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Escenario político
Tiempos canallas
El eco de las batallas por el poder Legislativo y los gobiernos estatales y municipales todavía resuena en muchos puntos de México, en numerosos lugares los ciudadanos y los partidos están inconformes con los resultados, pero cierto es que en las elecciones la sociedad venció a los radicales de izquierda y sus satélites: CNTE, padres de Ayotzinapa, normales rurales y otros, que apostaron por la “insurrección” bajo la bandera del boicot a las elecciones.
Con las victorias, derrotas e inconformidades como telón de fondo, los partidos pelean por supuestas victorias que les arrebataron sus contrincantes.
Cuando el fuego electoral no se apaga, los partidos y los grupos de la sociedad civil involucrados en la disputa del poder tienen ante sí la obligación de prepararse para las presidenciales del 2018. A todos los líderes se les atraganta el tema.
En este momento, con los resultados electorales en la mano, puede pensarse que sin alianzas el PRI estará en la mejor posición para -junto con sus franquicias: Verde y Nueva Alianza- mantenerse en el poder, aun cuando el gobierno de Enrique Peña Nieto, a la mitad del camino sea uno de los que menos apoyo popular tiene. Pero la base dura priísta es la más numerosa y llueva o truene es disciplinada y cumple cada vez que tiene que ir a las urnas. Pero el riesgo de desgarramientos internos, la batalla los hombres del presidente y los del partido pueden acabar con esa fortaleza interna.
La lucha despiadada entre calderonistas, maderistas y seguidores de Moreno Valle comienza a costar caro en las filas del PAN, que cuenta con votos suficientes para inquietar al sistema y otros partidos. Pero sus broncas internas no parecen fáciles de superar y una ruptura del grupo que encabeza Felipe Calderón puede llevar al resto de los panistas al desastre y la necesidad de aliarse con una parte de la “izquierda”. La derecha está tan herida por sus desavenencias internas como la izquierda, lo que puede beneficiar al PRI.
En el PRD, los Chuchos -soberbios y dispuestos a jugarse la vida del partido por conservar el hueso- se niegan aceptar que su ambición puede terminar con los restos del instituto político que pretendió ser la suma de todas las izquierdas y termina como un remedo de todos los males del viejo PRI, no logró consolidarse como una fuerza socialdemócrata.
Al perredismo no le queda más que apostar por un matrimonio de conveniencia con Movimiento Ciudadano, la pedacería del PT y algunos otros pedazos de la “izquierda” que no pasan de ser un mala herencia de las alas nacionalistas del PRI.
Todo parecería poner la mesa para que Morena se dé un banquete, pero Andrés Manuel López Obrador es el hombre más necio (según la Real Academia de la Lengua: ignorante y que no sabe lo que podía o debía saber) de la escena política, se siente ya ganador de la presidencia y ataca a sus potenciales aliados. Como un líder religioso que pide fe, más que convicción política, condena a todo el que no piensa como él. Y más que pavimentar el camino se va poniendo piedras en el camino.
El restos de los partidos no tienen fuerza ni futuro como para levantar una candidatura de peso, pero, hay un pero…
Hojas extraviadas
En una sociedad donde la ciudadanía no aparece como gran protagonista de las batallas sociales, no deja de sorprender la victoria de algunos candidatos independientes, que en muchos casos son más que nada, políticos sin partido. El caso más significativo es el de Nuevo León, donde un priísta pudo de la noche a la mañana y con una campaña sorprendente -que debe ser analizada desde muchos ángulos- barrer con una estrategia anti sistema, habrá que ver cuando llegue al gobierno si no tiene a quién pagar por los favores recibidos, más allá que dice que solo servirá al pueblo.