Eliminar autónomos, un autoengaño/Bryan LeBarón
Entre los nueve o diez años tuve mi primera bicicleta, no era de lujo ni tenía velocidades, pero en ella recorría todas y cada una de las calles de las colonias Narvarte, Del Valle y Nápoles de la ahora delegación Benito Juárez, demarcación que a decir de los expertos goza de los mejores servicios en la capital y la colocan a la altura de las mejores a nivel mundial, pese a las administraciones panistas que han pretendido corromperla.
Mis travesías en bicicleta, junto con toda la banda de amigos de la calle Pestalozzi, nos llevaban también a los rumbos de la colonia Roma y Condesa, hacia el sur pedaleábamos por Coyoacán hasta Ciudad Universitaria, donde dábamos rienda suelta a la velocidad por las rampas y el circuito universitario. Andar en bicicleta era realmente placentero y divertido.
Éramos no más de 12 chamacos que iniciábamos las rodadas desde temprana hora para concluirla ya al anochecer, todos sudados, cansados y sin mayor incidente que alguna raspadura. La ciudad de México era una delicia. Corrían entonces a ritmo de rock and roll los años 60s -70s y la bicicleta era nuestro medio de transporte y herramienta para diversas proezas deportivas desde carreras de velocidad hasta grandes viajes urbanos, amén de una serie de acrobacias.
Entonces en la ciudad no había ejes viales y las principales avenidas de nuestra demarcación (la Benito Juárez) eran de doble sentido y al centro, amplios camellones adornados con gigantescas palmeras. Los automóviles circulaban tan escasamente que éramos dueños casi absolutos de aceras y vialidades, donde jugábamos tochito, cascaritas y rodábamos en bicicleta como parte de nuestras rutinas de juego, divertimento y aventura.
Hago la remembranza pues en días recientes se cumplió el primer lustro de haberse instaurado el programa ecobici para estimular el uso de la bicicleta y desestimular la proliferación del automóvil particular, como una de las políticas tendientes a descontaminar a la ciudad de México y privilegiar el transporte público.
Y en verdad volvería a utilizar mi bicicleta para transportarme no sólo al trabajo sino a realizar diversas actividades cotidianas. Pedalear en bicicleta es una actividad placentera: sentir el aire en el rostro, probar nuestras extremidades inferiores en subidas y bajadas y que éstas respondan es energizante. Sentir la velocidad es vigorizante.
Lo haría también para contribuir en hacer de nuestra ciudad un lugar más limpio y menos escandaloso. Pero pese a mis buenos deseos y los mejores propósitos del gobierno capitalino, el desplazarse en bicicleta al trabajo o la escuela, en las condiciones actuales de nuestra ciudad, resulta un deporte de altísimo riesgo. Aunque existan por ahí diversos ciclistas suicidas que lo mismo circulan zigzagueando a contraflujo o pedalean al tiempo que hablan por su celular.
Todo ello viene a cuenta porque recientemente Miguel Ángel Mancera, jefe del Gobierno capitalino y Tanya Müller, secretaria del Medio Ambiente, encabezaron la celebración de los cinco años de operación del Sistema ecobici y anunciaron la ampliación del servicio a 23 colonias de la delegación Benito Juárez, con una inversión de 120 millones de pesos.
En su discurso, Mancera Espinosa aseguró que en su administración están “muy pendientes” del cuidado de los ciclistas. “Eso es algo que no vamos a perder en la atención”, dijo y agregó que las secretarías de Seguridad Pública y de Obras y Servicios, así como ecobici, trabajan en dar seguridad a los usuarios como una “tarea permanente”. Destacó también el interés de su gobierno por “la impartición de justicia” en el caso de los ciclistas muertos.
Los ciclistas muertos mencionó el jefe de gobierno, y ese es uno de los puntos fundamentales del tema, pues dentro del mismo sistema ecobici ha habido diversos accidentados, algunos de ellos de consecuencias fatales, basta decir que desde 2009 a la fecha 14 ciclistas han fallecido atropellados, como fue el caso reciente del joven arrollado en avenida Chapultepec y Lieja, el 14 de noviembre del 2014, por un autobús sin que a la fecha las autoridades hayan hecho algo al respecto. La viuda con su pena, el chofer del autobús libre y el crucero en cuestión sigue con su grado de peligrosidad.
De igual manera el tan cacareado programa ecobici puesto en marcha en la delegación Benito Juárez con 171 estaciones, inició con dos graves fallas: ni había todas las bicis anunciadas y no existen ciclopistas, además de que por su ubicación algunas estaciones del sistema causan serios congestionamientos.
No obstante, el jefe de Gobierno presumió que el sistema se ha consolidado y es el cuarto más grande a nivel mundial y el primero en América Latina. En su alocución mencionó que ecobici se ha integrado con los otros sistemas de movilidad y transporte colectivo, tales como el metro y el metrobus.
Sin embargo el ciudadano de a pie percibe otra cosa y se cuestiona el cómo andar en bicicleta por la ciudad sino no hay ciclovías. Cómo dejar el automóvil si el sistema público es insuficiente, deficiente e inseguro. Detalle fino, el costo a la membresía de tan cuestionado sistema de ecobici va de los 90 a 300 pesos por tres o siete días.
Y así ¿Cómo?