Contexto
Entre telones de tragedia en Iguala
Como balas se cruzan las acusaciones de actores principales y secundarios en el drama de Iguala, que con sus seis asesinados a sangre fría y la desaparición de 43 estudiantes, tienen a la sociedad mexicana encabronada con justa razón, pero gobernantes y políticos no van más allá, no asumen responsabilidades y sólo siembran incertidumbre, sin que parezcan interesados en hacer justicia en el caso de la tragedia, ni dejan ver voluntad para terminar la vieja crisis de gobierno y violencia que azota Guerrero.
Nada puede ser peor que la sinrazón de la violencia asesina, que en esta puesta en escena fue ejecutada por policías municipales y matones del crimen organizado, pero ni unos ni otros se mandan solos.
Hasta ahora sólo se dejan sospechas, se dirige la mirada hacia otros, se señalan potenciales culpables, pero nadie habla sobre qué llevó a los criminales a preparar la emboscada que alcanzó en la confusión al autobús de un equipo de futbol. Pero esto no deja lugar a dudas que había un móvil y un plan… los criminales con uniforme o sin uniforme iban por los autobuses y sus ocupantes.
La incertidumbre domina el escenario, pero los árboles sembrados en ese campo no dejan ver el bosque. Una facción del PRD acusa a otra de solapar al presidente municipal y sus familiares, a los que ligan con los criminales “Guerreros Unidos”, en Iguala y todo Guerrero se habla de un jefe de la banda e incluso de la esposa del alcalde como mandamás en el trasfondo del ataque, en tanto que el Gobierno condena la tragedia y manda equipos de investigación y vigilancia. Pero hay una deuda de todos con la sociedad mexicana: información creíble, que no deje dudas y no huela a control de daños político.
Sin duda el panorama no puede ser peor para todos los involucrados de una y otra forma. Hay elecciones en puerta en el estado, Guerrero con Michoacán y Tamaulipas destacan entre los estados donde el crimen organizado domina territorios, a la vez que en las calles de la ciudad de México se mantiene un movimiento estudiantil de inconformes del Instituto Politécnico Nacional (cuyo final es incierto y complicado) y todavía hay ecos del caso Tlatlaya, donde un grupo de soldados habría ejecutado extrajudicialmente (todavía sin que se sepa por qué) a 22 personas posiblemente involucradas con bandas delictivas.
Y para colmo no se sabe qué llevó a la tragedia de Iguala, quizá se sepa en unos días o puede que nunca se obtenga una respuesta que convenza a todo mundo. Son muchos años de procesos judiciales que no concluyen con los responsables en manos de la Justicia y tantos los casos en que la impunidad es el único recuerdo, e incluso demasiadas promesas de justicia sin importar caiga quien caiga.
Ante este incierto panorama, y la ausencia de información totalmente convincente, vale la pena echar una mirada a los entre telones, preguntar -como sociedad nacional- qué llevó al PRD a apoyar a un personaje tan sospechoso como presidente municipal en Iguala, qué hizo que el gobernador no denunciara a tiempo que la federación no tomaba medidas ante sus supuestas denuncias de la barbarie instalada en Guerrero e incluso qué razón tuvieron los opositores del PRI, PAN y otras fuerzas políticas para callar. Toda la información dada a cuentagotas y sin despejar dudas contribuye a la incertidumbre y la especulación.
En medio de todo, sin olvidar la tragedia de Iguala ni dejar de pensar en la exigencia de justicia, vale la pena pensar que cosas como esta tienen orígenes:
Qué hubiera pasado si la primera vez que los radicalizados estudiantes de izquierda de Ayotzinapa secuestraron camiones, el gobierno los hubiera sometido a la ley, quizá no se hubiera repetido el delito.
Esto viene a cuento porque si es cierto que los “Guerreros Unidos”, ya sea por mandato de sus líderes clandestinos u órdenes de la familia en el poder, dominaban la escena económica en la zona, lo cual incluiría la extorsión a empresarios y comerciantes, quizá controlaban el transporte y vilmente se cobraron las facturas por la captura de autobuses. No hay nada que permita sustentar esta idea, pero tampoco nada oficial que la eche por tierra.
Los estudiantes y gente de los círculos cercanos a la normal rural, no ocultan que los normalistas iban “a tomar prestados” los camiones, no les parece que hubiera algo ilegal en ello. Son gente pobre de pueblos perdidos en zonas donde parece que jamás pasó la justicia social y donde han florecido movimientos armados opositores. Pero en Ayotzinapa la voz del pueblo se alza para negar que existan ligas entre los estudiantes de Ayotzinapa y las guerrillas que operan desde hace décadas en Guerrero.
Pero…
Entre las Hojas Perdidas hay una: el comunicado del Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI) que reclama una liga entre los estudiantes de la normal y los guerrilleros. La nota declara la guerra a los “Guerreros Unidos” y justicia de lo que llama “narco Estado” y lo hace “con todo el dolor ante la detención-desaparición de los compañeros normalistas y el vil asesinato de otros civiles”. La distinción entre “compañeros” y “civiles” abona también a la incertidumbre…
@TonioOAvila51