Libros de ayer y hoy/Teresa Gil
Cultura, pan y cebolla
Así que de pronto los diputados federales mexicanos se volvieron cultos y se preocupan por la cultura, y aceptan la creación de una Secretaría de Cultura que sustituirá al Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, mismo que había sustituido a la Subsecretaría de Cultura y…
Todavía hace unos cuantos días antes del jueves 10 de diciembre, los integrantes de la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados expresaban indignados que no tenían un interlocutor del gobierno federal que les explicara la iniciativa presidencial para crear esta Secretaría y pidieron una extensión para revisarla…
… Pues nada, que siguiendo los tres movimientos de fa: en sólo diez días se remojó, exprimió y tendió: ya fue aprobada.
Pero la importancia que los legisladores dan a la cultura en México se expresa en la muy lamentable argumentación que se llevó a cabo para aprobar o no la iniciativa presidencial:
Apenas catorce intervenciones tenues e inocuas de diputados de diferentes partidos que mostraron su ignorancia ‘supina’ en materia de cultura y en unas cuantas horas estuvo: 426 votos a favor, ninguno en contra y una abstención.
Por el momento subsanaron el tema de la incorporación del Instituto Nacional de Antropología e Historia y del Instituto Nacional de las Bellas Artes a la dependencia número 18 de la administración pública federal: “conservarán sus facultades, sólo que ahora en vez de reportarle al Presidente o al secretario de Educación, lo van a hacer con el secretario de Cultura”.
Es histórico el desprecio de la mayoría de los políticos mexicanos hacia la cultura, hacia las manifestaciones de la cultura nacional, expresadas primero en la creación, la difusión y el deleite por los diferentes testimonios de la intensidad humana. Y luego por la cultura nacional que va más allá de lo sublime del espíritu humano, supremo, trágico, dramático o testimonial para dar paso a expresiones vitales y formas de ser en la esencia del cuerpo social mexicano: la cultura popular la que nos hace ser y nos hace diferentes; lo que nos da trascendencia e impulso imprescindible…
Pues nada, que ese desprecio político está en que cada vez el tema Cultura está más alejado del discurso de las políticas públicas, de por sí pragmático e interesado en la retención del poder y el sometimiento de los adversarios políticos; la engañifa y la justificación son su esencia…
En los informes presidenciales de cada año, la cultura tiene apenas unas cuantas líneas en las que se reconocen sus valores, pero nunca la abundancia de estímulos para la creación y la divulgación y el deleite común. Los artistas mexicanos navegan en lodazales burocráticos y de pichicateo para conseguir los apoyos indispensables para su creación y subsistencia. La cultura popular subsiste sin apoyos ciertos y sí, en el olvido del respeto a los artesanos y de su obra.
Se aportan recursos a la cultura a regañadientes; como si fuera más importante gastar en corruptelas, frivolidades, en viajes, en sueldos para desempleados pagados en dependencias de gobierno o autónomas y no para la perseverancia y preservación mexicanas a través de la cultura.
Cuando se crean los gabinetes de gobierno, las oficinas de cultura son aquellas a las que se envía a quien no tienen a dónde enviar, aunque no tenga nada que ver con las expresiones de las bellas artes y mucho menos con la cultura nacional, ya la plástica, las artesanías –que es arte-, y las expresiones populares y esenciales en la vida mexicana. Nada…
Aún resuenan los anales de la ignorancia y el desprecio político por la cultura aquella historia verídica de un ex gobernador del estado de Nayarit, quien al llegar a la gubernatura a principios de los 90 y a pregunta de reporteros de por qué no había nombrado al secretario de Cultura de la entidad asestó: “… ya habrá algún putito por ahí que se encargue de eso…”.
Además de la suprema ignorancia del personaje, el tema no es un asunto de género o de preferencias sexuales: todo respetable. Sí es una parte de gran responsabilidad en las políticas públicas de cualquier gobierno. La cultura además de creativa y recreativa también es productiva y redituable para los estándares de los sistemas de mercado a los que nos tienen sometidos.
En el mundo el valor de la cultura y arte y arte popular tienen un peso específico en la productividad nacional. No aquí.
Una nueva Secretaría de Cultura –que aún tiene que pasar por el trámite del Senado de la República–. ¿Cuál es la novedad en el frente? ¿Se entregarán mayores estímulos a la creación y se promoverá la cultura mexicana en el ámbito nacional como en el internacional?
¿Se promoverá y estimulará a nuestros creadores para hacerlos ciudadanos de primera con incentivos de primera para resultados de primera? ¿Se eliminará la burocracia de la cultura para dar paso a la lucidez y eficiencia tramital? ¿Los grandes creadores mexicanos dejarán de huir del país para ser ellos y su creación en México?
Ya veremos si el tránsito de Conaculta a Secretaría de Cultura tiene sentido. Ya veremos si el nuevo secretario de Cultura, que todo apunta a que será el mismo señor que dirige Conaculta, Rafael Tovar y de Teresa o si se sustituye, por ejemplo, con aquel gran ejemplo de ser culto y promotor de cultura como fue Juan José Bremer, nos dice algo nuevo.
En fin que aún no se sabe bien a bien por qué y para qué el cambio, pero sí se sabe el lugar que ocupa la cultura en la compleja mentalidad política del político mexicano.