Visión financiera/Georgina Howard
Crispados los ánimos de la sociedad, dolidos los padres e inciertas las instituciones, el país vive días aciagos en los que se multiplican las manifestaciones y las protestas, muchas de ellas vandálicas e incendiarias –de franca provocación– que invitan a la represión. Mano dura deseada por muchos sectores conservadores.
La ciudadanía sigue con estupor los hechos que desde hace más de 40 días – fechas en las que fueron levantados y desaparecidos los 43 estudiantes de Ayotzinapa, Guerrero– han convocado a la indignación generalizada y a la polarización política. Desde el “vivos se los llevaron, vivos los queremos”, hasta el “ya estoy hasta la madre de las protestas”.
Destrucción de la infraestructura urbana, como lo fue el incendio de una parada del Metrobus y una unidad del mismo sistema, justo frente del centro Cultural Universitario por un grupo de encapuchados autodenominados “anarquistas”, mismos que horas después atacaron con bombas molotov y fuego una de las puertas de Palacio Nacional. E
Acciones recurrentes de grupos retrogrados, provocadores, porros o infiltrados, tendientes a distraer la atención del problema principal – la justa demanda de justicia en pro de los desaparecidos de Ayotzinapa– y pretender satanizar al movimiento social-estudiantil para deslegitimizarlo y luego criminalizarlo.
Y en este punto que las autoridades capitalinas, que en su momento los tuvieron encapsulados y les han dado seguimiento a todas sus acciones vandálicas, aportaran las pruebas y las evidencias claras para poder desactivarlos y aprehender a los autollamados “anarquistas”. Pues a más de dos años de su primera aparición en el escenario nacional nada han hecho. Dicen los encargados de la Procuraduría de Justicia del Distrito Federal que ahora sí presentaran toda la información a las autoridades federales para su captura.
En poco o nada ayudan las acciones de estos grupos, como tampoco abonan nada los enfrentamientos entre maestros disidentes de Guerrero contra fuerzas estatales o federales. Parecería una perogrullada, pero fuego lleva a más fuego y la violencia violenta hasta hacer espirales irreversibles. Los padres de los jóvenes desaparecidos de Ayotzinapa se han declarado abiertamente en contra de la violencia. Son claros en su exigencia.
No podemos convertirnos o actuar igual que los criminales que levantaron, dispararon y prendieron fuego a los 43 estudiantes de Ayotzinapa. No es con fuego como nos vamos a purificar y a librarnos de estos días horrendos. Es con la aplicación de la justicia en su más alta expresión en contra de todos los autores materiales e intelectuales de tan deleznable acción.
Es con el reencauzamiento del país al Estado de derecho y que las instituciones procuradoras de seguridad y justicia actúen con tino, atingencia y prontitud, para, así, nos devuelvan la certidumbre y la confianza en las instituciones del Estado.
Hasta ahora las declaraciones del Procurador General de la República, el exhausto Jesús Murillo Karam, han sido desafortunadas y se han prestado a más suspicacias. Como lo es aquella de que todo indica que sí son, pero no estaremos seguros de que son hasta no tener las evidencias científicas, y éstas tardarán en tenerse, pues apenas fueron enviadas a una institución de investigación en Austria.
Hoy, quienes encarnan las instituciones del Estado no se pueden decir cansados y desistir de sus obligaciones.