El concierto del músico/Rodrigo Aridjis
País de cínicos
Ni somos el país ejemplar, ni país opulento o por lo menos el de las soluciones básicas para hoy y para mañana. No somos el país cuerno de la abundancia en el que el trabajo y la justicia caminaran mano con mano. No se desterraron de aquí pesares y sí se incrementaron vicios y desmesuras.
No conseguimos ser esa nación dechado de virtudes que se nos inculcó a quienes tuvimos la fortuna de cursar materias fundamentales como la de la convivencia humana y el orgullo de ser mexicanos por encima de avatares y pesares: el civismo; y la historia es esa vieja fea y maloliente a la que se acude de tiempo en tiempo para festividades burocráticas y discursos grandilocuentes y vacuos, pero no para reconocerse en ella…
Durante muchos años se nos dijo que con mucho trabajo, con honestidad, con dignidad y amor patrio conseguiríamos que México fuese el país del todo cumplido para todos en el que habríamos de vivir, crecer, hacer y de nuevo reproducirnos para mantener ‘el íntimo decoro’ que dijera Ramón López Velarde desde Zacatecas. Ya no somos esa ‘suave patria, impecable y diamantina’…
¿En qué momento perdimos el camino hacia ese mundo feliz del verde blanco y rojo amoroso y sin tacha? ¿Cuándo se pasó de las batallas que costaron vidas y muertes para construir una nación a la altura de nuestras expectativas de siglos? ¿Cuándo pasamos de ser esperanza para ser fracaso? ¿En qué instante la dejadez dejó al impulso creador y creativo que tenía como objetivo al país y su gente, y no el triunfo personal-individual-único?
Nuestros abuelos lucharon para que tuviéramos casa-comida-sustento y solaz; y también por el orgullo de sentirnos parte de ese algo tangible y único como ser mexicanos sin gritos y sin guerras. Por esa aspiración hicieron la guerra y enfrentaron sus dudas y contradicciones desde el siglo XIX.
Y esa independencia nacional en un país de pobreza y aun sin identificación de gobierno se construyó otro país, el cambio de piel y el entuerto fueron dolorosos; aun así nuestros abuelos pasaron de la lucha por ser independientes a ser hombres de Estado. Las amenazas y las ambiciones de otros nos quitaron más de medio país.
Una Reforma del siglo XIX que nos dio leyes y nos constituyó como Nación y como Estado a pesar de las confrontaciones y las vocaciones conservadoras y contra reformistas de muchos. Había para todo y predominó la justicia que se quería…
Luego unos hombres querían cambiar y por lo mismo hicieron una Revolución. Una Revolución que cambió de hombres en el poder y que se construyó en la idea de una revolución permanente. Y de ahí en adelante las pugnas eran por el poder más que por la nación.
Hombres de lujo y honorables los hemos tenido; creación para la identidad cultural también. Políticos que son excepción. Actos de justicia en favor de muchos ha habido. 1968 nos mostró otros caminos y en tiempos de crisis, como fue 1985, la sociedad rebasó a su gobierno en su solidaridad y en su amor colectivo…
Nada de esto ha sido suficiente para reconstruir a una nación devastada ¿desde cuándo comenzó a ser un país de utilidades económicas para unos más que de ganancias sociales? ¿En qué momento se nos quitó a los mexicanos el poder de decidir a nuestro gobierno en base a nuestra voluntad democrática? ¿Quién nos arrebató la democracia de las manos? … Hoy los mexicanos nos decimos dueños de todo, pero no tenemos nada. Acaso la idea territorial, pero eso: una idea…
¿En qué momento dejamos los mexicanos –millones- que unos cuantos se quedaran con nuestros impulsos y nuestro presente?
Los gobiernos, en su mayoría, se han construido en base a intereses de poder y dinero por encima de su responsabilidad de gobierno en su sentido exacto de ser gobierno que construya, fortalezca, defienda, cuide, amase fortuna para todos y sea vigía de justicia? El cinismo se instaló en el poder político del país que deriva en poder económico, en detrimento de quienes aquí vivimos…
¿Y en qué momento esa sociedad dejó de ser exigente juez de los actos de gobierno? ¿En qué momento comenzamos a ser esa sociedad sumisa y dejada? ¿Quién puso ahí a esos señores que dicen que nos representan y que no representan a nadie nada más que a ellos mismos? ¿En qué momento el gobierno de un país se convirtió en una empresa de cargos y abonos, pérdidas o ganancias? ¿Cuándo dejó de ser gobierno para ser negocio?…
Y de pronto irrumpe el crimen organizado y la violencia, la confrontación y la deshumanización de una lucha entre criminales y defensores de la seguridad ¿de quién? ¿En qué momento unos se convierten en criminales y enemigos de sí mismos en sociedad? ¿En qué momento el Ejército mexicano pasó a ser policía y descuidar así su grandeza?
La desconfianza de unos a otros predomina aquí; el fastidio y la indignación soterrados; la pérdida de la esperanza es un síntoma más que una excepción. El callejón sin salida está ahí. ¿Hay solución?…
Sí. Está en los muchachos a los que los políticos de hoy en México ni ven ni escuchan. Está en sus expectativas de futuro. Está en sus sueños y en sus condiciones de vida. Está en su fortaleza y en su portentosa voz que todo lo ve y aun lo reserva…
Perdimos mucho tiempo. Ellos –en mayoría- habrán de recuperarlo. Ellos, los que vean más allá del camino a la escuela y quienes vean más allá de su presente íntimo y solitario. Son los muchachos mexicanos que nos dirán el camino a seguir… Solo ellos y nadie más que ellos. El cinismo no ha matado la esperanza, a fin de cuentas. Tan sólo hay que dejarnos guiar por ellos. Ellos saben ya qué país quieren y cómo quieren vivir… ¿lo saben?… si… guardemos ese viento fresco para respirar profundo y gritar que, a fin de cuentas, estamos salvados de toda amenaza, pero sobre todo, de nosotros mismos.