La nueva naturaleza del episcopado mexicano
Acudí a la cita con puntualidad inglesa. Me recibió una amable ejecutiva (¿Qué ejecutará?) en el área de recursos humanos (personal) que me brindó un asiento y un café. Ambos ofrecimientos, que eran gratuitos, los acepté.
-Vamos a ver ¿Cómo está su perfil? Disparó, sin más.
Observé mi reflejo en el cristal que cubría el escritorio y protegía además las fotos de la familia de la ejecutiva. No encontré nada malo en mi perfil y lo externé a la dama.
-¿Cómo están sus papeles? Aclaró.
-¿?
-Sus comprobantes de estudio. ¿Cuantas maestrías, doctorados o especialidades tiene usted? ¿Cuántos idiomas? Me inquirió. El señor lo manda con una recomendación muy especial; pero comprenderá que el perfil es el perfil.
En ese momento recapacité en que al único que le decían el Señor, y eso con mayúscula, es al que habita –se supone que así es- allá Arriba.
Mi pensamiento, que en ocasiones es más rápido que mis respuestas me llevaron a recapacitar mientras la ejecutiva me explicaba el asunto de los perfiles.
La pregunta siempre ha sido, aunque en otros términos:
Del siglo pasado, en la década de los 30’s: ¿Sabes leer y escribir? ¿Hacer cuentas básicas? Serás demostrador en El Palacio de Hierro.
En la década de los 40’s: ¿Tienes primaria? Vas a ser policía de punto.
Para la década de los 60’s si se tenía la educación secundaria podía la persona aspirar a entrar a la burocracia y de ahí ascender, con suerte, hasta secretario de Estado.
Para los 70’s cumplir con el bachillerato podría llevar al individuo a ejercer el periodismo.
La modernidad cambió la relación entre “el perfil” y la chamba, así que al inicio del siglo XXI tener la licenciatura podría garantizar el trabajo de taxista o en un mercado sobre ruedas.
Iniciada la actual década del siglo al solicitante del trabajo con licenciatura, maestría y doctorado, además de dos idiomas y manejo de cuatro multiprogramas computacionales lo certificarían para ocupar un puesto como demostrador en El Palacio de Hierro.
Regreso a lo mismo.
Recapacité en lo expuesto por Viviane Forrester en El horror económico: El siglo XXI producirá inempleables.
Temiendo lo peor agradecí a la ejecutiva el café y le dejé mis saludos al señor que me había invitado a trabajar en esa Secretaría de Estado.