Corrupción neoliberal
Clases
La primera revolución social del siglo XX, la mexicana, luchó por la emancipación de los campesinos y de los obreros; algo que se repitió en el movimiento socialista promovido por Lenin, que igualmente incluía sólo a los proletarios y a los campesinos (la hoz y el martillo). En ambos cambios, se excluyeron a los burgueses y, en el caso de la clase media, el comunismo lo enmarca como el sector social de trabajadores que son dueños de sus propios medios de producción.
¿A qué viene todo el rollo anterior? A que veo con decepción cómo las nuevas generaciones han perdido su consciencia social; a que las ideologías han dejado de existir y a que las clases medias –a las que algún día pertenecí- han desaparecido o están a punto de serlo.
La clase media son los dinosaurios a los que la actual recesión pueda ser el meteorito que les borre de la faz de la tierra. Igual que esos viejos habitantes del planeta, la desaparición podría no ser instantánea, pero será inevitable.
Hasta hace no mucho, la obtención de especialidades, másteres, postgrados o doctorados, además de un par de idiomas y el manejo de programas de computación, eran garantía de un puesto permanente en empresas con futuro. Ahora, esos mismos universitarios se integrarán a la generación Peter Pan, esto es, vivir en casa de los padres hasta los 30 o más años, pues su sueldo no les alcanza para independizarse. Serán los “pobres limpios”, los que acudirán a las tiendas Low cost (bajo costo) como Zara, McDonald’s, Home Depot, Wal-Mart, etcétera.
La maquinaria productiva que nació, pujante, después de la depresión del ’29 y de la postguerra, se frenó de pronto. La caída del muro de Berlín, la democratización de la ex Unión Soviética y la economía de Estado de China, dejaron al capitalismo sin enemigo al frente.
La crisis no ha hecho más que empezar y será largo y duro el proceso. Mientras, la clase media casi desaparecerá, pues dejará de ser necesaria para el cumplimiento de los objetivos económicos de las élites de poder.
México podría considerarse como un país rico, tomando en cuenta a los hombres que se han enriquecido de manera escandalosa en las últimas décadas y cuyos nombres sería ocioso mencionar. Sin embargo, la realidad es otra, pues como se
ve el futuro, desgraciadamente, esta crisis nos hará retroceder al menos tres décadas y la calidad de vida nunca volverá a ser la misma.
Las generaciones que nacieron hasta los 60’s todavía saborearon las mieles y la época de vacas gordas. Les tocó viajar, disfrutar la vida, comprar, beber y comer, hasta el hartazgo. Hoy, los estudiantes que salen de las universidades, públicas o privadas, se encuentran con contratos temporales. Atrapados en la temporalidad de por vida irán desengañándose de encontrar algo mejor a medida que envejecen.
Pero no parará ahí el problema, muy pocos cotizarán para una pensión decorosa –de supervivencia- especialmente cuando se supone que las Afores son un fraude más (Fobaproas, Ipaes y otras) para financiar a los banqueros y grandes empresarios. Se enfrentarán así a la inviabilidad de sus pensiones cuando lleguen a la edad de jubilación.
En México, como en el mundo, han aparecido las llamadas generaciones perdidas, baby losers, mileuristas, generazione mil o mini-prof. Son, se dice, aquellos jóvenes –y otros no tan jóvenes- que con maestrías o doctorados, ganan en Europa menos de mil euros. En nuestro país unos 500 dólares americanos mensuales, y eso muy bien pagados, antes de impuestos y otros descuentos.
Retomando algunas ideas del libro ‘El Horror Económico’ de Viviane Forrester, desde hace años he externado mi preocupación por los millones de profesionistas en el mundo que no encontrarán trabajo, que serán inempleables o que a los 35 años estarían considerados en el rango de los desechables. Como en la película “cuando el destino nos alcance” esto ya nos alcanzó, y hace rato.
La conclusión sería: antes de los 35, luchar, de manera egoísta, sin preocupaciones por lo que a los demás les pase, con la esperanza de hacer algo en la vida; entre los 36 y los 55, defenderse hasta donde se pueda en trabajos temporales de lo que sea; y de los 56 en adelante, tomar consciencia de que la pelea está perdida.
Adiós clase media… adiós.