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Escenario político
Recuerdos
Acuérdate de
Acapulco,
María Bonita.
Agustín Lara
Cuántas veces hemos deseado borrar de nuestra mente recuerdos de momentos traumáticos, dolorosos, o simplemente indeseables.
Los seres humanos manipulamos nuestros recuerdos; todos nos reinventamos el pasado, todos reescribimos mentalmente nuestra biografía como si se tratara de una novela.
No nos limitamos a borrar aquellas remembranzas que nos hacen daño, sino que además las transmutamos en evocaciones felices, en cuentos adecuados para nuestra supervivencia y nuestro alivio.
Con regularidad, una melodía o el aroma que nos llega desde lejos nos traen recuerdos del pasado. En ocasiones las neuronas memoriales se aceleran cuando llegan olores de café recién tostado envuelto en la humedad de la selva potosina o cuando escuchamos ciertas melodías de los años veinte o cuarenta, como si la hélice (ADN) de nuestros antepasados hubiera recogido cierta información de esas décadas (reencarnación dicen algunos o memoria genética, otros) y las trajera de regreso.
Los aromas remiten a los recipiendarios a momentos y circunstancias distintas. Así durante un viaje una amiga se emocionó y gritó al ver y oler los cientos de gardenias que flotaban en la alberca del hotel Fortín de las Flores, en Veracruz. Yo sólo acerté a expresar: huele a muerto fresco. En ese instante murió el momento romántico de la chica.
De nuestro disco duro se ha dicho que puede almacenar información que llenaría unos veinte millones de volúmenes y que sólo utilizamos sólo una diezmilésima parte (0.0001) de nuestro potencial cerebral.
Desde muy joven aprendí a bloquear imágenes que de alguna manera me hacían daño, así que me es muy difícil recuperar ciertos pasajes borrados de mi disco duro.
En la búsqueda de este aserto (diversión adquirida desde niño) juego a mover objetos –especialmente cuando estoy tenso- o a invocar una llamada telefónica de alguna persona para los próximos minutos.
¿Qué capacidades o cuáles recuerdos desearían los seres humanos desechar? Tal vez un hecho repulsivo, traumático, como una violación, una agresión o la angustia que significan las adicciones al alcohol o a las drogas.
Pronto, según algunos laboratorios, tendremos a la venta fármacos “amnésicos” que nos permitirán eliminar los recuerdos negativos. Esa droga ha sido llamada ZIP. Se han tenido los resultados esperados de borrar la memoria de manera selectiva; esto es, sólo las malas acciones; lo que ha traído posiciones encontradas pues el delincuente dejará de tener los molestos remordimientos y, cuando le condenen a prisión, no sentirá contrición alguna. Además, se teme que el borrado podría utilizarse para la corrupción, el lucro y la manipulación sexual.
Con el nuevo medicamento o sin él reconstruimos nuestros recuerdos y minimizamos los negativos; los recuerdos aversivos sirven a la supervivencia. Si comes algo que te hace daño, probablemente al verlo de nuevo tengas asco y no lo comas; pero, si se te olvidó, lo comerás nuevamente y enfermarás.
Los detractores de este fármaco consideran que las experiencias dolorosas son una parte esencial de la formación y la biografía de un individuo. Así, cuántos escritores, filósofos, pintores y otros artistas que almacenan los humores del sufrimiento y los descargan en el momento de crear al no tenerlos serían un ser anodino, como muchos, circulando por el mundo.
La memoria es inestable, maleable y muy manipulable. Existen personas que tienen el privilegio de tenerla más que otras.
Se cuenta que el presidente Álvaro Obregón repitió un largo panegírico escrito en su honor por un poeta de la primera década del siglo pasado. Apenado, el vate aseguró que trabajó toda la noche para su creación, a lo que el mandatario le consoló confesándole que él podría repetir una novela corta sin faltar comas o puntos.
La cinematografía mundial nos ha bombardeado con películas que abordan el tema de la memoria y la pérdida de ésta.
Entre las cintas de los tiempos modernos sobresalen Memento; Hombre blanco desconocido; ¡Olvídate de mí!, Recuerda, una clásica del cine o Marnie la ladrona, una de las primeras cintas de Hitchcock.
La memoria nos juega bromas pesadas cuando platicamos con alguna persona por horas y cuando ésta se despide nos queda la duda de con quién lo hicimos. Conocemos caras pero no nombres o nombres sin relación con vivencias pasadas. Son situaciones “normales” y no significan que estemos adquiriendo el mal de Alzheimer. Todos hemos tenido alguna vez un Deja vu o un Jamais vu, que engañan a nuestra mente. “Esto ya lo viví” o lo contrario, “Nunca he estado aquí”.
Un libro recomendable es Recuerdos del Futuro, de Erich von Daniken, que teoriza sobre el origen de las religiones y la visita de extraterrestres en el pasado.
Finalmente recordemos que recordar es vivir.