De norte a sur
Niños que matan
A Ulises Abraham no le interesaba leer su muro en Facebook para conocer a niños de 14 años, como él, para establecer amistad o intercambiar fotografías. Él encontró en esa red social una oferta económica tentadora: 31 mil pesos por asesinar a una persona.
El contacto con aquel desconocido siempre fue por el “feis”, hasta que el sujeto lo convenció de que ese era un “trabajo fácil” y sin mayor “riesgo”. Sólo tenía que disparar una pistola y correr hacia una calle solitaria, en donde recibiría esa paga. Jamás había visto tanto dinero junto: 1,900 dólares, el equivalente a 31 mil pesos, al tipo de cambio del 14 de octubre de 2015.
Ese día, Ulises Abraham acudió a la cita fatal en la calle Coahuila, de la ciudad de Tijuana, en donde vivía. Su contratante le señaló quién era la víctima. Sin problema alguno, Ulises Abraham tomó la pistola calibre .40 que le proporcionó el desconocido. Fue una carrera de poca distancia para llegar hasta donde se encontraba. El adolescente accionó cinco veces el arma sobre su objetivo.
No hubo cargos de conciencia para Ulises Abraham. El dinero iba a acallar cualquier remordimiento.
El cuerpo del hombre se desplomó al suelo en medio de un charco de sangre. El joven, asustado, corrió lo más fuerte que pudo para huir, pero el ruido de las detonaciones lo delató y rápidamente fue aprehendido por policías preventivos.
El herido fue trasladado a un hospital, en donde falleció a consecuencia de los 5 impactos que recibió en el rostro y en el cuerpo. Más tarde sería identificado como Guillermo Gastélum Jaques, de 35 años de edad.
Los policías sometieron al joven Ulises, ya no pudo ir a recoger su paga. Se hicieron humo los 31 mil pesos cuando los municipales lo ingresaron a la agencia del Ministerio Público. Tendrá tiempo para evaluar lo que hizo a partir de que su caso se turnó al Juzgado Especializado en Justicia para Adolescentes de Tijuana.
Del desconocido que hizo la oferta económica nadie supo nada.
Cada vez son más frecuentes los casos de niños y adolescentes que se vuelven pistoleros de la delincuencia organizada. Aún está fresco el recuerdo de aquel jovencito apodado “El Ponchis”.
Édgar Jiménez Lugo, el adolescente nacido en San Diego, California, pero que vivió muchos años en Morelos, poco después de los 11 años conoció la sensación de tener sangre en las manos.
Al final de su corta carrera delictiva, a los 14 años, cuando fue aprehendido por fuerzas federales, sólo reconoció haber asesinado a 4 personas. Testigos afirman que fueron decenas. Negaba también haberlos colgado en puentes de la ciudad de Cuernavaca. Él sólo admitió degollarlos.
A los cinco años fue separado de su madre y eso marcó para siempre su vida. Las calles del Estado de Morelos se convirtieron en su casa, que le proveía de droga y dinero. Su hermana Isabel había sido reclutada por el Cártel del Pacífico Sur y pronto “El Ponchis” fue enrolado también.
Édgar Jiménez degollaba a las víctimas, por lo general miembros de los cárteles contrarios. Su hermana simplemente tiraba los cuerpos en lugares en donde fueran rápidamente ubicados.
Una paga mensual aproximada de 10 mil pesos o su equivalente en dólares y toda la droga que quisiera consumir cubrían el trabajo de El Ponchis.
Una aparente necesidad de “presumir” lo que hacía, lo llevó a subir videos a youtube. Ese fue su error. Pronto fue identificado y ubicado por fuerzas policiacas en el preciso momento que pensaba escapar en avión hacia California para reunirse con su madrastra.
“El Ponchis” sólo estuvo preso entre diciembre de 2010 y noviembre de 2013, debido a que las leyes en Morelos en ese momento no contemplaban sanciones más severas en contra de los menores infractores.
Para el gobernador morelense, Graco Ramírez, fue notable la rehabilitación de Jiménez Lugo. Miembros de la sociedad morelense dudaron en todo momento de la posible recuperación mental de un joven dañado en edad tan temprana.
Finalmente, “por la buen conducta” que mantuvo en el Centro de Ejecuciones de Medidas Privativas de la Libertad para Adolescentes (CEMPLA), El Ponchis fue liberado hace dos años. Tenía temor de ser ejecutado por todo lo que había hecho y finalmente las autoridades lo extraditaron a Estados Unidos, el país de donde alguna vez saliera Edgar para convertirse en el “niño sicario”.
La realidad de los jóvenes delincuentes en México es aterradora. De acuerdo a cifras de la Secretaría de Gobernación, actualmente, más de cinco mil adolescentes cumplen una condena por delitos graves. Del total de infractores, ocho de cada 10 tienen edades entre los 16 y 18 años. Del total, 22 por ciento asesinó a una o más personas y 15 por ciento intervino en algún secuestro.
Ante tal situación, el Comité de los Derechos del Niño de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), recientemente pidió al gobierno mexicano que tipifique de manera explícita el reclutamiento de niñas y niños por parte de la delincuencia organizada.
Sin embargo, mientras no haya cambios profundos en México, la realidad de los niños que matan será la misma por años.
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