Poder y dinero
Dictadura de la minoría
Una obra comercial, arquitectónica, cultural y vehicular que prometía cambiar la cara y la vida de una afeada zona de la ciudad de México, un largo tramo de la Avenida Chapultepec, fue echada abajo por los golpes de piqueta de una minoría, que democráticamente logró movilizar a una parte de los habitantes de la delegación Cuauhtémoc. Menos del 5% de los potenciales votantes fueron a las urnas en un ejercicio que demostró el desinterés de la desilusionada sociedad en participar en todo lo que tenga que ver, de una y otra forma, con política. Ganó limpiamente el no y san se a acabó.
La idea de mejorar la zona de Avenida Chapultepec recibió un duro bombardeo de todo tipo de actores políticos, que renegaron del plan del gobierno y dijeron “así no”, a lo cual tenían todo el derecho del mundo. Pero, hay que señalar que hasta antes que a las autoridades no se les ocurriera darle más que una manita de gato a la zona nadie levantó la mano con una idea. Cuando proyecto oficial comenzó a promoverse en los medios saltaron los defensores de “así no”, que parece no ser más que una ocurrencia en defensa de intereses no revelados, y ahora habrá que seguir pasando y viendo esa emblemática área de la ciudad de México fea, abandonada y dejada de la mano de Dios. Hasta ahora, los ciudadanos amantes del no todo no han ofrecido nada que pueda realmente hacer del lugar algo bello, atractivo para la gente y los negocios.
Desde las trincheras de los opositores a todo, los señores del no, del “así no” porque no me gusta o no hacen negocios mis cuates o conocidos, surgen campañas en contra de planes de gobierno y proyectos de la iniciativa privada que buscan mejorar la urbe más grande y poblada de México, que proponen planes de negocios y empleo, pero que no gustan a unos cuantos que de inmediato condenan las obras como anti democráticas, neo liberales, contra ecológicas y perjudiciales para la ciudad. Son muchos sus triunfos, que se han convertido en derrotas para la población chilanga, pues esos señores del no han hecho nada más que oponerse a todo.
Hay que recordar que este tipo de “guardianes de lo puro” echaron abajo la construcción de un aeropuerto, intentaron que no se alzaran los segundos pisos, que se frenara el Metrobús, que no se abrieran nuevas líneas del metro y muchas barbaridades más.
Los vanguardistas del no se han convertido enemigos de la modernización de la ciudad de México, meten temor entre la gente a los cambios necesarios, como es el caso de su posición abierta a la instalación de parquímetros, que solo beneficia a las mafias de los “viene viene”, restauranteros y dueños de antro que no pagan un centavo por apropiarse de la calle para sacar beneficios con sus acomodadores de paga.
En fin, una vez más, esta vez democráticamente, quienes prefieren una ciudad fea y atrasada ganaron una batalla importante. Lo hicieron ante una autoridad débil, incapaz de arriesgar capital político y avanzar con un proyecto que llevaría desarrollo a la Avenida Chapultepec y la apatía de la de los ciudadanos que en cuanto escuchan de urna tienen en la cabeza fraude. Y de alguna manera, hubo, pues llamar a votar todos los habitantes de la delegación, muchos de los cuales ni siquiera saben que el lugar en conflicto es de su área, y no dejar que lo hiciera todo la población de la ciudad, terminó dando como resultado una imposición de una minoría interesada en el atraso.
Hojas extraviadas
Hace un par de décadas los medios y grupos elitistas defensores del no global, sin la distorsión de las redes sociales, inexistentes aún, lanzaron una feroz campaña contra la modernización del México Viejo. Las voces hablaban sobre el fin de la riqueza colonial y prehispánica, de la amenaza de demoliciones a diestra y siniestra. Los coros de voces de gente políticamente correcta, criticaron lo mismo que se alzar la nueva Cancillería en la zona o que se abrieran negocios por doquier. Furiosos, trataron por todos los medios que las inversiones no llegaran al Centro, al que comenzaron a llamar despectivamente Slimcenter, pero en esa ocasión ofensiva no prosperó.
Las autoridades de ese tiempo no rajaron ante una minoría elitista que trató con todo de impedir que el Centro de la ciudad de México se convirtiera en lo que es hoy, un lugar al que ha vuelto la vida nocturna, los paseos a todas horas, la apertura de negocios y el mantenimiento de los viejos. El turismo nacional y extranjero aumenta, la ciudad recupero su tesoro del México Viejo y hay trabajo, seguridad. Se comprobó que el hacer buenos negocios no está peleado con las cosas buenas, que ganar dinero permite que los sitios se conserven y con vida económica y social no desaparezcan ni sean tragados por los delincuentes.
Claro en el Centro que hubo cambios, se corrieron riesgo, pero la jugada salió bien para todos, menos –por suerte de la urbe- para los señores del no a todo.