Abanico
El día después de mañana
El lunes 8 de junio de 2015 la incertidumbre electoral comenzará a despejarse, habrá quienes celebren las victorias, los que reconozcan las derrotas, los que no acepten que perdieron y los que reclamen robo o fraude electoral. Será un día de análisis y reflexión, de duda e incluso enojo, pero debe ser de aceptación del juego democrático, los competidores sabían las reglas imperantes, los riesgos y hasta las mañas de unos y otros, no será tiempo de aceptar ilegalidades, sino de no perder de vista que la sociedad debe ser la gran ganadora, cualquiera que sea el resultado de las urnas, pues está más allá de las ambiciones de políticos.
El 8 de junio tiene que ser el día en que el gobierno asuma su responsabilidad de garantizar a todos los mexicanos, los ganadores, el derecho a vivir en paz. El día de mañana, debe mostrarse la fuerza del Estado, formado por las instituciones, la sociedad civil incluida, dar la cara a los graves problemas de inestabilidad político-social que sacuden a México, que es de los pocos países en el mundo donde la nación arde y el sistema político no reconoce una crisis.
Es tiempo que el gobierno (los gobernantes de todos tamaños) reconozcan que los oscuros días en que los criminales que se mueven libremente en numerosas zonas del país como Pedro por su casa se acabaron, que las jornadas ilegales en que radicales de extrema izquierda saltaron del terreno de la política a la ilegalidad son cosa del pasado y que el pueblo, mucho más allá de sus preferencias electorales, tiende derecho a la tranquilidad todos los días.
La aparición de escuadrones, decenas o centenas de hombres armados, en tierras de Guerrero, Michoacán, Tamaulipas, Jalisco, Chihuahua y otros estados debe ser combatida por el Estado, que debe echar mano de todas las fuerzas a su alcance para combatir y vencer a los criminales. Pero necesita el apoyo de la sociedad, que sin dejar pasar violaciones a los derechos humanos, debe meterse solidariamente en la trinchera de quienes dan la batalla contra las bandas armadas del crimen que secuestran, extorsionan y delinquen impunemente en muchos lugares de México.
El gobierno tiene la obligación de tratar a quienes violan las leyes como delincuentes. Los gobernantes de todos los signos políticos no se atreven a poner orden, se resisten a tratar como delincuentes a los miembros de la CNTE que a la luz pública roban, saquean, amedrentan y amenazan. Del terreno de la protesta social, a la que todos los mexicanos tienen derecho, pasaron a la oscura senda del delito.
En ese mismo camino andan grupos comunitarios y normalistas, que saben que tomar las calles y caminos por asalto, robar camiones o violentar la vida de miles de mexicanos no cuesta nada, pues el Estado, los gobiernos y la sociedad misma los deja hacer lo que les viene en gana.
El día después de las elecciones el gobierno de México, y las autoridades de todos los estados y municipios, deben olvidarse del temor de reprimir a los violentos, facultad que le otorga la Constitución, pero de la que no echa mano por el Síndrome del 2 de octubre. Pero nada tiene que ver la Matanza de Tlatelolco, con hacer frente decididamente a los violentos de uno y otro signo. La sociedad tiene que reclamar al gobierno toda seguridad y paz, pero también debe comenzar a reflexionar que la batalla contra los malhechores seguramente demandará de acciones duras.
Hojas extraviadas
Las páginas de viejas revistas recuerdan las violentas acciones de policías y militares en la represión de marchas y mítines estudiantiles y concentración de inconformes en muchas ocasiones, 68 y movimientos como el ferrocarrilero y médico, e incluso el halconazo, criminal acto de paramilitares, son cosas para no olvidar. Hoy, las escenas violentas suelen ser delincuentes de mafias del crimen organizado, sindicales o de vividores de protesta. En fin, la sociedad necesita un Estado fuerte y gobiernos que castiguen a los criminales, corruptos y los violadores de los derechos humanos.