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MÉXICO, DF., 14 de junio de 2014.- De todos los juegos inventados por el hombre, el más popular y de mayor impacto es, sin duda, el futbol. Concita opiniones contrastantes; por ejemplo, Jorge Luis Borges siempre tuvo una opinión negativa de éste, refirió Alberto Vital Díaz, director del Instituto de Investigaciones Filológicas (IIFL) de la UNAM.
Según un comunicado de prensa, el escritor argentino decía: “hace que las pasiones se desborden y eso lleva a la gente al insulto, a la calumnia, a la humillación, porque siempre los que ganan se burlan de los que pierden”.
Además, afirmaba: “no entiendo cómo se hizo tan popular. Un deporte innoble, agresivo, desagradable y meramente comercial. Es un juego convencional que interesa menos como deporte que como generador de fanatismo”.
Hoy, comentó Vital Díaz, hay una parte de verdad en lo que dijo Borges, aunque también se debe reconocer que el futbol puede y está obligado a ser, éticamente, una fiesta, un espectáculo que reúna a la gente para su disfrute y no sufrimiento.
Por otra parte, existe también el factor económico, pues se ha convertido en una industria poderosa, a través de la cual se mueven intereses de todo tipo.
En 1930, agregó el doctor en letras, el Mundial de Futbol empezó casi exclusivamente como un deporte, una manera de acercar a distintos países. Estos dos principios fueron adecuados, y si hoy se hace una retrospectiva, nos percataremos de que está en riesgo su espíritu esencial: ser un deporte que puede mostrar momentos de calidad y jugadas extraordinarias.
“Lo vimos, por ejemplo, en 1970, con el futbol arte que practicó Brasil, pero que después abandonó en buena medida. Así, con el tiempo ha crecido el riesgo de dejar de ser un encuentro hermoso, épico por la belleza de algunas jugadas, para convertirse sólo en un gran negocio”, señaló.
Se trata, reiteró, de un juego de precisión y fuerza. Anotar un gol implica una fuerte coordinación y, en determinados momentos, todos estos elementos pueden llegar a alcanzar tal fuerza e impacto que la gente empieza a valorarlos más allá de su propia concreción deportiva, expuso el investigador universitario.
Un equipo de futbol, acotó, llega a ser un símbolo para la conciencia colectiva. Los jugadores pueden ser mitos y, a partir de éstos, los representativos se convierten en símbolos debido a sus éxitos deportivos que, además, deben de tener elementos de solidaridad, superación de obstáculos, valores humanos y exactitud.
“La escuadra, los colores, las banderas y los propios jugadores tienen un carácter simbólico. Sólo basta saber cómo se les define: guerreros, luchadores…”, abundó.
En ese sentido, los integrantes de un equipo se convierten en figuras simbólicas, cuyos triunfos ayudan a una sociedad, consideró. Estudios recientes indican que los éxitos deportivos para México aumentarían su productividad económica, pues los símbolos y relatos de ese tipo ayudan al ánimo de una comunidad.
Además, existe una necesidad de grandes discursos. “Por ejemplo, en 1954 para Alemania Federal obtener el campeonato fue como reintegrarse al mundo occidental, volver a ser victoriosos. Ellos venían de dos derrotas militares, con una gran cantidad de decesos y con un sentimiento enorme de culpa”.
Lograr un triunfo mundial, simbólico para ellos, compensaba psicológicamente una derrota militar, y para los alemanes esa victoria se convirtió en un mito fundacional de una nueva nación, que era la República Federal de Alemania, apuntó el experto en literatura hispanoamericana, en especial de Jorge Luis Borges y Pablo Neruda.
También hay un elemento de contención social; el principio de “pan y circo” de los romanos sigue vigente y se debe aplicar también al futbol. “Hemos visto su parte simbólica, sin embargo, el estudio de la literatura inevitablemente lleva también a reflexiones sobre su parte psicológica, política y social, por el manejo de grandes multitudes”, concluyó.