La nueva naturaleza del episcopado mexicano
El voto contra la guerrilla guerrerense
El camino de la democracia pasa por las urnas, no hay más. Por agraviada que se encuentre una sociedad o inconforme con el gobierno o los actores políticos, si piensa que el mejor modelo de vida es la democracia, no puede prescindir de las urnas, del voto ciudadano. Todo esto tiene que ver con la postura radical asumida por organizaciones políticas de la izquierda revolucionaria en Guerrero, que lo mismo con la justa bandera de reclamo de justicia en el caso de los normalistas de Ayotzinapa desaparecidos o las arbitrarías demandas de unos maestros que sólo defienden privilegios sindicales y puestos políticos, y que ahora pretenden anular las elecciones en ese estado.
La causa de la búsqueda de los estudiantes desaparecidos por policías municipales en Iguala ha destapado la olla de presión que tiene en las regiones más pobres y atrasadas, zonas donde organizaciones guerrilleras han trabajado con la inconformidad de la gente desde hace décadas. Toleradas o reprimidas, esas fuerzas –que han tomado el camino de las armas para tratar de cambiar a México, realmente nunca han sido democráticas, sino ideológicamente totalitarias y ajenas al camino del voto ciudadano democrático.
En un estado donde el México profundo tiene lo mismo que una enraizada miseria con la riqueza desbordada de uno cuantos, el atraso social con la ostentación de posesiones y una larga lista de políticos sucios de todos los signos políticos, protegidos casi todos por la impunidad, los movimientos radicales han tenido un refugio ideal. La pobreza y abandono social han sido el abono de sus luchas, que ahora con la tragedia de Iguala encontraron un escaparate nacional e internacional para tratar de concretar sus planes o sueños: lograr una insurrección nacional.
Los padres de los normalistas de Ayotzinapa, los maestros guerrerenses radicalizados y muchas organizaciones que casi nunca revelan su presencia, incluso algunas policías comunitarias, tienen detrás de los reclamos por la desaparición de los normalistas otras demandas, planes que sólo se rebelan con la idea de suspender las elecciones de junio a como de lugar. El INE y otras organizaciones del Estado afirman que las elecciones se llevarán a cabo, incluso con el apoyo de las fuerzas públicas de seguridad en los lugares de votación.
Esa es la idea institucional, pero una información aparecida en el diario Milenio no deja lugar a dudas hacia dónde quieren ir los izquierdistas revolucionarios de Guerrero: “Melitón Ortega, uno de los padres agraviados por los hechos del 26 de septiembre, sostuvo que en campaña todos los políticos hacen promesas y dicen cosas que generalmente no cumplen… Para nosotros eso no es novedoso, no vamos a creer en las palabras de ningún político. Si Andrés Manuel López Obrador defiende las elecciones, es porque él cree que esa es la vía para resolver los problemas, pero nosotros tenemos situaciones muy serias y seguimos en la lucha».
La advertencia es clara no solo para Morena, otros partidos y las instituciones, sino para la sociedad en su conjunto, pues este líder social fija posiciones: “esa declaración (en defensa de las elecciones) ni nos va, ni nos viene; no vamos a caer en el juego de ningún político».
Es cierto que los partidos son responsables en mucho en la descomposición social de Guerrero, como también lo son los gobernantes de todos los signos y políticos enriquecidos al amparo de la función pública, pero no se puede negar que si se quiere una sociedad moderna y democrática no se puede dejar de ir a las urnas y votar, incluso anulando el voto que es una señal de repudio a los políticos tradicionales y una forma de expresar democráticamente la inconformidad social.
Hojas extraviadas
Algunos políticos que se identifican como fundadores del PRD reconocen que su partido vive tiempos duros, de abandonos y fragmentación. Se dan por enterados pero no asumen responsabilidades, los Chuchos han quedado como dueños casi únicos de los presupuestos y puestos de partido, ellos que se han distinguido desde siempre por el oportunismo y la negociación torcida, aunque también por la apertura hacia algunas posiciones de avanzada, serán muy posiblemente los enterradores de ese partido, al menos en lo que corresponde a la opción democrática en la izquierda. Los Chuchos, caprichosos y ambiciosos, no supieron entender que podrían haber tenido más partido, si hubieran cedido algo del poder y del dinero que llegan con el control de los partidos.