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MÉXICO, DF, 28 de septiembre de 2014.- Con el dolor a cuestas, pero con la voz firme, María Herrera afirma: «Si ya se los llevaron y los asesinaron, queremos que por lo menos nos entreguen los cuerpos para darles un entierro digno, es lo que clamamos para mis hijos».
María Herrera es michoacana y desde 2008 sabe lo que es perder un hijo y como en escalada le desaparecieron a otros tres en diferentes estados de la República.
Gustavo Trujillo Herrera fue el primero en ser secuestrado por el crimen organizado en Veracruz, ante la noticia, su hermano Luis Armando fue a buscarlo y también fue levantado por policías del estado y entregado a los narcos, según su madre.
«Fue el 28 de agosto cuando nos enteramos que habían secuestrado a mi hijo, levantamos el acta, no hicieron nada, investigamos por nuestra cuenta y Luis Armando fue quien decidió ir a buscarlo», recuerda María Herrera y agrega:
«Pasó una semana y fuimos a buscarlos a los dos, nos enteramos que policías de Boca del Río lo secuestraron y lo entregaron a los Zetas, nos dimos cuenta que no contábamos con la autoridad, porque están coludidos con los malos».
Las investigaciones continuaron pero aún faltaba más para la familia Trujillo Herrera.
Pasaron un par de años, Jesús y Raúl viajaban a Guerrero para trabajar en una empresa de laboratorios farmacéuticos, iban en autobús y en plena carretera fueron sorprendidos por un comando armado del grupo de Los Zetas.
Los delincuentes los plagiaron, según los testigos, para después reclutarlos en sus filas, ya que los profesionistas que tienen vínculo con la creación de drogas sintéticas son los más ‘buscados’ por los narcotraficantes.
«Mis dos hijos salieron a Guerrero, tenían contrato con unos laboratorios para trabajar en unas vacunas para gente de la Sierra, después me llegó la información de que también me los habían robado, no sabes lo que sentí, mis entrañas se retorcieron y me había quedado sin hijos.
«Fue de nuevo a levantar el acta, realizar nuestras propias investigaciones porque la policía nunca nos dio nada, nosotros volvimos a hacer todo, mi esposo falleció y nunca volvió a ver sus hijos, se fue sin saber si estaban bien o por lo menos con vida», dijo.
Enferma del corazón y con la presión alta debido a todos los eventos que ha pasado, María confía en que pronto alguno de los cuatro aparezca y se reúna con ella.