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Escenario político
Vida sencilla
Se cuenta que Sócrates caminaba por un mercado de Atenas y observaba la cantidad de mercancías que se ofrecían: joyas, telas, perfumes, cerámicas, dulces y licores. Se detuvo y le comentó al discípulo que le acompañaba: “Ciertamente, no sabía que existieran tantas cosas que no necesito para nada…”
Cuando niño (un día lo fui) tuve la oportunidad de disfrutar de un retiro espiritual. Muchos recuerdos, muchas historias, muchas vivencias.
En cierta ocasión nos pidieron que nombráramos lo más preciado que tuviéramos en ese momento: el reloj, un anillo, la cartera, un libro, una cadena o una imagen. Dieron la orden de que colocáramos ese bien en la mano y cubrieron nuestros ojos; nos formaron, y posteriormente cada uno fuimos pasando al de atrás ese objeto, hasta que el último cerró el círculo con el que estaba al frente de la fila. Era una enseñanza que nos educó en la simplicidad de la vida.
Hoy, cada día se incrementa el número de personas que se unen a la llamada Vida Simple, un estilo de vivir que lleva a la espiritualidad, la salud o a la protección de la naturaleza. Búsqueda de la felicidad a través de rechazo al consumismo.
Como hace cuatro mil años con los indios (de la India) o los budistas de Oriente, la vida sencilla ha recorrido un largo camino: Desde Abraham, Moisés, Buda, Juan el Bautista, Jesús de Nazaret, pasando por el epicureísmo y el estoicismo hasta los franciscanos y otras congregaciones que hacen voto de pobreza.
Algunos sectores sociales han comenzado a tomar consciencia de que el consumismo feroz y la economía de mercado sin freno nos podrían llevar a un desastre mundial. La lucha por el status, el dinero, la posición social, han envenenado nuestras relaciones sociales. Por ello, esa corriente conmina a simplificar nuestros hábitos para alcanzar una vida feliz protegiendo los ecosistemas y la vida en sociedad.
El movimiento Vida Sencilla surgió en la década de los ochenta e incluye la reducción del tiempo de labores que permitan mayor convivencia con la familia y el entorno social.
El crecimiento económico sin freno ha destruido los recursos del planeta y sólo algunas regiones disfrutan realmente de sus beneficios. Los países pobres trabajan el doble o triple para tener una mínima parte de lo que produce la Tierra.
Debemos vivir mejor con menos predica la teoría del decrecimiento. Cuando el río se desborda, dice, todos queremos que decrezca y ese es el objetivo de proteger el medio ambiente, la disminución del consumo y el control de la producción de bienes mundial.
La teoría incluye reducir la construcción de ciudades, la globalización, los transgénicos, la pesca inmoderada y una muy importante, la producción de CO2.
El ser humano debe regresar a la vida sencilla, trabajar menos y disfrutar más la vida, respetando el entorno ambiental.
En contra, los cornupianos (cornu [cuerno] copiae [abundancia]) partidarios del liberalismo económico, consideran el crecimiento como sinónimo de progreso en general al mismo tiempo que defienden la confianza en el mercado libre apoyándose en el optimismo tecnológico.
Los empleados mexicanos son los que más trabajan en el mundo, pero su salario es mucho menor. Aquí laboran en promedio 2,226 horas, mientras que en 36 países de la OCDE sólo mil 765 horas. El ingreso anual de las familias en México es de 167 mil pesos en promedio frente a los 311 mil pesos en los países de la OCDE. A esas personas se les ha educado en adquirir televisiones de alta tecnología, teléfonos inteligentes, juegos digitales, autos del año, etcétera, y dejar de lado la canasta básica alimenticia y una existencia más tranquila. Y de la expectativa para la vejez, ni hablar.
Los que siguen la simplicidad voluntaria, recomiendan vivir sin apego a la riqueza, limitando el consumo de bienes materiales, el estrés, tener una sola cuenta bancaria, una sola tarjeta de crédito y de ser posible, pagar siempre en efectivo, Pensar en disminuir el ritmo de trabajo y dedicar más tiempo para uno. Y sobre todo, evitar el consumismo desenfrenado.