Itinerario político/Ricardo Alemán
La violencia se enseñorea en todas y cada una de nuestras actividades. La violencia, fruto de la ignorancia y de la impunidad.
Hay violencia en las campañas políticas, no sólo verbal sino también física y los agravios y heridos no son pocos. Se han registrado, incluso, asesinatos de diversos candidatos en varios lugares del país.
Hay violencia extrema en Tamaulipas, Michoacán, Guerrero, producto del combate contra el crimen organizado y sus guerras internas.
Los focos rojos se prenden a lo largo del territorio nacional y cuando se apagan unos otros se encienden, como recientemente en Jalisco.
Las fuerzas armadas no se dan abasto y en ocasiones parecen perder terreno ante el poderío y capacidad de fuego del enemigo.
La lista es larga y aterradora y a ella se suman dos hechos recientes en los que la aplicación de la ley y la procuración de justicia es laxa y hasta omisa. Y el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong asegura que el país no está en llamas.
El vandalismo de las llamadas barras en los estadios de futbol soccer como lo vimos en cadena nacional, en el juego de liguilla entre las Chivas del Guadalajara y los Zorros del Atlas, es otro ejemplo. Lamentable y vergonzoso espectáculo que ha sido minimizado tanto por las autoridades municipales de Guadalajara como por los directivos –siempre omisos —de la Federación Mexicano de Fútbol y de la Liga MX.
Ridícula y hasta irrisoria la multa por 268 mil pesos impuesta por el ayuntamiento de esa ciudad al equipo Atlas, quien debió proporcionar y aplicar todas las medidas internas de seguridad en el entendido que van familias y menores de edad. La integridad de miles de aficionados estuvo en riesgo cuando un montón de energúmenos quisieron invadir por la fuerza el campo de juego y arremeter contra Tomás Boy y sus muchachos por el pobre espectáculo y propuesta deportiva.
Los flamantes directivos de la Liga MX, por su parte, evadieron responsabilidades al argumentar que apenas iniciaran las averiguaciones, ello pese a los fuertes reclamos del director técnico de las Chivas, Néstor de la Torre quien los acusó de timoratos y no actuar. “Qué esperan, que pase una desgracia ¿a qué le temen? o ¿a quién le tienen miedo? ¿o se van a enemistar con alguna persona que les va a costar la antipatía para poder seguir en su puesto?”, les reclamó.
La cosa es que los barritas que causaron los disturbios salieron ya bajo fianza pues los delitos que les imputan no son considerados graves, ello pese a que fueron investigados por lesiones, pandillerismo y delitos cometidos contra representantes de la autoridad. Así, la impunidad impera y la violencia es tolerada.
Y la violencia escala y también es tolerada, como en el horroroso y espeluznante caso de los niños que jugaban a ser secuestradores y terminaron asesinando a un menor de seis años, allá en Chihuahua. Jóvenes de 15 y 11 años, que por su edad y no se les puede imputar cargos pues son menores de 18 años, aunque lleven en sus genes la sicopatía.
En el caso de los niños homicidas de Chihuahua llama la atención la crueldad y saña con la que actuaron los adolescentes que van de los 11 a los 15 años. Los padres del menor victimado exigen que reciban el castigo de reclusión dada la alevosía, premeditación y la fiereza con la que actuaron.
El pequeño Christopher fue sacrificado con 27 puñaladas, pedradas en el rostro, además de ser enterrado y cubierto por un animal muerto. Tres de sus victimarios eran sus primos. Mentes criminales.
Al respecto, el Comité de los Derechos del Niño de Naciones Unidas alertó a nuestro país por la impunidad y falta de cifras de crímenes en contra de niños y adolescentes. Los miembros del citado comité advirtieron que en México los infantes son víctimas de tortura, tratos crueles y degradantes, castigos corporales, acoso escolar y abuso sexual, particularmente en las escuelas y centros de detención.
Hoy como apuntara eficazmente el investigador emérito del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, Alfredo López Austin, vemos desde este triste presente una patria despedazada.
Y hay quienes me cuestionan el por qué estoy agrio y pesimista.