Visión financiera/Georgina Howard
A una semana de iniciar formalmente el proceso electoral en la capital del país, el que llevará a la renovación de las 16 delegaciones políticas y a toda la Asamblea Legislativa, los golpes bajos y las sorpresas entre los contendientes no se han hecho esperar, más aún entre las llamadas izquierdas.
En un destape o madruguete desesperado como para legitimar a su tan golpeada agrupación política, Armando Navarrete, líder nacional del Partido de la Revolución Democrática (PRD), destapó como “uno de sus posibles” candidatos a la presidencia de la república –pese a que faltan aún más de tres años—al jefe del Gobierno del Distrito Federal, Miguel Ángel Mancera, quien ha estado más ocupado y hasta preocupado en marcar distancia para que no lo identifique con cualquier color y tratar de llevar a buen puerto los comicios locales.
El doctor Mancera ha sido insistente en señalar que no pertenece a ninguna agrupación política y en enfatizar que su tarea es poner el piso parejo a todos los contendientes y partidos en la disputa por las demarcaciones y diputaciones locales, ello pese al reto que le lanzó desde la semana pasada el líder de Morena, Andrés Manuel López Obrador, al decirle que si apoya a algún candidato o fracción “deje su cargo” y se lance a las luchas por los votos y las preferencias de los ciudadanos.
Mancera, prudente y con mucho tiento, ha expresado que buscará que las actividades proselitistas –que oficialmente inician la semana entrante, pero que ya han sido motivo de enfrentamientos entre las llamadas izquierdas, por la realización de actividades anticipadas y usos ilegales de recursos públicos– no lleguen a la confrontación.
El jefe del GDF tiene claro que la contienda puede hervir hasta quemarle las manos, con lo cual su lejana candidatura para el 2018 se haría añicos. “No permitiré actos de corrupción en el proceso y ellos lo saben”, atajó en tono de advertencia a los amarillos, sobre todo a las tribus pertenecientes a Los Chuchos que querrán aprovecharse.
Veremos entonces los verdaderos alcances políticos y democráticos de quien desde ahora quiere ser presidente de la Nación en el aún lejano 2018, a sabiendas de que quien levanta la cabeza, por el largo tiempo de exposición ante los medios de comunicación y la opinión pública, queda totalmente vulnerable, expuesto a la mira de diversos francotiradores y del fuego amigo.
Mancera tiene claro también que los integrantes del partido del sol azteca están nerviosos y hasta temerosos del avance de Morena en la capital del país, y sabe bien que estos (los perredistas) en su afán por conservar la joya de la corona, pueden hacer uso o desviar los recursos públicos en favor de alguno de sus candidatos, lo cual calentaría aún más la disputa por la capital, al extremo de llegar a enfrentamientos no sólo verbales sino hasta físicos.
En reciente entrevista con un diario capitalino habló sobre el reto que le lanzará el líder de Morena, quien le pidió que renuncie a su cargo si quiere hacer campaña en favor de un candidato. Escueto, respondió que el cargo no es renunciable y que su relación con López Obrador no ese cercanía, sino simplemente de “respeto”.
Y en este marco, quien no se midió, con un clásico madruguete fue el dirigente nacional del PRD, Carlos Navarrete, al destapar desde ahora al jefe de Gobierno del DF, Miguel Ángel Mancera, como “uno de los posibles candidatos” del PRD a la Presidencia de la República en el 2018.
Hay quienes aseguran que fue una jugada genial, pues coloca a Mancera a la altura de quien podría ser su principal contendiente en su camino a la grande: López Obrador. Para mí es una jugada absurda, desesperada y electorera del perredismo frente a los próximos comicios. Pensar que enarbolar como bandera al “buen gobierno” de Mancera les traerá votos es equívoco, pues sus diversas políticas públicas se traducirán en el castigo de la ciudadanía a las mismas.
Pero para Navarrete, Mancera es un gran activo del movimiento progresista de la izquierda por lo que se perfila como un aspirante natural para contender por la Presidencia de la República, ello pese a las reiteradas afirmaciones del jefe del gobierno capitalino de ser “apartidista” y su visible simpatía y hasta cercanía con el jefe del Ejecutivo Federal. Hay quienes señalan que el corazón político de Mancera es más tricolor que amarillo, pero también es visible que la brillan los ojos cada vez que le preguntan sobre su prematuro destape a la grande.
Navarrete insiste en que el jefe de Gobierno “es un aliado del PRD” y que está haciendo un buen gobierno en el Distrito Federal, por lo que será un precandidato natural. Con ello el líder nacional de los perredistas sólo confirma la ausencia de figuras relevantes para la contienda del 2018 al quedar desnudados con la salida de varios personajes de gran calado.
Falto de timing y tacto, Navarrete asegura ahora –a punto del arranque de las campañas en pos de la capital del país– que Mancera Espinosa es, “al igual que otros perredistas destacados o ciudadanos sin filiación partidista pero con clara vocación de izquierda, una opción natural para el PRD”.
López Obrador al respecto, sólo para echarle más fuego al hervidero, dijo: “está en todo su derecho de ser postulado para el gobierno federal en 2018. No tengo nada que ver con el PRD. Si Mancera quiere ser candidato de un partido corrupto está en su derecho”. Más retador y en la búsqueda del enfrentamiento, Martí Batres ha señalado a los dirigentes perredista como “malandrines, mediocres y bandidos”.
Hoy vemos al doctor Mancera más ocupado en los asuntos electorales que en gobernar (si es que alguna vez lo ha hecho) a la ciudad de México. Quiere sacar limpios los comicios del 2015, pero con los ojos puestos en el 2018, como lo ha puesto a soñar Navarrete.