Visión financiera/Georgina Howard
La sociedad cansada
Una sociedad cansada, hasta seguramente de sus condiciones de trabajo, molesta con el poco tiempo que tiene y hastiada por los salarios insuficientes, es el retrato de la sociedad cansada de la Ciudad de México. Los vagones del Metro, asientos de Metrobús, peseros, trolebuses y camiones son el escaparate donde es evidente el cansancio de la sociedad mexicana de la gran urbe. Muy de mañana y no tanto, lo mismo que por la tarde-noche de cualquier día de entre semana al menos cuatro de cada diez pasajeros, que logran sentarse, roban tiempo al tiempo y hacen del transporte un “hotel dulce hotel”.
En las mañanas no es raro ver, sobre todo en las rutas que recorren grandes distancias, a hombres y mujeres que armónicamente se arrullan con el bamboleo del transporte público. Lo mismo jóvenes que viejos, e incluso uno que otro niño, “se echan una pestaña” en busca del sueño perdido por la desmañanada o el agotamiento que llega apenas una hora o dos de haberse puesto de pie. A muchos mexicanos les hacen falta dormir, imposible imaginar una causa concreta, sobre todo porque uno puede encontrarse a una bella durmiente o un príncipe azul ronroneando, que lo mismo a una persona pasada de peso y que ha perdido el miedo y duerme a pierna suelta y ronca discretamente.
Es cierto que son más los hombres que duermen en el transporte público, como que no hay edades para el sueño en el viaje. Los jóvenes suelen “pegar las pestañas” con cierto remordimiento, cabecean y abren los ojos, simulan que están despiertos, pero es una reacción inútil, los que van despiertos no prestan atención al sueño ajeno. Es menos común ver mujeres “echándose un coyotito”, ellas -en incontables casos- tienen una misión muy importante y femenina: “darse una manita de gato”. Con destreza de cirujano y pulso de artistas plásticos aprovechan cada minuto del viaje para embellecerse.
En fin que, la sociedad mexicana, la urbana que no tiene más que subir al transporte todos los días, luce cansada, agotada en algunos casos, esta imagen la dan muchachos y hombres mayores que “pestañean” de pie en autobuses y cualquier tipo de transporte, o algunos hombres que se sientan en el piso del Metro para dormir. Pero nadie se “duerme en sus laureles”, hay quienes tienen una especie de despertador biológico sincronizado con el tiempo y la distancia de su viaje, despiertan y bajan para irse a sus trabajos sin problema. Hay ciertamente quienes “vuelven en sí” como si recuperaran el espíritu tras un desmayo y son los que se pasaron de estación.
En las calles las protestas, son muestra del hartazgo social. Pero el silencio de esa gente que duerme en el trasporte, es muestra que el cansancio es un asunto que tiene que ver con igualmente con lo económico y la salud. Todo sin que los gobernantes tengan en cuenta que esos mexicanos que duermen por cansancio, cansados por los malos servicios y muchas otras cosas que le hacen dormir. Las autoridades deberían pensar que en estos tiempos nublados, menos que cualquier otro, no es conveniente despertar al tigre.
Del sueño a la pesadilla
Una hoja negra, parte del legajo de Hojas Perdidas, es un recuento de una mañana la ciudad:
A las 06.35 de un día cualquiera en la Ciudad de México puede verse a la gente pelear, pelear en verdad duro, sin llegar a la violencia extrema por un lugar en el transporte colectivo, no importa si es en el Metro, Metrobús, combies de algunas rutas, trolebuses o camiones del gobierno del Distrito Federal y los que llegan desde las goteras de la urbe. La batalla no reconoce edades, sexos ni tamaños, pero hay que reconocer que hay quienes ceden el paso a viejos, mujeres embarazadas, niños y sobre todo chicas guapas, esa es la ley en andenes, paradas o esquinas de la ciudad. Los millones y millones de personas que se mueven rebasan con mucho la capacidad del gobierno y los empresarios para brindar un servicio medio. La calidad sigue siendo un sueño imposible de realizar.