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Escenario político
Televisión a debate
Como sin proponérselo, la muerte del periodista Jacobo Zabludovsky, el jueves 2 de julio pasado, generó una polémica agria en torno a la personalidad profesional de quien fue uno de los comunicadores más importantes e influyentes del siglo XX mexicano.
Se le acusa de todo, o de casi todo el desastre informativo de su tiempo: nuestro tiempo; como si él hubiera ido sólo en la vida a modo del vaquero del oeste que llega al pueblo polvoso y se dirige al Saloon, patea la puerta y todos guardan silencio mientras se toma su whisky. Sí. Y no.
Hay argumentos en contra del periodista, acusaciones, enojos, reproches, quebrantos, recuerdos que nos hacen ver a un personaje atípico, aunque muchos de los informadores de aquella época actuaban igual (con las excepciones excepcionales) y se olvida, además, que aquellos eran tiempos atípicos. Zabludovsky fue un hombre de su tiempo, como cada uno de nosotros que vivimos una dictadura de partido (entonces y ahora): muchos en silencio y sin chistar.
Sí. Muy cierto. Subyacía en muchos las ganas de cambiar, de revolucionar y democratizar México lindo y querido. De 1970 a 2015 han transcurrido 45 años y mucho se ha conseguido; sí hemos cambiado en mucho.
Y sin embargo, quienes lo acusan no toman en consideración una cosa muy importante: la voluntad clara y dictatorial de los empresarios de la televisión en México para hacer y deshacer; para decir o guardar silencio; para encumbrar o dejar caer: todo en base a sus propios intereses.
Este es un punto importantísimo del pasado que es presente: y todos los agrios críticos que somos, seguimos en las mismas porque ellos los empresarios de la televisión siguen ahí, dueños de nuestros “sueños” y de lo que “debe ser” en el país, según sus cuentas bancarias y su deleite por el poder desde la televisión. ¿No hay hecho presidentes? ¿No han destruido honras políticas? ¿No encumbraron a tal o cual partido afín a sus intereses a los que cobrarán factura?
Ritornelo: El manejo que los concesionarios de las televisoras han hecho de esa concesión que les otorgan los mexicanos, no es el más justo ni equilibrado ni benéfico para un país que clama igualdad, respeto, justicia, democracia y educación.
Hoy mismo, después de tantos años, entonces como ahora, inducen la información, la manipulan, la operan, la cobran: crean personajes o los destruyen: deciden hasta qué punto la democracia y hacia dónde. Ocultan información y sesgan información… hipnotizan y adormilan a millones.
Y nos quejamos de Jacobo. No nos quejamos de lo que hoy mismo se vive y de nosotros mismos, tan quejumbrosos que somos, pero tan tolerantes que somos también. Y si hay reclamos, son de tal condescendencia y tibieza que nos hace a todos ser cómplices de un fracaso nacional: la televisión mexicana…
… Entregada a hombres de poder mediático por gobiernos miedosos: “Cría cuervos…”, se dice y así es: El gobierno y los poderosos políticos nacionales de mirada superaquilina, le tienen miedo a las cadenas de televisión, Televisa o Azteca. Viven aterrorizados de que se les exhiba en sus limitaciones, en su impúdico actuar público, en su corrupción, en sus chanchullos o en sus abusos de poder o incapacidades: y se congracian con su enemigo.
Sí, el señor Zabludovsky manipulaba parte de la información de aquellos días: la información política o empresarial, digo, y sí, eso es imperdonable y fue así a lo largo de los casi treinta años de conducir su noticiario 24 Horas en Televisa, y más…
…Pero ¿Fue él sólo? ¿Y los empresarios de la televisión no? ¿Ellos estaban escondidos en un rincón mientras Jacobo hacía y deshacía? ¿Ellos guardaban silencio mientras Jacobo hacía trizas el presente nacional y arruinaba el futuro de todos? ¿Jacobo decidía en sus conciencias?…
En lo que respecta al periodista Zabludovsky hay que dejar pasar el tiempo suficiente para que Clío comience a hacer su trabajo: la historia de los hombres y sus hechos son susceptibles de verdad al pasar el tiempo. Pero lo que sí está a la vista hoy mismo es el impacto de las televisoras en la vida de los mexicanos, en nuestro caso.
Lo dicho hasta el infinito: ¿No se ve acaso cómo se manipula la información ahí? ¿No se encumbra desde ahí o se destruye? ¿No se indigna al ser humano para dar paso a la trivia y al engaño y pérdida de tiempo? El solaz se transforma en telecomedia y se anula la creación y construcción de un país en donde todos participemos y estemos a la vista ahí.
Hoy mismo, con el pretexto de las libertades en la televisión “se abren las puertas a la crítica” y se hacen programas “de análisis” en donde muchos respetables analistas y periodistas echan su cuarto a espadas… Hasta matutinos en donde los sabios lo saben todo…
Y sin embargo no se necesitan dos dedos de frente para ver los informativos y volver cuarenta y cinco años antes: hoy, de otro modo, lo mismo.
El gobierno mexicano tiene una grave responsabilidad en los bajos niveles de educación, cultura, formación, criterio, y democracia: las instituciones para la democracia que tanto nos cuestan, no pasan por los contenidos de televisión o no fuerzan a la televisión para hacerla así: democrática.
Así que, podremos decir todo lo que se quiera de Jacobo Zabludovsky, pero a fuerza de analizar tanto su obra como comunicador y como periodista y recuperar sus aciertos y desaciertos, como parte de un tiempo mexicano, asimismo deberemos revisar, analizar y recuperar a la televisión mexicana para los mexicanos. ¿O sí? ¿O no?