Visión financiera/Georgina Howard
Un segundo
El pasado 30 de junio la vida fue más larga. A los 86 mil 400 segundos del día solar se le añadió uno más.
Ese instante no me hizo más viejo, sino una vida con experiencia acumulada.
Hay besos en la boca que duran ese tiempo. Son ósculos que se dan los que vivieron una pasión. No es que haya muerto el amor; sólo el ímpetu que forma parte del proceso evolutivo; esto es, del apareamiento primitivo.
Cuando pienso en un segundo, no alcanzo a imaginar el sinfín de consecuencias que se desencadenarán con mis actos. En esa chispa de tiempo que marcaba el reloj entre las 23:59:59 y las 23:59:59 horas del 30 de junio, cuántas cosas acontecieron.
Qué tantos cambios sufrió el mundo en ese segundo ganado; cuántos sentimientos se acrecentaron o cambiaron. ¿Fue el efecto mariposa? Ese segundo fue como “el aleteo de las alas de una mariposa que puede sentirse al otro lado del mundo” (proverbio chino) o que “el simple aleteo de una mariposa puede cambiar el mundo”. Seguramente ese instante, esa sexagésima parte de un minuto tuvo derivaciones en sistemas complejos como el estado del tiempo o la bolsa de valores. Tal vez, y sólo tal vez, el ciclo de la vida biológica o vegetal tuvo alteraciones que aún no percibimos en su consecuencia final.
“Un segundo puede salvar una vida” dice el cartel de la Cruz Roja como también ese instante puede cambiar el mundo. Convertir la felicidad en tristeza o el enojo en alegría. Una tragedia podría desencadenarse en ese mismo lapso. Los condenados a muerte o algunos enfermos se aferran a ese momento. Sus ojos, en ocasiones, piden un segundo más, como una segunda oportunidad.
El momento más feliz dura un segundo, decía Leonardo Sciascia.
Para quienes sufrimos el síndrome de la impaciencia, un segundo puede ser la eternidad.
Hasta 1967 se definía como la fracción 1/86 400 de la duración que tuvo el día solar medio entre los años 1750 y 1890. Para no meterme en broncas, me acerco a Wikipedia que me ilustra en el tiempo atómico:
Un segundo es la duración de 9 192 631 770 oscilaciones de la radiación emitida en la transición entre los dos niveles híper finos del estado fundamental del isótopo 133 del átomo cesio (133 Cs) a una temperatura de 0 k.
En síntesis, es una madrecita de tiempo que no nos imaginamos pudiera ser dividida pero que si puede cortarse (¿con bisturí?) en decisegundos (10-1 s) hasta en yactosegundos (10 -24 s) que sería una recontra madrecita.
Si comprimiéramos la vida del Universo desde la Gran Explosión hasta nuestros días en un solo año, un segundo equivaldría a 475 vueltas de la tierra alrededor del Sol. Esto es, un suspiro cósmico.
-Ya salgo. Dame un segundo. Es una frase común que sueltan, generalmente, las damas antes de salir a una fiesta. Las dependientas de los centros comerciales por su parte solicitan ese lapso para atender al cliente.
En ese segundo pude haberle dado un beso a mi alma gemela (Hierosgamos) Si hubiera deseado darle mil besos, no sería el tiempo suficiente. Habiéndola amado cientos de miles de segundos previos y esperar repetirlo muchos años, días, horas y segundos futuros, el instante agregado a este año no llenaría mis ansias de amarla.
Esa chispa de tiempo ganada debió habernos madurado pues los seres pensantes logramos experiencia; pero a quienes les tocaron menos neuronas tuvieron un segundo extra para cometer más pendejadas.