El concierto del músico/Rodrigo Aridjis
En un momento coyuntural para Michoacán, por la designación de un Gobernador sustituto en medio de circunstancias extraordinarias,es pertinente compartir algunas reflexiones, porque si bien previsibles, no dejan de asombrar a una gran parte de la población que va de la incredulidad a la indiferencia, ante una cuestión elemental sobre el sentido que debieran tener los cambios que se han realizado, frente a la necesidad de reencauzar la vida institucional hacia la normalidad democrática, recuperar la estabilidad, devolver la paz, abonar a la tranquilidad y recuperar el desarrollo de las y los michoacanos.
La salida del Gobernador Vallejo era necesaria, hasta por un asunto de humanidad; su precaria condición de salud física le impidió ejercer a plenitud un mandato desde el origen cuestionado, por la injerencia de las fuerzas del crimen organizado en el proceso electoral a favor del candidato del PRI. Hoy no queda duda de la distorsión del sentido de la voluntad popular en la elección de noviembre de 2011, eso indica la evidencia que pesa sobre quien fuera su principal operador político, a la postre Secretario de Gobierno, Gobernador Interino y ahora imputado de delitos del orden federal en prisión preventiva. A lo anterior se suman los señalamientos de la participación de uno de sus hijosen actividades de los grupos delincuenciales. La renuncia definitiva al límite de lo recomendable por fin se dio.
Mientras en el exterior se reconocían las reformas estructurales, Michoacán estaba en un baño de sangre y al borde la guerra civil, por la confrontación de los grupos de autodefensa con los grupos de la delincuencia organizada. La designación de Alfredo Castillo como Comisionado del Gobierno Federal, con facultades plenipotenciarias, mando de fuerza, información y una colección de grabaciones en audio y video, -por si se ofrecieran para minar cualquier resistencia política-, permitieron una combinación de variables con resultados cuyo reconocimiento no podemos regatear; pero de ahí a pretender ocupar los espacios de la política y convertirse en actor político hay un trecho cuyo tránsito, puede por lo menos estancar, si no retroceder los avances logrados.
El cambio en la titularidad del Ejecutivo con la designación de Salvador Jara Guerrero, como Gobernador Sustituto, debe ser una oportunidad para emprender la recomposición no solo de las estructuras burocráticas de primero y segundo nivel, sino para la revisión de la efectividad de las acciones y programas de gobierno, que hoy por hoy son de resultados imperceptibles, pues el funcionamiento gubernamental acusa inoperatividad, incapacidad y sub ejercicio de los recursos del presupuesto.
No podemos permanecer ajenos ante los equívocos que se desprenden de las señales resultantes por las formas en las decisiones tomadas, varias de ellas preocupantes, como aquella en la que se agradece la confianza depositada no al Congreso del Estado, sino al Presidente y al Comisionado; o como las que se advierten en los últimos días en que se remueve a los Secretarios de Gobierno, de Seguridad Pública, de Administración y Finanzas y en la Coordinación de Comunicación Social, entre otros, para colocar a personajes proclives o del equipo cercano del Comisionado y forzando la opinión de los sectores económicos, políticos y sociales de la entidad.
Soy el primero en reconocer y agradecer al Presidente de la República que tomó la decisión de ir al rescate de Michoacán, al propio Comisionado Castillo que cumpliendo con la encomienda del Presidente, se la esté jugando por el Estado, lo cual ha sido acompañado con la participación decidida de los grupos de autodefensa y el arropamiento de los diferentes sectores de la Entidad, pero eso es una cosa distinta a pretender tomar decisiones al margen de las y los michoacanos y sin guardar el respeto debido a las instituciones del Estado. Tan delicado es politizar una labor que hasta hace poco tenía cierto grado de efectividad, como la prevención, investigación y persecución de los hechos delictuosos, como grave es, convertir a la política que es en esencia diálogo, consensos y acuerdos, en una labor de policías.
Tampoco compartimos el discurso de justificación, sobre la situación financiera estatal, que fue el principal argumento para explicar la ausencia de resultados de Fausto. Salvador Jara es gobernador desde el pasado 20 de junio, al margen de su perfil, experiencia y trayectoria, asumió el compromiso de gobernar y su obligación, desde ya, es concretar acciones que resuelvan la problemática de Michoacán. Solo en ese sentido, se comprenden los cambios en el gobierno, en el otro, es inadmisible prestarse a ser un testaferro político para llenar la planilla del organigrama estatal, mientras la estrategia se decide e instrumenta por otro lado.
No podemos desear otra cosa, ni nuestra actitud puede ser distinta a la disposición de colaborar, en nuestro alcance, en el marco de una relación institucional respetuosa y coordinada con el Gobernador sustituto, pero tengamos claro para que son los cambios.