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MÉXICO, DF., 19 de octubre de 2014.-. Runas, vasos de plástico, pilas de cascajo y miles de lirios, invaden los canales de uno de los pulmones verdes de Xochimilco conocido como Cuenca Lechera o Fin del Mundo, donde se oberva deterioro y abandono de esta área nacional protegida y que contrasta con el cuidado que reciben los famosos canales con trajineras, visitados miles de turistas al año y que representan uno de los atractivos de la Ciudad de México.
“Hasta hace cinco meses, allí habían dos montañas de cascajos de los edificios caídos del sismo del 85”, dice Juan Espinaza, joven universitario e investigador biólogo de la UNAM, quien ha empezado una cooperativa de hortalizas en la zona del Fin del Mundo, que abarca más de dos mil hectáreas de ahuejotes y pinos, entre 180 kilómetros de canales. Un pequeño paraíso a tan sólo una hora en coche del trasiego citadino del DF.
Pero este vergel “está dejado de la mano de Dios” como dice Arnulfo, uno de los pocos campesinos urbanos de los ejidos del parque. El desinterés de la delegación en mantener este ecosistema se traduce en miles de lirios que anegan los canales y que dificultan su tránsito en embarcación, así como la muerte de las tilapias, peces que al no tener oxígeno en el agua por esta sobrepoblación de plantas, aparece muerto en los miles de montículos de esta especie flotadora.
Esta zona era área de cultivo de la población local en la época prehispánica. Actualmente, esa tradición agricultora se ha ido perdiendo con el paso del tiempo, ya que la media de edad de los campesinos es de sesenta años. “Aquí plantamos lechugas, coles, trigo sarraceno y hasta tenemos un temazcal”, dice Juan mientras el ruido de un helicóptero de aeromodelismo rompe el silencio campestre.
El complejo Club Nieuport R.C. se encuentra a tan sólo unos metros de la granja de Juan, donde sus asociados llevan desde hace 15 años. Sus pequeños aviones y aparatos voladores comparten el aire con garzas y patos. Por 7,000 pesos al año, uno puede aprender a volar uno de estos vehículos “y hacer una barbacoa con la familia también”, según informa Luis Miguel Sánchez, miembro de este club.
Lo anterior es una muestra del poco control de la delegación de Xochimilco, ya que ilegal que este tipo de actividades se den en un área natural protegida, y menos, cuando es paso de aves migratorias.
“Nosotros querríamos que hubiera un negocio eco turístico para sacarle provecho”, dice otro campesino, fumándose un cigarro sin filtro sobre una pequeña loma en las orillas del canal.
A inicios del año corrió un rumor: inversionistas japoneses se presentaron ante varios ejidatarios ofreciendo hasta un millón de pesos por propiedad, con la meta de construir un Six Flags ecológico. Hasta ahora no se sabe nada de ese proyecto, aunque sí coinciden algunos propietarios que resucitaría la zona y se le daría el cuidado necesario.
En 1930 la urbanización de la Ciudad de México provocó que a esta zona se le cortara el suministro natural de agua. Veinte años después volvería a fluir pero con aguas negras, hasta llegar a los años sesenta, donde la planta de tratamiento del Cerro de la Estrella convirtió la cuenca en su desembocadura, reduciendo la actividad tradicional agrícola. Con los años, el negocio se reformuló y muchos se dedicaron al negocio de la jardinería. Un ejemplo es el vivero Nezahualcóyotl, uno de los más importantes y grandes de México, que abastece de árboles las calles del Distrito Federal. Estos importantes bancos vegetales, junto con los invernaderos, acabaron transformando el paisaje rural de uno de los pulmones de Xochimilco.
Negligencia de autoridades
Para el ex director de Medio Ambiente y Desarrollo Rural de la delegación de Xochimilco, Juan José Acosta, el producto de esta dejadez viene por una negligencia e indiferencia de las autoridades, que en definitiva, va en contra de la esencia de la declaratoria de Patrimonio de la Humanidad, que recibió Xochimilco en 1987.
Según Acosta, el presupuesto para mantenimiento de estas zonas es muy bajo y calcula que tan sólo al año, se destinan 15 millones de pesos para el cuidado de casi 187 kilómetros de canales. Una partida pobre, asegura, si se tienen en cuenta las amenazas que hay que cubrir para que el ecosistema único de Xochimilco y sus especies, no se vean en jaque como lo están en la actualidad.
Uno de los azotes de los canales es la mala regulación de los niveles del agua. En Xochimilco hay canales con apenas 30 o 40 centímetros de fondo, por los cuales es casi imposible circular con canoa. El hecho de no brindar un servicio de 24 horas en las esclusas, hace que a veces las orillas chinamperas se sequen y después se desprendan, creando azolve y perdiendo suelo agrícola. Esas capas de lodo, a la larga, se incorporan en el fondo de los canales y hace que el agua suba su nivel.
