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Escenario político
Impunidad y otras malas artes
“No nos hacemos responsables de ningún objeto de valor que se quede en su auto”, advierten letreros en casi todos los estacionamientos de la ciudad de México, se trata de una amenaza clara de que son cueva de ladrones que se llevarán cualquier cosa valiosa que se “encuentren” los acomodadores, lo mismo pasa con los valet parking que preguntan ¿deja algo de valor? Y no es para cuidarlo, sino para en los más de los casos desaparecerlo.
Asuntos de mayor impacto y relevancia nacional dejan en la sombra el grado de impunidad reinante por todos lados. No hay autoridades federales o locales que enfrenten a estos delincuentes, ni Profecos, ni judiciales. Las historias de robos de computadoras, radios, carteras y todo tipo de objetos en los estacionamientos son incontables, e imposibles de denunciar porque a los malhechores les ampara la justicia: quién va por allí con fotos de lo que olvida o facturas de lo robado que exigen “responsables” de los establecimientos.
La impunidad reina en las calles, de las que son dueños ilegales los “viene viene”, que establecen cuotas a su arbitrio y conveniencia con la complicidad de autoridades administrativas y policías, dos botones de muestra: En Avenida Universidad -entre Xola y Morena- algunos restaurantes y comercios pagan cuotas a las grúas para que arrastren de la zona autos de quienes se estacionan en la calle libremente y no consumen en sus establecimientos. El convenio llega a la delegación Benito Juárez y los “gruyeros”: antes los burócratas de la Secretaría de Comunicaciones llegaban temprano y estacionaban sus carros en los lugares disponibles, pero desde hace unos meses muy de mañana las grúas “barren” con ellos, pero unas horas después los valets de la cantina La Valenciana se estacionan librementente y levantan una pluma de los limpiadores a los autos, señal que están bajo la protección.
En Tepito, estacionar un rato, cuesta los fines de semana 50 pesos, y los “cuidadores” son gente brava, con la no se discute y hay que pagar si se quiere un lugar. Las patrullas simplemente “cuidan el muerto”. Una más, en Periférico, a un costado de las Torres de Satélite, hay parquímetros y durante el día nadie pone monedas y las autoridades no multan a nadie, pero después de las 19 horas, aparecen los “cuidadores”, cobran 30 pesos por el lugar y si no se paga ponchan las llantas, rayan los autos y roban algunas piezas. La policía pasa más tarde por su tajada.
Los acomodadores son los verdaderos dueños de la calle e imponen su ley impunemente. Nadie pude con ellos, ya que como en cuestiones mucho más graves, las autoridades tienen participación.
Y si de impunidad mayor se trata, los bancos no se quedan atrás. Hay varios casos que se han dado recientemente en diferentes bancos:
Banamex manda un NIP a gente que pidió datos de una tarjeta sin llegar a contratarla, pero se la concedieron y no la entregaron.
En HSBC ofrecen tarjeras y quienes se interesan llenan formularios en espera de la aprobación del crédito, pero a las semanas reciben estados de cuenta con miles de pesos de deuda. Nunca recibieron la tarjeta, y en el banco -al presentarse una queja- los ejecutivos solo dicen “le puedo ayudar a que nos pague”, pero indican que ya despidieron a los que hicieron los trámites y probablemente defraudaron a médicos de Perinatología.
Bancomer no se queda atrás: le cobra a algunos clientes descuidados, que nunca abrieron los estados de cuenta de una tarjeta que nunca pidió, literalmente los tiraba cerrados a la basura. Pero un día, a una persona le llamaron y le dijeron que debía 20,000 pesos. Jamás recibió la tarjeta y mucho menos un seguro que es el que ha acumulado la deuda. Las autoridades le ayudan, pero –siempre hay un pero– le dijeron que debe pagar y después se verá.
Impunidad y nada más, eso es lo que hace que las cosas anden mal en este país, donde los asuntos de gravedad extrema hacen que la gente no tome nota y proteste fuerte por los robos, bancos y otros sitios.
En el montón de Hojas Perdidas hay una oculta: dice que la gente enardecida por la tragedia de Iguala, pide castigo para los culpables con toda la razón del mundo. Pero de otro lado, a los violentos que agreden a gente inocente, queman edificios públicos y lanzan ataques graves contra la policía no quieren que los toquen ni con el pétalo de una denuncia. Hágase la justica en los bueyes de mi compadre, decía un viejo dicho, palabras que hoy parecen ser la consigna entre los defensores de los radicales de izquierda que siguen cometiendo actos vandálicos con toda impunidad.