Abanico
El pasado domingo 18 de mayo, el Partido Acción Nacional celebró el primero de los procesos abiertos a su militancia y presuntamente “democrático” para elegir a su dirigencia nacional y determinar así los destinos de éste instituto político, pero tuvo que enfrentar ese viejo resabio que advierte sobre el peligro de escupir hacia arriba, toda vez que fue un proceso interno plagado de irregularidades, descalificaciones y desencuentros, que evidenció un PAN dividido, sin lealtad al proyecto y que se desdibujo de sus propios principios.
Pareciera ya un tema desfasado, pero ante la obstinación de algunos medios masivos de comunicación que insisten en que el proceso blanquiazul fue ejemplar y dibujan un escenario de unidad y cordialidad, además a propósito de lo aprobado en la reforma política por parte del Congreso de la Unión, resulta interesante hacer algunas reflexiones sobre lo acontecido.
Esta contienda donde los corderistas arremetieron en todo momento acusando a Gustavo Madero de utilizar las estructuras y recursos partidarios en favor de su campaña, desdibujó esa imagen “aparente” de un panismo mesurado, disciplinado y unido. Pero los maderistas tampoco se quedaron atrás y en todos los espacios buscaron desprestigiar a Ernesto Cordero, señalándolo de haber sido un Secretario de Hacienda inepto, corrupto y que inclusive entrego el país al hoy PRI gobernante.
Esas críticas y el discurso inquisidor que durante mucho tiempo enarboló el PAN para descalificar los procesos de selección del PRD, se han revertido. Al día de hoy esas críticas parecen haber sido presagios de lo que significó el haberse atrevido realizar un proceso democrático abierto, donde la militancia elegiría a sus dirigentes. Pero al parecer en la actual era de las redes sociales, los exabruptos y denostaciones superaron en gran medida a lo que cotidianamente se ve en los procesos del sol azteca, y queda visto que no es sencillo ejercer la democracia partidaria y lidiar con las diversas fracciones que contienden; dicho de mejor manera, el PAN escupió hacia arriba y el escupitajo le cayó directo en la cara.
La polémica contienda de Acción Nacional se llevó a efecto en medio de diversas irregularidades como el robo de la urna de la casilla donde votó Cordero, según evidencio su equipo de campaña; así como las denuncias de que la mayoría de los gobernadores panistas operaron a favor de Madero.
En la contienda albiazul, según datos del órgano encargado de organizar la elección, votaron 162 mil 792 militantes, es decir, más del 70% de los inscritos en su padrón de afiliado con derecho a votar; votación nacional que dicho sea de paso evidencia un padrón de afiliados muy escueto, si comparamos que sólo en Michoacán en un proceso interno del PRD participan más de 300 mil personas y ello nos da muestra que el PAN sigue siendo un partido de cúpulas con muy escueta base militante. Destaco que no señalo al PRI en este rubro, porque este tipo de procedimientos no los lleva a efecto desde hace mucho tiempo.
Otro aspecto a destacar es el crecimiento al interior de Acción Nacional del anticalderonismo, movimiento político que echó raíces a lo largo de seis años en Los Pinos, y que apostó a ganar la dirigencia nacional para mantener la hegemonía al interior de dicho instituto político.
En lo que respecta a Michoacán, si bien es cierto que Cordero gana con un mínimo margen, podemos señalar que de acuerdo a la dinámica nacional el calderonismo, tampoco pudo sentarse en el estado como la hegemonía del blanquiazul y con ello se disminuyen las pretensiones electorales de varios integrantes de este grupo.
En estos tiempos, en que los partidos políticos tienden a acotar los procesos internos para seleccionar a sus órganos directivos, habrá que señalar que a pesar de que el PAN tuvo que enfrentarse a ser parte de sus propias críticas en cuanto a lo que acontece en una elección abierta a la militancia, habrá que señalar que siempre es loable que se instauren procesos democráticos al interior de los institutos políticos, sin embargo la acotada Reforma Política que ha sido aprobada en el Congreso de la Unión, poco hace para obligar a los partidos a ser esos entes que en su acción –no solo en sus documentos- sean los instrumentos de acceso al poder de la ciudadanía y busquen la mejora continua de las condiciones de vida de los millones de mexicanos.
La reforma política que desde diciembre de 2013 fue plasmada a nivel constitucional y que fue complementada en parte en este mes de mayo al discutirse las leyes secundarias, da muestra clara que los legisladores no discutieron la mejora del actual sistema de partidos; pareciera más bien que se blindaron para seguir en la dinámica antidemocrática, mantener la detentación de las direcciones y el acaparamiento de las marcas que representan sus colores y sobre todo, seguir disputándose el financiamiento público y la designación de candidatos y representantes ante los órganos electorales.
Está claro que durante mucho tiempo veremos las mismas dinámicas de los partidos políticos, veremos las mismas pugnas de los grupos por ganar las dirigencias sólo para retener el poder, canonjías y recursos económicos. En las nuevas reglas políticas, los grandes excluidos han sido los ciudadanos, lejos de plantearse en las reformas el acrecentamiento de los derechos ciudadanos, se fortalecen a los partidos y se hace más compleja la participación ciudadana y la posibilidad de revocar el mandato a los malos representantes populares o que sean los ciudadanos quienes prioricen el destino de los presupuestos públicos.