Eliminar autónomos, un autoengaño/Bryan LeBarón
Atrapados en la ola conservadora
La sociedad mexicana es rehén del conservadurismo, los políticos se han olvidado por completo de promover cambios que realmente beneficien a la gente. Desde hace varias décadas, los partidos se han transformado en maquinarias que únicamente trabajan en cuestiones electorales, batallan por defender sus intereses o pasar leyes que benefician a sus poderosos aliados, Juan Pueblo se quedó sin representantes, quizá desde la efímera existencia de Frente Democrático Nacional…
El PRI volvió al poder con la promesa de ser diferente, democrático y preocupado por solucionar los problemas nacionales, pero el retorno fue a las viejas fórmulas abusivas del poder, políticos que se aprovechan de las relaciones para enriquecerse, funcionarios incapaces de aclarar los asuntos que crispan a la sociedad. Los priistas tienen un ADN autoritario, no leen los mensajes del pueblo, no les interesan. Dejaron en el olvido la búsqueda de la justicia social, que ya ni siquiera sobrevive en los discursos. El PRI es baluarte del conservadurismo, no quiere transformar nada, mueve y mucho para que quede todo igual. Gatopardismo.
Al PAN le es imposible jugar en otro terreno que no sea el de los conservadores, sus hombres son de derecha, muchos de ellos religiosos y ven a través del cristal de los mandatos de su iglesia cuestiones que las sociedades modernas necesitan, asuntos que tienen que ver con divorcio, casamientos gay, aborto. Se amparan en un viejo discurso del bien común, de la persona humana, que cuando estuvo en la Presidencia no intentó materializar. Sus hombres de mando viven para la disputa interna, la defensa de lo establecido dentro y fuera del PAN y, sobre todo, mantener su sueño de volver a Los Pinos. Son conservadores, no tienen una propuesta para cambiar al país, solo quieren el poder y vencer al PRI, pero para mantener todo conservadoramente.
A mucha gente le suena que los conservadores están solo en la derecha o la indefinición ideológica que suele presumir el PRI, pero la realidad es que en México los peores conservadores son de izquierda, o de los restos de lo que una vez fue la izquierda que promovía el cambio desde saberse minoría. Mantener el poder en el partido ha llevado a los comunistas, socialistas, socialdemócratas y otros bandos a quebrar en mil y un pedazos a la izquierda, hoy dividida en dos ramas con poder y muchas fracciones que reclaman esa denominación, sin ser más que negociantes del poder.
Basta echar un ojo a los despojos del PRD que todavía se disputan a sangre y fuego los responsables de la tragedia partidista, no se trata de líderes que batallen por llevar al partido a la defensa de los intereses del pueblo, sino de políticos profesionales que luchan por mantener sus privilegios de los que han vivido décadas.
La otra vertiente de la izquierda de estos días es propiedad del político más conservador de los últimos tiempos, Andrés Manuel López Obrador, quizá el único político que se dice de izquierda y proclama su conservadurismo a diario. Desde el púlpito de Morena lanza condenas a todo lo que parece ser renovación: reforma educativa y cambios en las leyes que benefician a líderes corruptos y más. Él quiere conservar las fórmulas que hicieron del PRI un partido casi único, no quiere instituciones que libres fallen en su contra, desea organizaciones sometidas, al estilo CTM, CROC y otras siglas de la era disnosáurica del priismo. Su conservadurismo es tan grande como la fe de sus miles y miles de fieles.
Hojas extraviadas
La indiscutible batalla por la transparencia, vital para que México cambie, curiosamente ha llevado a que una oleada de comentaristas de derecha, que se dicen liberales, domine la escena. Condenan a los partidos y a los políticos, no sin razón, pero limitan sus dardos flamígeros a cuestiones de rendición de cuentas y ciertas libertades ciudadanas, asuntos que les ganan muchos puntos. Pero, surgidos de grupos de poder o beneficiarios en ciertos casos de los mismos partidos o administraciones que hoy golpean, procuran no ver que este país es injusto por la mala distribución de la riqueza, que quizá con la corrupción son los dos grandes males del mexicano. En fin, los conservadores tienen la mesa puesta, están en todos lados y no tienen nada que les impida seguir reinando.