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Libros de ayer y hoy
Elección del ombudsman en momento histórico
La larga lista de aspirantes a la presidencia de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) deja ver que en México hay muchos personajes que no temen meterse a la cueva del lobo o sacarse el tigre en la rifa, con tantos pendientes urgentes por atender en ese terreno de las garantías individuales. Habrá quienes tengan vocación de héroes o quizá de políticos de carrera y uno que otro con decisión y vida comprometida con el respeto a los derechos humanos, tarea en la cual -de una y otra forma- se choca con el poder y obliga a la independencia del gobierno y a siempre estar del lado de la verdad.
Como en casi todos los países del mundo, la defensa de los derechos humanos nace ante los abusos desde el poder, en la lucha contra gobiernos autoritarios o dictatoriales, así como en naciones -como es el caso de México- en que los cuerpos policiales, militares y autoridades no respetan las garantías individuales y maltratan a la población, en muchas ocasiones porque se trata de presuntos delincuentes y en otras debido a que los ven como enemigos políticos o de la sociedad que dicen defender.
Década de batallas desde las catacumbas, cuando los escuadrones paramilitares torturaron, asesinaron y desaparecieron a cientos de mexicanos -en los 60, 70 y más tarde-, dieron a la sociedad mexicana instrumentos de defensa, como la CNDH, instituciones perfectibles y que deben ser preservadas de los intereses políticos o imposiciones de grupos de poder.
El Senado tiene la obligación de responder a la sociedad mexicana, sobre todo en un momento en que la incertidumbre campea ante actos de abuso como la ejecución de supuestos malvivientes por soldados en Tlatlaya, el asesinato y desaparición de estudiantes en Iguala a manos de policías subordinados al crimen organizado o la desaparición y muerte de jóvenes estadounidenses en Tamaulipas, al parecer caídos en las garras de un grupo policiaco paramilitar y de oscuro origen. Desaparecidos, ejecutados y torturados son la razón que decenas de miles de ciudadanos de todos los campos de la vida social en las calles reclamando justicia y, de una y otra manera, respeto real a los derechos de todo mexicano.
La cuestión es que en la Cámara Alta se juega el futuro de la confianza ciudadana, al menos en el terreno de la defensa de los derechos humanos. Hay quien teme que los senadores ejerzan posiciones de veto y voto, o que se decidan por actuar con una mentalidad de género y pensar que “ya le toca a una mujer”. Los riesgos son muchos, hay quienes temen que la determinación se dé por conveniencia de los partidos, que pacten y sin importar que el elegido garantice una verdadera independencia y defensa de los derechos humanos voten por alguien que “no se salga del huacal” del Poder Legislativo o Ejecutivo.
Una decisión que no gane, no solo el apoyo de los senadores, la aceptación de la sociedad pone en riesgo la viabilidad de la CNDH, puesta en entredicho desde hace meses por las duras críticas contra su actual presidente, Raúl Plascencia, quien desde hace tiempo se mantiene en campaña y tejiendo alianzas a pesar que varios de los candidatos han puesto en evidencia que la reelección en la Comisión termina siendo una piedra que lleva el cuerpo al fondo del agua, debido a los compromisos que se hacen para mantenerse al frente de un organismo que debe estar lejos de toda componenda.
Historia personal
Unas Hojas Perdidas escapan de entre la baraja de cartas con nombres que tienen los senadores. Las historias en las tareas de las garantías individuales son más o menos atractivas, como la de Bucio Mújica, más de tres décadas de batallas en los espacios de derechos humanos, y en su última trinchera (Conapred) dejó huella sobre lo vital que resulta tener una sociedad protegida en todos y cada uno de sus derechos. En su vida institucional ha contribuido a dar visibilidad a grupos vulnerables y lograr el desarrollo de políticas públicas en su favor, campo en el cual su desempeño profesional desde la sociedad civil y las instituciones de gobierno le presenta como constructor de espacios de diálogo y programas en beneficio de la sociedad. En un momento de incertidumbre político-social, desconfianza en ciertas instituciones y gente que reclama justicia, la elección del Ombsuman es un asunto delicado y Bucio Mújica, o alguien con su perfil, puede ser el hombre que desde una posición de independencia y compromiso con la gente marque la ruta de retorno a la confianza a una de las instituciones autónomas que más valía tienen para la sociedad mexicana.