Cielo nublado con clima fresco en CDMX
CIUDAD DE MÉXICO, 16 de marzo de 2016.- Casas con tabiques rotos, huecos entre láminas y construcción, puertas que se inclinan con el peso y que están sólo con una soldadura, pisos que a los pocos meses se resquebrajan o se les forman agujeros, porque abajo tienen cascajo que no fue apisonado, ventanas tan pequeñas que impiden el paso de la luz para iluminar y utilización de materiales de ínfima calidad, son las constantes de las construcciones financiadas con dinero del Fondo de Aportaciones para Infraestructura Social (FAIS), en la delegación Iztapalapa.
Las anteriores anomalías han provocado que la Contraloría General del Gobierno de la Ciudad de México y la Auditoría Superior de la Federación hayan abierto una investigación contra la contralora interna de la delegación Iztapalapa, Sonia Angélica Nieto Lara y José Javier Flores Niño, jefe de la Unidad Departamental de auditoría operativa y administrativa de dicha demarcación política, debido a que se detectó un manejo opaco en las licitaciones de construcción.
Y hay más nombres de funcionarios de la delegación involucrados en este supuesto ilícito: Arturo Martínez Vázquez, quien no reportó nada en la minuta del contrato IZTP/DGA/LPN/222/2015, la firmó y después renunció; Yovani Miguel González Campos, quien revisó el contrato IZTP/DGA/LPN/222/2015 junto con el arquitecto Arturo Martínez, pero no firmó la minuta, y tampoco reportó ninguna observación de la construcción y bloqueó la auditoría a FAIS 2015 y Guillermo Chávez Paredes, quien sólo reportó el avance de la obra del contrato IZTP/DGA/LPN/220/2015, pero no las observaciones de las construcciones.
Quadratín visitó cuatro domicilios beneficiados con el FAIS y en uno de ellos vio que incluso se colocó una ventana entre dos habitaciones. Además, en dos de las casas el cascajo sobrante fue dejado en la calle y no han pasado a recogerlo.
El FAIS trabaja con fondos federales y empezó en Iztapalapa desde 2014. En 2015, la demarcación contó con un presupuesto millonario que según documentos oficiales oscilaría entre los 66.6 millones de pesos, como partida mínima, y 166.7 millones de pesos, como máximo.
La población objetivo del programa “son aquellas familias en pobreza extrema, que habitan una vivienda sin calidad dentro de la delegación Iztapalapa”, y luego de hacerles un estudio socioeconómico y comprobar que no viven en un terreno irregular, se les ayuda a tener un piso, un muro y un techo nuevos, que no tengan un área de más de 30 metros cuadrados.
La administración que encabezó Carolina Santana Nieves, la cual concluyó en septiembre, inició las obras, y la actual de Dione Anguiano comenzó las entregas desde fines del mismo año.
Los testimonios
Uno de los domicilios transformados por el FAIS se encuentra en Villa Diezmo 36, Desarrollo Urbano Quetzalcóatl, donde habita Cristina Caballero Sánchez, cuya madre es la propietaria. A primera vista los desperfectos no son visibles, el ladrillo rojo es notorio entre las demás casas que rodean la construcción y hasta brilla, pero al acercarse la distancia entre las juntas de ladrillos es más larga de lo común.
Según especificaciones técnicas contenidas en contratos que circulan en Internet, no debían pasar de un centímetro, pero son tan grandes que en la ranura cabe el ancho de un dedo. Caballero Sánchez muestra que además los albañiles emplearon ladrillos rotos o despostillados.
También dice que las paredes son frágiles, y le pega a una y su vibración se siente metros adelante. El piso muestra cuarteaduras y hasta unos hoyitos, ideales para jugar canicas. Las fallas continúan en las puertas, que se cuelgan porque fueron mal soldadas, además de que ya se le nota la oxidación. Los marcos que las rodean se ven despostillados, ya que sólo son una untada de cemento. Por lo que ella debió reforzar algunas partes.
La luz apenas entra a las habitaciones, las ventanas que colocaron los responsables de la obra apenas ayudan por su tamaño, similar a las de un baño.
Las obras consistieron en derrumbar lo que tenían antes y el cascajo que de ahí salió fue usado para rellenar el piso del cuarto.
Recuerda que cuando la obra fue entregada, ella no estaba, sino su mamá, quien firmó, pese a que no sabe leer ni escribir.
