Lilia E. Cárdenas Treviño, líder social y promotora cultural
A Octavio “El Famoso” Gómez la fama no le gustó. “Era una cárcel, todos los días a todas horas había alguien buscándome para una cosa o la otra, para pedirme dinero o para ir a no sé dónde. No era libre para hacer lo que me gustaba, por eso agarré el chupe”, confiesa.
Con un destino de fama augurado por la partera “que hizo el trabajo de sacarme de la panza de mi jefa”, con base en la fecha de su nacimiento (30 de marzo de 1944) y la hora, “me vio y dijo: ‘este niño nació para hacer algo notable, cuídenlo’, desde pequeño fue conocido con el sobrenombre que su papá le dio, en concordancia con lo previsto por la señora que lo ayudó a nacer.
Como muchos en el barrio de Tepito, Octavio Gómez admiraba a Raúl “El Ratón” Macías, “ídolo de señoras, viejitas y todos aquí, era una gran persona” y fue a buscarlo al enterarse que jugaba frontón cerca de su casa.
“Yo tendría unos once o doce años y me trató tan bien, que me dejó impresionado. Quise dedicarme al box y la primera vez que pisé un gimnasio, dije ‘de aquí soy’”, recuerda en entrevista con Quadratín México.
Fue entonces cuando empezó a entrenar con su primer y gran maestro de box, Efrén Rubio, cuya técnica “era muy difícil y no a cualquiera le salía; importaba mucho la concentración y dominar las emociones, había que controlar el ego”, relata.