Teléfono rojo/José Ureña
Vejez
¡Feliz cumpleaños!, dos palabras que escuchamos con mucho agrado cuando cumplimos 10, 20 o 30 años; décadas que pueden ser el arranque de muchos proyectos y esperanzas; pero cuando la cifra llega a los…tantos, la rueca de la vida gira más rápido de lo que pensamos hacia ese abismo que sólo tiene
2 X 1 X 2 m.
Los seres humanos no queremos morir y para ello elevamos nuestras plegarias al cielo, mientras, en la tierra, luchamos contra ese sino fatal, poniendo las más variadas trampas a la Parca.
Científicos e investigadores buscan las causas que nos llevan a la vejez y su consecuente. Batallamos por algún día alcanzar la edad de Adán, que según el Génesis vivió 930 años (¿lunares de 28 días, equivalentes a 33.2 años solares?) o Matusalén que alcanzó los 900 años (¿32 años solares?) que en esos tiempos representaban demasiada edad, dado que el promedio de vida no rebasaba los 28.
En nuestro país, la población ha alcanzado un cociente de vida de 73 años en el hombre y 77 en la mujer. Esta cantidad de años se ha logrado gracias a la potabilización del agua, una mayor higiene, vacunas contra la poliomielitis, la viruela, la influenza, así como la aparición de la penicilina y mejores servicios médicos preventivos.
Mientras, los científicos continúan en la búsqueda de la eternidad. Uno de esos caminos es la llamada “Estrategia de bio-ingeniería contra el envejecimiento innecesario”, que considera que, entre las causas de este proceso, está la pérdida de células, mutaciones en las conexiones en el núcleo celular y en la mitocondria, así como la acumulación de basura dentro y fuera de las células, entre otras.
Como resultado de los estudios anteriores se concluye que la mejor forma de retrasar el envejecimiento es mediante la dieta hipocalórica; esto es, una alimentación escasa que no rebase las 1,800 calorías diarias en el hombre y de 1,500 calorías en la mujer, además de ingerir diariamente vitamina E, tener una alta actividad neurológica y un ejercicio físico moderado.
Los detractores de la estratégica hipocalórica consideran que la vejez sigue siendo el resultado de un proceso genético, cuyo aceleramiento está aliado al tabaco, el alcohol, la mala alimentación, el sedentarismo, la obesidad, etcétera.
Por otra parte, no hay un estudio serio que demuestre que el consumo de antioxidantes alargue la vida. Lo que si es cierto es que la industria de la cosmetría ha tenido magníficos dividendos promoviendo este tipo de productos.
Hombres y mujeres de buenos niveles económicos acuden a los cirujanos plásticos en una pelea, de antemano perdida, contra la senectud; además de la utilización de cremas y tintes de todo tipo para que los demás mortales no nos vean cada vez más cerca de la tumba.
Debemos de aceptar que lo único que detiene el proceso del envejecimiento es…la muerte, y sobre ella lo único que se sabe es que es universal, inevitable y desconocida.
La vejez es un estado de ánimo, pues hay viejos jóvenes y jóvenes viejos, lo que no deja de ser una frase cursi y consuelo de muchos.
Ruy Pérez Tamayo afirmaba que para estar muerto es necesario primero morirse, lo cual es cierto y por tanto habrá de evitarse lo segundo para no caer en lo primero. Además, el último acto –voluntario o involuntario—del hombre, es necesario para la renovación de la especie humana, el término de un ciclo biológico irreversible; y la vejez, es parte de ese proceso.
Cuando se escucha al médico decir: “hora del deceso: 23 horas 59 minutos”, debemos hacernos a la idea de que en realidad esto no es del todo cierto, pues todavía habrá células en excelentes condiciones metabólicas, enzimas activamente catalizando sus respectivas reacciones, membranas totalmente integradas, etcétera.
Además, –según se cuenta—el último sentido que se desconecta del cerebro es nuestro oído. Así, si escuchas en la oscuridad de la noche eterna una pequeña lluvia de piedrecillas sobre tu cabeza, son los puñados de tierra que dejan caer sobre tu ataúd y señal inequívoca de que perdiste la batalla para prolongar tu juventud.