Escenario político
Leo a Pepe Carreño en Excelsior (25 de julio) y me entero que tenemos otro iluminado con la solución a los problemas en el patio trasero de las barras y las estrellas. Robert Kozloksi se llama este heredero de una dinastía que arranca desde antes del llorado James Monroe, pasa por su epígono Adams y su tocayo Polk, se nutre con el primer Roosevelt y el profesor Wilson y una cabila de fieros guerreros que a lo largo de la historia han buscado la manera de que el destino manifiesto nacido a orillas de Potomac se cumpla en las vacas de nosotros los compadres, no en Wall Street ni en el Mall o en los alrededores de Houston. No señor.
Tan ilustre linaje no quita que el tal Kozloski sea un mentecato. Vea usted su propuesta: “El gobierno de Estados Unidos debe emplear fuerzas especiales e infantes de marina para ayudar a México a resolver los problemas de inseguridad”. Y como si esto no fuera poco, el Fulanito sostiene que con unos cuantos batallones de güeros deslavados color mostaza se podrían destruir “sofisticadas organizaciones criminales internacionales”.
¡Válgame Dios! Lo único más peligroso que un necio con iniciativa, es otro ignorante. La tierra de Washington y Jefferson ha proveído muchos ejemplares. Aquí dos: poco antes de morir a los 93 años en el 2009, Robert S. McNamara, quizá el más poderoso secretario de la Defensa en la historia de Estados Unidos, confesó en un documental de cine que la derrota en Vietnam se debió a que en Washington nunca entendieron los motivos históricos de la resistencia en el minúsculo país asiático; y en su libro de 1991, Bajo fuego, el siniestro padre intelectual y animador del affaire Irán-contras, Oliver North, explica así la causa del fracaso de aquella operación: “En retrospectiva, muchas cosas sobre el Medio Oriente que debíamos saber, no nos quedaban claras. Aunque parezca increíble, estábamos totalmente impreparados no sólo para la caída del Sha, sino para el encumbramiento de la teocracia del Ayatola y la implantación de su fundamentalismo radical islámico”.
Esto de puño y letra de uno de los más experimentados cuadros de la intriga, el terrorismo y el espionaje de Estados Unidos. Kozloski debe ser primo hermano del coronel North. Sobran comentarios.
Reproduzco a continuación lo que escribí hace ocho años con motivo de otra crisis de seguridad y migrantes entre nuestro país y The land of the free and the brave. Cualquier semejanza se explica porque nuestra relación con el norte desde el siglo XVIII es un ritornello perverso:
“¿Se ha percatado de que la moralina de nuestros primos del norte tuvo una súbita revaloración? Quizá tenga que ver con el crujir de huesos y el rechinar de dientes que se escucha por todos los rincones de Washington después de las revelaciones de cómo la administración Bush trata a sus prisioneros en Guantánamo y la creciente indignación por el pozo sin fondo en que están metidos en Irak.
“Mas ahora resulta que nuestros rubios y waspes vecinos ya dieron con un nuevo Gran Satán a quien culpar del cáncer que está corroyendo las entrañas de su país: le pusieron sombrero charro, botines, chaquetilla, bigote y nombre: The Mexican Threat.
“¿Qué se necesitaría para neutralizar a tan singular Gran Satán? Si hemos de creer al acreditado padre Karras, con una solución de agua bendita, polvo del cerebro de un republicano y dos uñas de un demócrata bastaría, pero eso nadie se lo ha dicho a los primos y entonces tenemos la militarización de la frontera con todo y amenaza de muro. No repetiré los lugares comunes sobre la agresión a los derechos humanos de pacíficos trabajadores cuya culpa es hablar español, tener la piel morena y haber nacido, los infelices, en países cuyos ineptos gobernantes no han podido darles ni la esperanza de una vida mejor.
“Y no es que se vayan a colocar en la frontera letreros que de un lao recen “Greasers Keep Out!” y del otro: “Don’t Feed the Gringos!”. No es necesario un doctorado para ver que se canalizan fondos millonarios a la vigilancia en la frontera con México y no a la de Canadá. Son las grandes ciudades del sur las más vigiladas, y no los puertos de entrada de Asia y Europa o las urbes septentrionales las que se cercan. Pero bueno, si acá de este lado de la frontera está, según ellos, la nueva amenaza al American way of life, quizá debamos dar las gracias de que el dichoso muro nos pueda proteger a nosotros. Y no me refiero únicamente a la incontenible adicción a las drogas que ha hecho del vecino país el más grande mercado de consumidores. No. De mi archivo periodístico puedo ofrecerle otros ejemplos.
“Hace ya algún tiempo, en el New York Times John M. Broder se asombraba del horror de políticos de los dos partidos cuando quedó al descubierto la campaña china para comprar influencias en Washington mediante generosas disposiciones de dinero. Broder recuerda las actividades del Fondo Nacional para la Democracia, que en 15 años gastó 450 millones de dólares para financiar abiertamente “actividades que la CIA ha promovido bajo cuerda” durante décadas: partidos políticos, sindicatos, organizaciones disidentes y medios de comunicación, en docenas de países. “Desde el fin de la Segunda Guerra, los Estados Unidos, por lo general a través de la CIA, ha entronado y destituido a dirigentes políticos en todos los continentes, apoyado a partidos en naciones aliadas, impulsado golpes de Estado, diseminado rumores malignos, comprado a líderes y, en general, invertido incontables millones de dólares para desviar a la opinión pública”, recuerda Broder.
“Otro ejemplo de lo que nos vamos a salvar si se levanta el dichoso muro lo dieron en plena Semana Santa hace algunos años los miembros de una de sus miles de sectas religiosas. Alertadas por la proximidad del cometa Hale-Bopp justo en el equinoccio de primavera, 39 personas que esperaban la llegada de una nave extraterrestre decidieron abandonar “su contenedor carnal” y se suicidaron del modo más ordenado posible, dejando tras de sí velices, identificaciones y comunicados a la prensa.
“Esta secta, llamada “Puerta al cielo”, era dirigida por un ex profesor de música y ex ladrón de autos de 65 años, Marshall Herff Applewhite, quien, para garantizar su traslado al éter en la mayor pureza, se había hecho castrar. ¿Recuerda usted a los “reverendos” Koresh y Jones, el atentado en Oklahoma, las matanzas en Columbine…? Apenas algunos pincelazos de ese cuadro de la vida de nuestros principales socios comerciales que hoy quieren culpar de todos sus males a sus asombrados vecinos del sur.”