Corrupción neoliberal
Cosas del Tiempo de San Cristóbal…
Tiempo es un modesto e importante periódico que antes se llamó Hoy y ahora se nombra La Foja Coleta. Su historia es como la de muchos medios de provincia sobresaliente por el esfuerzo de sus editores y periodistas para mantenerlo como una ventana a la realidad nacional. Tiempo posiblemente sea el medio local regional más citado por la prensa extranjera y mexicana sobre un hecho histórico, el levantamiento armado del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional.
En los primeros días de 1994, México no entendía qué era la noticia del levantamiento de un ejército indígena, pero Tiempo ya había tejido historias sobre las causas que dieron origen al alzamiento: la violencia con que el poder (económico, político y social) maltrata a los indios y otras minorías. Ese 1 de enero los rebeldes sorprendieron al gobierno y a los periodistas, a la sociedad nacional y global con el alzamiento de lo que luego sería un fenómeno de comunicación mundial.
Por ejemplo: en la redacción de la corresponsalía de AFP (la agencia francesa de prensa) en la ciudad de México la guardia era mínima y hasta ella, vía fax, llegó la Primera Declaración de la Selva Lacandona, había sido enviada desde Tiempo. Era difícil imaginar de dónde o de qué mentes salía ese material, pero más aún saber qué pasaba en las calles de San Cristóbal y los otros municipios tomados por el zapatismo.
Uno de los primeros contactos telefónicos de AFP con la zona del levantamiento fue con don Amado Avendaño, uno de los creadores de Tiempo. Desde la azotea de su casa en el barrio de San Diego, croniqueó lo que veía y escuchaba: los aviones que sobrevolaban los cerros de San Antonio de los Baños y otros puntos y el estruendo de “ruidos de la guerra”.
Tiempo se ganó a pulso un lugar entre la prensa internacional, fue por muchos días el lugar donde se obtenía la mejor información zapatista y análisis de lo que pasaba en esos días revueltos.
A su redacción y sala de la casa familiar entraba todo mundo, periodistas locales, enviados de medios nacionales y extranjeros, espías militares de dulce, chile y manteca, orejas de gobiernos municipales, estatales y federales, todo mundo era recibido, nadie tenía que mostrar credenciales de nada.
Las pláticas con don Amado y doña Concepción Villafuerte ayudaban al ignorante a entender qué pasó para encender la llama de la rebelión zapatista, en sus archivos la historia había sido contada durante años. Abusos de ganaderos, despiadados gobiernos que tenía al estado como hacienda propia, olvido gubernamental desde siempre y dedicación de activistas políticos de todos los signos de la izquierda y la iglesia. La rebelión se fraguó lentamente con la injusticia. Historias de condena al abandono, que de una y otra forma están en las páginas del Tiempo.
La familia Avendaño Villafuerte (padres, hijos, yernos, nietos y uno que otro colado: Elio Enríquez y dinastía, han trabajado duro, superado crisis económicas, políticas, sociales y familiares y sigue siendo una célula del periodismo de verdad. Comprometido con la esencia misma del periodismo: informar.
Tiempo se ha ganado un lugar en el tiempo de la historia del periodismo mexicano y ahora, la UNAM ha trabajado duro para preservar los ejemplares del diario en sus tres épocas, ha sido una labor valiosa, tanto como las notas de ayer y hoy, que tienen relevancia en el Tiempo.
Hojas Pedidas
Un apunte anecdótico se escapa de un ejemplar de Tiempo. Doña Concepción Villafuerte recuerda que hace años, cuando un gobernador autoritario de Chiapas trató de censurar la noticia del secuestro de un empresario. Mandó a un funcionario a San Cristóbal de las Casas a platicas con el director y fundador de Tiempo, don Amado Avendaño.
Dos judiciales le llevaron la oferta irrechazable, con pistolones al cinto lo escoltaron… Dos horas más tarde, regresó con un coraje que pocas veces se le vio en vida. Le confesó a su mujer que estaba enojado en verdad y le mostró unos billetes que habían sido metidos en la bolsa de su camisa. A medianoche la pregunta era qué hacer, Doña Concepción recuerda que le dijo a su marido “somos periodistas y no podemos dejar de publicar”, pero don Amado reflexionó y dijo que no podía pasar por alto la petición del gobernador, pero tampoco mostrar que los atemorizaba (que sí lo hacía).
Así que al día siguiente: Tiempo salió a la calle y donde debería haber ido la nota del secuestro había un mensaje: Aquí debía ir una noticia y no aparece porque al gobernador no le gusta.
La censura cayó sobre Tiempo, como sigue cayendo sobre muchas de sus notas hoy en día, pero el teléfono de la redacción no dejó de sonar mañana, tarde y noche, eran de gente que quería saber cuál era la nota que no gustó al gobernador y que seguramente de las más populares del diario, aunque no apareció en sus planas.