Escenario político
Mensajero de la paz
El Papa Francisco que nos visitará en breve viene como un peregrino para rezar con todos. En respuesta a 33 mexicanos de diez entidades, el Vicario de Cristo los exhortó a luchar todos contra la corrupción, el tráfico de drogas, el crimen organizado y la trata de personas.
Insiste en que el México de la violencia, de la corrupción, del tráfico de drogas, de los carteles, no es el que quiere nuestra madre, la Virgen de Guadalupe, y yo no iré, afirmó, a tapar nada de esto. Por el contrario vamos a exhortar al pueblo a la lucha diaria.
“Yo, dice el Obispo de Roma voy a México como un peregrino Voy a buscar en el pueblo mexicano que me dé algo de su fe. Voy a buscar contagiarme de su riqueza de fe que tienen ustedes. Tengo ganas de ir a México para vivir esa fe con ustedes. Con el corazón abierto para que se llene de todo aquello que todos ustedes me puedan dar.
Dos veces, una en la vieja Villa y otra en la nueva Basílica, ha visitado Francisco a la Virgen de Guadalupe. A la señora, a la madre, a la madre de Dios, por quien se vive. Que nos cuida, que nos protege. Que lleva adelante un pueblo. Una familia. Que da calor de hogar. Que acaricia con ternura y que te quita el miedo. Esa es la morenita del Tepeyac.
Con inaudita humildad pide el Papa Francisco al pueblo de México dejarlo solo, un ratito, con la Santísima Virgen, para platicarle su alegría al verla..
Las palabras de Su Santidad de que si amas hasta que duele, puede no haber más dolor. Y si no fallas a la verdad, tendrás el respeto y claro, sólo más amor.
No estamos completamente seguros de cómo será el cielo, pero sabemos que cuando arribemos y llegue la hora de que nos juzguen, preguntarán, ¿Cuántas cosas buenas has hecho en tu vida?, más bien, ¿Cuánto amor pusiste en lo que hiciste?”
Sentirse no reconocido, no amado, no protegido. Olvidado. Es un hambre mucho más grande, una pobreza mayor que la de la persona que no tiene nada para comer.
No pensemos que el amor, para ser genuino, tiene que ser extraordinario. Lo que necesitamos es amar sin cansarnos.
Cada vez que sonríes a alguien, es un acto de amor, un regalo a esa persona, una cosa hermosa. Los trabajos buenos son eslabones que forman una cadena de misericordia.
No nos confundamos nosotros los comunicadores. Tengamos fe en las pequeñas cosas. Es en ellas que reside la fuerza. Recordemos que somos los que escribimos y hablamos, un lápiz que envía una carta de verdad al mundo.
«No todos lo hacemos para conseguir éxito. Sino congruencia y fidelidad”.
Debemos saber que no se nos dará algo que no podamos manejar. Sólo el deseo de confianza. Mucha gente confunde nuestro trabajo con nuestra vocación. Amar al prójimo se nos pide. Hablar y escribir siempre con la verdad. Tergiversarla intencionalmente, a petición expresa. Es falta. Que no pecado. Entiéndase bien.
Seamos merecedores de la dignidad de nuestra vocación, y sus muchas responsabilidades. No permitas nunca deshonrarla, con la frialdad, la falta de piedad o la impaciencia. Y menos con la mentira. Mejor calla.
En esta vida podemos hacer grandes cosas. No sólo pequeñas con la palabra escrita o hablada. Dan la luz, disminuyen la obscuridad. Si no ocultas lo cierto. O ponderas la maldad.
Necesitamos encontrar la fe. Pero no entre el ruido y la intranquilidad. El, amigo de todos, mira cómo la naturaleza –los árboles, las flores, la grama-crecen en silencio. Ve las estrellas, la luna y el sol, cómo se mueven en silencio Necesitamos silencio para poder vigorizar nuestra conciencia.
Estamos seguros que al final de nuestras vidas, nuestros hermanos de profesión, o los que nos leen, nos juzgarán no por cuántos diplomas hemos recibido. O cuánto dinero hemos conseguido o cuántas cosas grandes hemos hecho.
Lo seremos por no mitigar el hambre y sed de justicia. De omitir verdad y crear confusión. De callar errores y maldades. No encender la luz para disipar la obscuridad reinante. Caminar desnudo como aquél rey. Sin casa propia y menos posada. Diríamos, con ventaja y sin escrúpulos. Pero con avión nuevo.
Concretamente, olvidado por todos. Y, lo peor, solo.
Fueron palabras como bienvenida a Francisco, mensajero de la paz, que obligan a meditarlas con detenimiento y fe.