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Libros de ayer y hoy
Elecciones: Todos pierden
Hubo amagos de boicot; amenazas de violencia extrema -sobre todo en el sureste mexicano-; muertes de candidatos; ‘levantamientos’ y regresos, presagios funestos de desestabilidad política y social: todo junto. Las elecciones intermedias del domingo siete de junio de 2015 han sido las más terroríficas y complicadas de la historia moderna de México… ¿por qué?…
Digamos que este domingo siete se resumían muchos años de inseguridad, inestabilidad social y política, tensión nerviosa, violencia criminal, desahucio económico, mal fario, bilis negra, sindicalismo mal entendido, mala educación, mucho llanto y quebrantos: todo junto. Así que los presagios parecían funestos.
Y sí, hubo quema de casillas y material electoral en Tixtla, Guerrero y en Oaxaca, algo en Chiapas y casi nada en Michoacán: los cuatro estados señalados como punta de lanza de un México que, como cuerpo social, tiene las defensas bajas y es proclive al agobio …
Mal sabor de boca queda de estas elecciones. No hubo la violencia extrema que se temía; pero sí hubo una gran abstención y desanimo. ¿Qué sigue? Exigir cumplimientos y replantearnos, todos, si este sistema político mexicano es el que necesitamos, si este sistema de partidos es el que merecemos o mejor recomponemos todo y comenzamos una nueva cuenta… ¿será? Es cosa de mayorías, en democracia.
Hay diferentes perspectivas para ver interpretar el proceso electoral, su triunfo o su fracaso, pero la verdad es una.
El señor Lorenzo Córdova, presidente del Consejo General del Instituto Nacional Electoral dice que fue un triunfo de organización ‘dados los desafíos que se tenían que enfrentar’. Y sí: se instaló el 99.8% (148 mil 409) de las casillas en los estados y municipios en donde habría elecciones. Hubo cierre de éstas por incidencias, robo de papelería, violencia, pero no en la magnitud que se presuponía. Así que, sí, fue un triunfo de instalación…
Pero una cosa es instalar casillas y tener todo dispuesto para que los ciudadanos acudan a votar y otra muy lejana es que, en efecto vayan a efectuar el sufragio…
Y ahí está el eje central de la discusión de triunfo o fracaso. El ideal en toda democracia consolidada es que acuda la mayoría con derecho a voz y voto. De hecho los porcentajes de abstención son muy bajos ahí, como ha ocurrido en elecciones en Europa -muy recientemente en el Reino Unido, por ejemplo-, o en Estados Unidos. Y la anulación de votos es casi nula.
Esto quiere decir que hay confianza tanto en el proceso como identificación ciudadana de quienes son los candidatos y lo que proponen a través de sus partidos, su doctrina y principios ideológicos.
En el caso mexicano, según informó el consejero Córdova, en estas elecciones acudió a votar el 48 por ciento de los 83 millones 533 mil 190 ciudadanos con derecho a hacerlo.
Es decir, 52% -más de la mitad de los mexicanos que debían hacerlo- no pudo o no quiso acudir a ejercer su derecho. Falta ver la cantidad de votos nulos.
¿Y qué quiere decir esto? Que la mayoría mexicana no quiso ser parte de este proceso electoral, por imposibilidad, por desencanto, por indignación, por hartazgo o simple y sencillamente porque no le interesa, lo cual es grave porque tanto partidos como candidatos no tienen conexión social.
Así que según cifras dadas por el INE al momento, quienes habrán de ocupar puestos de mando y de orden en los estados en los que hubo elecciones llegan por minoría electoral.
De los poco más de 40 millones que sí fueron está pendiente saber si caló la campaña de anulación del voto: esto nos lo tendrán que decir en estos días para hacer el retrato a color de los resultados que, hasta el momento, no favorecen a nadie porque todos se fueron abajo… o casi todos…
El PRI parece alzarse con una mayoría simple para ocupar la Cámara de Diputados y sólo con la ayuda de sus amigos, el muy tramposo Partido Verde Ecologista de México y el Partido Nueva Alianza, podría rozar la mayoría que le urge al Presidente Peña Nieto en el Legislativo. Lo que significa un fracaso para la política del actual Ejecutivo mexicano y una señal de castigo.
La izquierda dividida de México sigue siéndolo. El fracaso del Partido de la Revolución Democrática (PRD) está a la vista. Las facturas fueron cobradas. Gana Morena, pero no lo suficiente aún para cantar victoria y el Partido del Trabajo está a un tris de perder el registro. Esto es una verdadera tragedia: la vieja izquierda mexicana se debate entre caminar cada uno por su lado o hacer un frente único y luchar por recuperar el terreno perdido… Parece tarea imposible, pero sí urge enfrentar la derechización del país que ya se da a través del PRI-PVEM-PANAL-PAN…
Visto desde la perspectiva de la participación democrática, aquí nadie ganó: Todos pierden. Acaso la novedad en el frente es el triunfo del candidato independiente en Nuevo León, Jaime Rodríguez Calderón, quien es el virtual gobernador electo en la entidad. ¿Será el principio de los candidatos independientes en un sistema de partidos mexicano fallido?…
Mal sabor de boca queda de estas elecciones. No hubo la violencia extrema que se temía; pero sí hubo una gran abstención y desanimo. ¿Qué sigue? Exigir cumplimientos y replantearnos, todos, si este sistema político mexicano es el que necesitamos, si este sistema de partidos es el que merecemos o mejor recomponemos todo y comenzamos una nueva cuenta… ¿será? Es cosa de mayorías, en democracia.