Otro caso es el de Enrique Araiza Pérez, de 79 años de edad, quien vive en Villa Belgrano manzana 6-B lote 4. Como en el primer caso su fachada es naranja y también se observan las juntas más separadas de lo que las especificaciones técnicas marcan. Además se observa cascajo que quedó y que nadie se llevó y él debió juntar en unos improvisados contenedores para que no se quedara tirado.
Amable, accede a recibir a Quadratín y muestra su habitación. A pesar de ser mediodía se nota oscura, tanto que dice que cortó una parte de la lámina de la puerta y le puso un vidrio para que entrara la luz, a pesar de que las autoridades les pidieron no modificar la obra durante un año.
Muestra el techo y se ven algunas separaciones entre láminas, que duda sean nuevas como le dijeron, y como en la primera casa se notan algunos huecos que dejan pasar destellos solares, pero en las noches también frío, ello pese a que él ya puso impermeabilizante.
De buen humor, muestra que la habitación tiene una ventana tan pequeña que la compara con aquella donde Pepe el Toro hace confesar a Ledo que fue él y no el carpintero quien mató a la usurera, escena de la inolvidable Nosotros los pobres.
“El ingeniero prometió una ventana más grande y mire la miseria de ventana que dejó”, recuerda.
Su piso luce cuarteado a pesar de no tener más de un año. También se ven algunos ladrillos rotos rellenados con cemento y entre una habitación y otra es posible ver que hay espacios entre el cemento y el ladrillo. “Así puedo ver la tele desde acá”, expresa con una sonrisa mordaz.
En su caso tampoco le pusieron tepetate sino cascajo que salió de lo que derribaron para poner las paredes rojas y el piso.
“Echaron cascajo, yo creo por eso se cuartearon (los pisos); no lo apisonaron”, analiza.
Afirma que el albañil un día dejó de ir y aunque estaba a punto de concluir, no lo hizo y entonces él y su nieto tomaron la cuchara y taparon algunas ranuras.
Otro ejemplo es el de Cocotal manzana 44 lote 9 esquina Villa Franqueza, en la colonia Buenavista, vecina de Desarrollo Urbano Quetzalcóatl.
Ahí la señora María de la Luz González Carmona muestra una construcción que parece surreal. Dos habitaciones, una para cada una de sus dos hijas y sus familias, están separadas por una ventana, la cual fue clausurada: no tenía una función útil, pues no ayudaba a que entrara más luz o a que entrara aire.
La razón de que fuera colocada caprichosamente ahí es porque como González Carmona no aceptó que se la pusieran en el muro que da a la calle, ya que a veces se escuchan balaceras, el ingeniero le dijo que ellos estaban obligados a poner esa ventana y lo hicieron entre las dos habitaciones.
Como en otras construcciones, las juntas miden más de un centímetro, algunas láminas lucen separadas, pero su casa incluye otros detalles del antimanual de las construcciones: los ejecutores de la obra hicieron un canto para una puerta, pero como si fuera un pantalón mal zurcido, resultó que el canto era más grande que la puerta, por lo que pusieron una minicolumna de cemento para compensar.
También las puertas están soldadas deficientemente y una estuvo a punto de caerse, la de su hija Joanna, recuerda. En lo alto se equivocaron de nueva cuenta, pero ahí no arreglaron, por lo que dejaron un espacio suficiente para que se cuelen lagartijas o ratones.
Les prometieron que la obra tardaría dos meses y a los tres meses y medio aún no les entregaban la obra, que se preveía sería en un acto con Dione Anguiano, actual jefa delegacional desde octubre.
María de la Luz contaba con un juego de llaves, por lo que un día llegó y a la brava se metió, relata ella misma. Ni sus hijas ni ella podían pagar la renta y decidieron volver. Encontraron la obra prácticamente terminada, aunque el piso estaba algo disparejo, y un prometido escalón para la entrada, más alta que el nivel de la banqueta, se quedó pendiente y en su lugar hay unas tablas y ya una vez una de sus hijas se cayó.
Sólo María Antonia Ramírez, quien vive en Villa Frechos, manzana 13, lote 6, de Desarrollo Urbano Quetzalcóatl, luce satisfecha. Con 37 años ahí, recuerda que desde agosto llegaron para reconstruirle su vieja construcción.
Dice que como levantaron el suelo usaron tepetate y el cascajo saliente lo arrumbaron afuera, un camión delegacional se lo llevó.
Dice que nunca había arreglado su casa, pero un señor la invitó al programa, metió sus papeles y ahora tiene una nueva construcción. Reitera su satisfacción, pero acepta que sabe que otros vecinos no quedaron tan contentos.