Contexto
Ayotzinapa, ruta al radicalismo total
La sociedad mexicana, o al menos una parte muy importante de ella, se encuentra indignada y se siente agraviada por la situación general de México. Dese hace décadas acumula golpes, lo mismo económicos, sociales y políticos, se siente olvidada, marginada del bienestar pleno que solo disfruta una minoría. El caso Iguala, el secuestro, desaparición y asesinato de normalistas de Ayotzinapa originó un tsunami que golpea al gobierno sin descanso desde hace un año.
Los padres de los normalistas y los grupos que les rodean y que con su consentimiento o sin él manipulan la indignación popular, acusaron, juzgaron y condenaron al gobierno por un crimen que todo parece indicar fue obra de criminales que desde hace mucho mandan en Guerrero con la complicidad de autoridades corruptas de todos los signos políticos.
A las bandas criminales, los padres no quieren tocarlos ni con una sola acusación, quizá porque siguen estando bajo su mira, pero es posible que la guerrilla que se mueve en regiones guerrerenses no quiera que vientos sobre un terreno donde es posible que los intereses del tráfico de drogas y el trasiego de armas corran por las mismas rutas clandestinas y al final tengan puntos de unión. Las drogas van al norte y desde esa zona llegan las armas para los guerrilleros y traficantes. Quizá por esa posibilidad no haya denuncias de los padres contra los traficantes y mucho menos sobre la presencia de los alzados en armas.
Las oleadas de repudio al gobierno ya habían comenzado antes de la tragedia de Iguala, pero los motivos que dan lugar a ellas no habían tenido detrás a grupos organizados y radicales como los que parecen ahora alzar sus banderas y mostrar que más que justicia reclaman la caída de un gobierno. Cierto que sus reclamos siguen teniendo la razón porque están fundados en el dolor de los padres, familiares y amigos de las víctimas, e incluso de algunos sectores de la sociedad, pero en la zona de Ayotzinapa, del Guerrero profundo, pobre y olvidado, la guerrilla siempre ha sido la manipuladora y beneficiaria de la pobreza y olvido político del gobierno.
La manipulada conclusión que “fue el Estado”, impuesta como si el gobierno federal hubiera dada la orden contra los normalistas, se dio siguiendo aquella vieja receta de repite una mentira mil veces y se creerá como verdad. Las autoridades no han podido sacudirse la acusación, fallaron al tratar de no molestar a los radicales y no poner en evidencia que los estudiantes habían secuestrado autobuses y que en otras ocasiones ya habían asaltado casetas de peaje, robado camiones y mercancía para protestar contra el gobierno. Nada justifica el secuestro y asesinato de los jóvenes normalistas, pero tampoco debe justificar que se cometan delitos. Hasta ahora nadie ha enfrentado a la ley por toda la violencia (contra policías y edificios públicos y propiedad privada) desatada por los seguidores de los padres de los normalistas.
A los reclamos de los padres y sus aliados se han sumado organizaciones sociales igualmente radicalizadas, mientras que sectores del “pensamiento” y ciertos politólogos los respaldan desde sus trincheras de papel o radiofónicas, porque es políticamente correcto y no porque estén dispuestos a ir a la calle y pasear su inconformidad delante de todo mundo, quizá porque realmente en cuestión de clases sociales están muy distantes de los radicales que surgen de la pobreza y marginación, pero los une en el imaginario político el disgusto contra la actual clase política.
Los padres y sus aliados han logrado crear una ola social, cuya altura y fuerza todavía no puede medirse, pero que en principio tiene como bandera no creer en nada que no refuerce su idea que “fue el Estado”, como lo hicieron con todas las debilidades posibles los “expertos independientes”, que al final de cuentas solo han actuado como una ONG, de las que realmente son más anti gobierno que no gubernamentales. En fin, la sociedad, justamente indignada y desesperanzada por muchas razones, puede estarse metiendo en una trinchera donde la oscuridad no permite ver el rostro verdadero de los compañeros de viaje…
Hojas extraviadas
Un apunte que no aparece en todas las notas sobre la marcha de unos 20,000 indignados por la tragedia de Iguala, muestra que los cerebros detrás de las movilizaciones están a punto de dar un paso más en sus sueños de rebelión contra el gobierno y la sociedad en su conjunto, apuestan por el radicalismo de izquierda , con la bandera de los muertos de Ayotzinapa quieren que los indignados con el gobierno, por la causa que sea, se sumen a un frente nacional radical, una organización que desde las catacumbas del marxismo-leninismo que proclama todavía la dictadura del proletariado y la antidemocracia de un comunismo como el de Corea del Norte comience a “construir el programa político y el plan único de lucha que nos lleve a forjar el paro nacional, un cambio y una transformación por nuestro país”.