar, de tierra, aire o mar. Valoremos el esfuerzo del Ejército y Marina destinados por el gobierno federal a realizar funciones que no le corresponden. Y hacer creer a la gente que son “policías”.
Coincido con al escritor y periodista Octavio García, quien me platico la anécdota, en que Dios nos bendiga a todos.