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Brugada busca prevenir el suicidio en todas las secundarias de la CDMX
MÉXICO DF A 23 de Noviembre de 2014.- Quién sabe cómo le hicieron pero lograron escapar de los golpes, las patadas y el gas pimienta que en ese momento sorrajaban policías locales y federales a medio mundo en el Zócalo del Distrito Federal, expone Jesús González, coordinador de comunicación social del Instituto Mexicano de Derechos Humanos y Democracia (IMDHD).
Él, junto con su esposa y su hija -los tres golpeados por policías- como pudieron se tomaron de la mano y caminaron sobre la calle de Madero a paso veloz. Posteriormente cruzaron Eje Central y unas cuadras adelante, ya en Avenida Juárez, encontraron dos camionetas de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF).
Justo a la altura del Hemiciclo a Juárez, explica, en una de esas calles que existen ahí transversales a Avenida Juárez, vio estacionadas dos camionetas de la CDHDF, las ombudsmovil, precisa. Pero estaban en una especie de “actitud pasiva”; sin embargo, continúa, ante la emergencia que se vivía acudieron a éstas, y observaron a dos personas con chalecos de esa dependencia ahí.
“Las personas a las que nos dirigimos fueron dos. Una de ellos era del sexo masculino. Estaba de pie afuera de la camioneta chupando una paleta de dulce. Y la otra persona, era del sexo femenino, ésta estaba adentro de la camioneta, tenía abierta su puerta y estaba con su celular, seguramente estaba chateando”, explica.
“Mi primera pregunta hacia ellos fue. ‘-¿Ya saben lo que está sucediendo en el Zócalo? Y el joven con paleta en mano, se la saca de la boca y me responde de manera irónica. -‘Ya hay compañeros míos allá… Entonces yo le insistí. –‘No te pregunté eso, quiero saber ¿si ya sabes tú lo que está sucediendo en el Zócalo, o no? A lo que me contestó. –‘Sí, ya hay compañeros míos allá”, reiteró.
Justo en ese momento, se acercaron otras personas que, al igual que nosotros, habían sido golpeados en inmediaciones al Zócalo, y también comenzaron a solicitar su inmediato apoyo. Sin embargo, la respuesta del muchacho dejó sin palabras a todos los presentes.
“Él lo único que hizo fue echarse hacia atrás y señalar con su dedo índice el rótulo de la página web que estaba en la puerta del lado derecho de la unidad ombudsmovil. Ni siquiera nos dijo, ‘si necesitan de algún apoyo pueden hacerlo en la página web’, o algo así. No. A través de comunicación no verbal se echó para atrás y señaló la página web”, como diciendo que si teníamos alguna duda o queja, escribiéramos un correo a la CDHDF.
Fue en ese momento, cuando “yo le dije que no nos podía contestar así; que era un servidor público, que tenía que darnos algún tipo de orientación, de apoyo o de algo, y fue entonces cuando la chica que estaba sentada, guardó su celular, se dirigió a mi esposa y le dijo ‘-Pero también hay gente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos allá, a lo que mi esposa contestó que eso no nos importaba, dado que lo que nosotros pedíamos en ese momento era auxilio de su parte”, refiere.
Lamentablemente, prosigue, entre el dolor de los golpes, la indignación de haber sido violentados por elementos policiacos sin haber hecho nada, y el temor de haber visto a una turba de ciudadanos correr en completo estado de pánico, decidieron darse la media vuelta y abandonar a los presuntos integrantes de la CDHDF, quienes de acuerdo a este relato, portaban los representativos chalecos de esa comisión.
“No hay nombre, ni placas ni nada”, reconoce. “La indignación era tal después de haber sido golpeados de una manera brutal, y luego llegar a una instancia que vigila los derechos humanos y haber sido tratados de esa manera cuando esa misma mañana la titular de la Comisión (Perla Gómez), presumió con la periodista Carmen Aristegui, que desplegarían todo un operativo de apoyo a la ciudadanía” era demasiado para una sola noche, remarca.
Trogloditas al acecho
Jesús González, junto con su esposa y su hija, asistieron -junto con otros 30 mil ciudadanos según cifras oficiales- al Zócalo del Distrito Federal, el pasado 20 de noviembre, para exigir –una vez más- a las autoridades de los tres niveles de Gobierno, la búsqueda y localización con vida de los 43 estudiantes normalistas desaparecidos forzadamente el pasado 26 de septiembre de 2014.
Hoy se presume que derivado de la serie de provocaciones hechas por un puñado de sujetos quienes se presentaron -previo a concluir el mitin realizado en la Plaza de la Constitución- con el rostro cubierto esta marcha que fue pacífica casi en su totalidad, concluyó con uno de los actos más violentos y represivos registrados en los últimos años en la capital del país.
“Recibimos golpes, patadas, insultos y gas pimienta”. “Les gritábamos: no nos peguen, no nos peguen… Ya nos vamos, déjenos levantar. Y aun así, tirados nos pegaban”, expone Jesús González quien recibió varios golpes en la espalda.
En tanto su esposa, y su hija veinteañera “tienen varias lesiones, golpes en las piernas”. Sin embargo, a la que peor le fue, continúa, es a una compañera de mi hija, quien “trae una contusión fuerte en la muñeca del lado izquierdo. Porque se protegía de los golpes” con esa mano, finaliza.