El concierto del músico/Rodrigo Aridjis
Abrazos
Debo confesar que no me gusta abrazar o saludar de beso. Esto me ha traído como consecuencia una sensación de culpabilidad al pensar en lo que pudo ser y no fue.
Hay gente que no sabe abrazar y que no lo sabrá nunca; lo que podría significar una soledad interna y una frustración más en su vida.
Cuántas veces hemos visto a personas que retroceden cuando pretendemos abrazarlas. La mayoría de los varones sufren, para su desgracia –no es el caso de los gais- de falta de aprendizaje para los contactos que no sean sexuales. El rechazo existe también entre las mujeres que le dan la vuelta a ciertos hombres pues su abrazo incluye beso “embabador” y pasteleada adicional.
A cuántos seres la ternura les inunda, pero se rebelan a ofrecer un abrazo a sus amigos o amigas. Aún conservan el estanco pecaminoso de que hacerlo con un hombre podría tener un significado sexual, y no se diga con las mujeres. En ocasiones los abrazos en familia se ven mal, sobre todo cuando se dan a la parienta y duran más de una décima de segundo; por aquello de que a la prima…
En nuestro país, un abrazo entre dos hombres da mucho que decir, no así cuando lo hacen dos mujeres. En la cultura árabe es común ver a los hombres caminar tomados de la mano, acto que en México lo mínimo que se esperaría sería que les gritaran: ¡puñales!
En la escuela, el trabajo o en la vida cotidiana hay besos dirigidos a una mejilla pero que se proyectan al aire, mientras que muchos abrazos son superficiales, sin el ángel del afecto real, únicamente social, obligado.
Mi directorio se reduce cada vez con mayor velocidad. Algún amigo o conocido muere –y por la contemporaneidad esto sucede más a menudo de lo esperado- y me queda la duda de si lo abracé lo suficiente. Esto mismo acontece cuando se recuerda al padre, la madre, la abuela o a algún amigo y uno se pregunta si le dio los abrazos suficientes.
Yo hubiera deseado abrazar fuertemente a Ana Politkóvskaya, periodista mártir asesinada por el sanguinario zar de todas las Rusias Vladimir Putin o a Natalia Khusainova, la activista pro derechos humanos, también asesinada por el mismo zar. Asimismo a Taslima Rasrin, la escritora bengalí perseguida por una fatwa, a causa de sus valientes críticas al machismo y al fanatismo religioso del Islam.
Un abrazo, según la corriente del análisis transaccional (Claude Steiner) es una señal positiva en la relación entre individuos que se conozcan o no. Así nació el movimiento de los abrazos gratis entre desconocidos que ha tenido un éxito inusitado, especialmente en la comunidad europea.
Regalar un abrazo en un mundo donde reina la desconfianza, los prejuicios y los problemas podría ser positivo a la raza humana.
En ocasiones, el abrazo de despedida entre dos amantes es el más difícil de superar. Desearía uno que la mezcla de amor con dolor, calidez y no aceptación se prolongara eternamente.
Hace poco apareció la práctica de abrazar al tiempo que sobar la espalda o las costillas de la contraparte en una muestra de euforia o apapacho hacia quien desean demostrar la felicidad de verle. Esta costumbre fue creada por psicólogos para disminuir el dolor de quienes encontraban a sus seres queridos en los servicios forenses múltiples (estadios, iglesias, escuelas) a raíz de eventos como los huracanes, Tsunamis o terremotos.
Después de una época de consumismo, de derroche sin fin, de vacas gordas, vivimos ahora una economía de guerra en la que cuando te despiden del trabajo, te rechazan un crédito o ves tu currículo en el cesto de basura de la empresa a la que acudiste a solicitar un nuevo empleo, recibes en compensación una frotada de espalda o de costillas.
Si no encuentras a nadie que te frote las costillas con un poco de amor al despedirte de una reunión, encuentro, fiesta o funeral, entonces, podrías considerar que el muerto eres tú.