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MÉXICO, DF., 30 de diciembre de 2015.- En el Instituto de Ingeniería (II) de la UNAM se creó un ladrillo ecológico mediante un proceso sustentable; para su fabricación se utilizan residuos de construcción como materia prima y energía solar para el secado, en vez de la cocción tradicional en las ladrilleras.
La casa de estudios explicó en un comunicado que su producción industrial y comercialización podrían ayudar a reciclar residuos de las miles de obras civiles que se hacen en México. En el Distrito Federal sólo se envían a reciclaje mil de las siete mil toneladas que se generan al día, refirió María Neftalí Rojas Valencia.
La producción en serie y en serio de ladrillo ecológico podría satisfacer parte de la demanda nacional de ese material de construcción convencional, que por estado es de 279.6 millones piezas.
También contribuiría a mitigar ciertos problemas ambientales como la sobreexplotación de bancos de materiales vírgenes, además de la contaminación atmosférica. El secado del ecoladrillo no genera emisiones como la cocción de tabique en hornos: en México, 16 mil 953 productores artesanales queman diferentes combustibles que emiten gases de efecto invernadero.
El desarrollo universitario está compuesto por restos de excavación (arcilla), residuos de tala y de construcción triturados, integrados por un aditivo natural: una mezcla de agua con mucílago de nopal.
Su elaboración, explicó Rojas Valencia, se apega a dos normas: la ambiental NADF-007-RNAT-2013, que establece la clasificación y especificaciones de manejo de residuos de construcción y demolición para optimizar y fomentar su aprovechamiento y minimizar su disposición final inadecuada, lo que prohíbe estrictamente descargarlos o depositarlos en lugares distintos a los centros de acopio, de reciclaje o de disposición final autorizados.
Fabricación exitosa
En un inicio sólo se trabajaron 55 ladrillos ecológicos (cinco por cada una de 11 mezclas estudiadas) hechos de un banco de Puebla. Partiendo de las mejores condiciones del primer estudio se continuó con la fabricación a partir de tres tipos de suelos de urbes que integran la megalópolis: Estado de México, Distrito Federal e Hidalgo.
Fueron expuestos con éxito a diversas pruebas: En resistencia a la compresión (se someten a una carga pesada para saber cuánto resisten) la mayoría de las muestras rebasaron los 30 kilogramos por centímetro cuadrado (cm2) que la norma establece para uso no estructural, y la mitad superó los 60 kilogramos por cm2 para uso estructural.