
Teléfono rojo
Horas oscuras del reino del mal
Las oleadas de violencia, hasta incontrolables por las fuerzas del Estado y las acciones de los gobiernos, son cada vez más preocupantes. Los delincuentes comunes y los criminales organizados retan a diario a las autoridades y someten a la sociedad, no dudan en apretar el gatillo, prender fuego, amedrentar y torturar para imponerse lo mismo en las montañas perdidas del norte de México, que en las del centro y sur.
Los casos de extorsión, robo, amenazas, asesinatos, corrupción y más se han repetido tanto que parecen cosa de una realidad lejana, no de una que amenaza en todo momento y lugar a lo ancho y largo de México. No importa si se viven en la frontera norte o en la empobrecida del sur, en las ciudades medias del centro o las comunidades marginales de cualquier lugar al que se voltee a ver: el crimen amenaza.
Los noticiarios de televisión y radio, lo que más ve la gente, han convertido la nota roja en lo cotidiano, notas y notas de crímenes de distinto orden inundan los informativos, mientras que la prensa escrita se regodea en la tragedia y pinta ya no de amarillo sus páginas sino de rojo sangre. De tanto delito que se reporta, los medios olvidan que en cada uno hay una víctima y un victimario, que la sociedad es lastimada en cada ocasión que se violentan sus derechos.
La vida en sociedad se deteriora con cada uno de los asaltos, robos, crímenes o actos de corrupción, al grado que los números que deberían causar miedo o terror, ya solo son una cifra que puede ser superada en el peor de los casos. Todo ante la ausencia de una autoridad actuante que se olvide de discursos, que deje atrás los discursos huecos y demuestre en las calles, caminos, veredas y sendas perdidas que en México se puede andar en paz y seguridad… pero nada de esto ocurre y las esperanzas se pierden.
Hojas extraviadas
México vive las horas oscuras, basta echar una mirada a los diarios de los últimos meses, de las semanas pasadas o el Facebook u otras redes sociales.
El sábado, 4 de julio, en cuestión de horas una usuaria del face recibió dos muestras de la violencia que acompaña a todos los mexicanos. Una mujer informaba que estaba traumatizada, había sido asaltada, golpeada, amenazada con una pistola en la cabeza; le robaron la cartera, el celular y más, mucho más: la tranquilidad y la esperanza de vivir en paz. No corrió al lado de las autoridades, buscó refugió en un lugar seguro: la casa de su mamá.
Minutos después la alarma sonó de nuevo en esta cuenta de Facebook, un amigo de la vida y no solo digital denunciaba que entraron los ladrones, le robaron. No lo encontraron y no lo golpearon, pero lo maltrataron hasta lo indecible, porque como se dice que a lo hurtado y a la sensación del hogar violado, se sumó –en su caso- el robo de su mascota, un acto cruel y, como toda la violencia en México, inexplicable.
La sociedad está unida por la tragedia del México criminal, pero distante de su o sus gobiernos, ajenos a la pena del ultraje diario y más dados a gusto por la falsa realidad de los discursos y promesas que se pronuncian para no cumplirse.