Pero el mayor problema que afrontan los canales son los asentamientos irregulares y el uso de agroquímicos en sus parcelas, coinciden Acosta y el investigador y coordinador de trabajo de campo en Xochimilco por la UNAM, Armando Tovar. “El uso de estos productos es libre. Hay químicos para desmalezar en lugar de cortar, a la gente se le hace fácil rociar plantas con químicos pero mata todo el suelo y el agua. No hay quien lo regule.”
Tovar señala que la contaminación, presente hace varias décadas, ha creado un ciclo en el cual los campesinos urbanos usan contaminantes para poder restar los efectos del agua ya contaminada. “Los químicos que se usan en la chinampa van al agua”, dice Tovar, donde ese factor, aunado a las descargas de aguas negras de los asentamientos ilegales, provoca un sedimento adulterado y unos cultivos poco fiables.
Con el actual panorama, “no hay visión ni perspectiva para un futuro y no se cuenta con un programa de desarrollo para la zona”, abundó el ex funcionario, quien indicó que además no hay licitaciones ni concursos públicos, en las adjudicaciones de semillas que se distribuyen entre los xochimilcas. Acusa que estas generalmente dan semillas viejas y no suelen germinar.
Ajolote, al borde de la extinción
Pero quien más se está resintiendo de este cúmulo de negligencias es el ajolote, quien en palabras de Roberto Altamirano, presidente de los pescadores de Xochimilco, “está en peligro de extinción”.
El ajolote, una especie única y endémica de Xochimilco, hace mucho tiempo que no se deja ver y sus días, se vaticina, están contados. Según Altamirano, la única solución es controlar las demás especies introducidas, como la tilapia. Pero aun así, “hace mucho tiempo que no vemos uno en su hábitat natural”. Y no sólo el anfibio es el único en la lista roja: ranas, culebras y el acocil -camarón de agua dulce- cada vez dan menos signos de vida.
Para Cristina Ayala, coordinadora de proyectos de restauración de Xochimilco, del laboratorio de restauración ecológica de la UNAM, si no se hacen programas fuertes, en 15 años se perderán el ecosistema de la zona.
Según el último censo efectuado por Ayala y sus compañeros, apenas quedan 0.03 ajolotes por kilómetro cuadrado. “Es mucho peor que lo que había antes, pero es mejor que no encontrar ninguno”, dice Ayala quien señala que en 2006 se podían encontrar 1,000 de estos anfibios por kilómetro cuadrado.
Para combatir la extinción anunciada del ajolote, la investigadora propone que sea la delegación quien endurezca el reglamento para evitar más asentamientos. Estos, explica, se dan ya que la producción agrícola no es buena y los campesinos acaban abandonando zonas que después se pueblan sin control.
Ayala expone que el proyecto de autopista urbana de oriente que se planea que pasé por el área de conservación, es una estocada mortal para las especies endémicas. Con esa obra se acabará de dividir una zona que relativamente parece conectada pese a la vía de Periférico. La construcción de la carretera se encuentra parada, en espera que se produzca el manifiesto de impacto ambiental de la constructora. Los investigadores de la UNAM no la recomiendan debido a que el área es un polígono protegido por la UNESCO.
“Hace meses supimos que volverán a elaborar otro estudio de impacto ambiental con nuestras recomendaciones, pero no sabemos. Se manejan las cosas por debajo del agua. Hasta la fecha no nos hemos enterado que haya una consulta pública de la manifestación ambiental. En teoría está parado hasta que la Secretaría de Medio Ambiente emita un resolutivo”, abundó la especialista.
Muchos de los investigadores, pescadores o trabajadores en Xochimilco, coinciden en que la continuidad en los proyectos de conservación es la única vía. Altamirano lleva cuatro años pescando tilapias y carpas en una iniciativa de la Comisión de Recursos Naturales (Corena), dependiente del gobierno del DF, para frenar su sobrepoblación. “En media hora, hemos llegado a sacar toneladas de tilapia”, dice Altamirano, quien dirige un gremio de apenas 20 pescadores, quienes trabajan por unos 300 pesos al día.
Pero esa continuidad no se da en los trabajos de limpieza ni de mantenimiento en los canales, que afectan directamente al trabajo de pescadores e investigadores. ¿Preocupan las sustancias que puedan contener los pescados? Altamirano dice que deberían ser a los pescadores a quienes se les hicieran estudios, ya que llevan toda la vida consumiéndolos. Pero, reitera, su relación y comunicación con la delegación es nula.
En palabras de Ayala, la figura del ajolote en potencialidades médicas es muy importante. El anfibio posee células totipotenciales que permite que regenere las patas o hasta las branquias si éstas se ven afectadas. Además, el ajolote puede hacer metamorfosis de su organismo en condiciones donde no abunde el oxígeno o haya mucho yodo. “Este aspecto es muy interesante ya que abre un nicho de investigación donde se podría prescindir de las células madre y la polémica que su uso conlleva”, apostilla Ayala.