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MÉXICO, DF, 19 de enero de 2016.- La mentira existe en la naturaleza: los animales utilizan el camuflaje a fin de esconderse de los cazadores o capturar a su presa; se trata de una estrategia para poner las circunstancias a su favor. La humanidad la emplea con frecuencia, pero si se exagera se habla de mitomanía, informa la Universidad Nacional Autónoma de México a través de un comunicado.
En algún momento, todos hemos elucubrado historias para conseguir algo, pero una persona con la condición referida lo hace compulsivamente, por sistema y hábito, afirmó Dolores Mercado Corona, profesora de la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM.
Para la especialista, los propensos a engañar generan una realidad alterna y llegan a creer en ella. En ciertos casos son personas carismáticas, lo que ayuda a que los demás acepten sus falacias.
Si esto se vuelve costumbre, los individuos ni siquiera lo piensan, sólo les da por inventar y generar cuentos destinados a proyectar una mejor imagen de sí mismos. Ello implica un abuso de poder, pues al inducir una idea falsa buscan obtener beneficios.
¿Por qué se da?
Se argumenta que detrás de este fenómeno está la inseguridad y los deseos de sobresalir, pues el mentiroso piensa que si se presenta como es no obtendrá sus anhelos.
“Son seres con baja autoestima que tratan de compensarse. Si no tienen lo suficiente deben crearlo a base de engaños”, dijo.
¿Cómo reconocerlos? Es sencillo, para contar falsedades es preciso apuntalarlas en otra afirmación, y así subsecuentemente. Hay quienes inventan tanto que les resulta imposible no caer en olvidos ni contradecirse. Además, para relatar algo inexistente es necesario considerar que el otro es incapaz de darse cuenta.
“Nos pueden engañar una, dos o tres veces, pero tras una serie de embustes es fácil detectarlos”.
Esto hace que los mitómanos lleven una vida inestable, pues no persisten en sus empleos y sus relaciones interpersonales no perduran.
“Nos desagrada tratar con un mentiroso; nos generan incertidumbre. Por lo tanto, ellos se crean problemas y si no son buenos al elaborar sus artificios experimentan ansiedad y miedo de que se descubra lo endeble de sus historias”, resaltó Mercado Corona.
No aceptan su condición
Los mitómanos no están cómodos con quienes son y promueven ficciones de ellos para sentirse bien ante los demás. Una vez que lo han hecho, sobre todo si llevan mucho tiempo, les es difícil aceptar que no han sido veraces y prefieren seguir en la falsedad.
¿Qué se puede hacer ante un mentiroso? Una opción es confrontar las contradicciones, la otra es alejarse de este sujeto. Lo incongruente, añadió la investigadora, es que establecen una imagen ficticia para no ser rechazados y al ser descubiertos generan repulsa.
Para su tratamiento, recomendó una psicoterapia enfocada en la cognición (a fin de alejarse de ese hábito) y trabajar en los aspectos emocionales (probablemente ése sea el disparador de la mitomanía).