Poder y dinero/Víctor Sánchez Baños
El pasado 14 de noviembre se sucedieron hechos en Ciudad Universitaria que nunca –con un dejo de lucidez de parte de la autoridad capitalina— debieron de haber ocurrido. Y entonces cabe la pregunta: ¿Abierta provocación o estupidez supina la del Gobierno del Distrito Federal? El haber enviado a agentes ministeriales con cámaras a indagar el supuesto robo de teléfonos celulares en las inmediaciones de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, es un acto en verdad estólido en tiempos de ira.
Las reacciones fueron inmediatas en una pradera seca, propia para el incendio. Los ministeriales fueron descubiertos por los jóvenes –algunos estudiantes, otros los nefandos “anarquistas”–, pues les tomaban fotos y los corretearon hasta que uno de los policías lanzó balas e hirió a un estudiante en una pierna. La provocación se había consumado.
No satisfecha con ello, la autoridad capitalina, al día siguiente (15 de noviembre), ordena el ingreso de los granaderos hasta las inmediaciones de la citada facultad, donde se ubica el emblemático auditorio Justo Sierra, conocido coloquialmente como Che Guevara desde los acontecimiento de 1968, y donde sesionaba el Consejo General de Huelga en aquel entonces. Inevitable y previsiblemente se da el enfrentamiento entre granaderos y estudiantes. Algo muy deseable para “alguien”, en días álgidos para buscar mayor provocación, y por ende, desestabilización.
De ahí que no es aceptable la disculpa ofrecida por el Gobierno del Distrito Federal (GDF) en torno a su muy lamentable proceder. Faltos de tacto, de tiempo político, de toda sensibilidad ante la situación de crisis que vive el país. Pero aún peor que haya sido el secretario de Gobierno y no el propio titular de la dependencia quien haya tenido que dar la cara. Convenientemente Mancera reaparece hasta el martes 18 de noviembre en un acto público sin asumir las ineficiencias en el actuar de su gente.
Dicen que está muy molesto y que las regañadas al Procurador General de Justicia, Rodolfo Ríos y al secretario de Seguridad Pública del DF han sido de “antología”. Y Mancera no sólo debe estar cabreado, sino sumamente preocupado por las críticas en su contra, que no sólo se arrecian al interior de la comunidad universitaria, sino desde diversas instancias del gobierno federal, dónde tenía el mayor de los respaldos.
Y ciertamente el emblemático auditorio ha sido tierra en disputa desde el año 2000, un año después de que la Policía Federal Preventiva lo recuperó de manos del llamado Consejo General de Huelga (CGH), sin un solo disparo, ni un toletazo, para entregarlo a las autoridades de la FFyL, que inexplicablemente perdieron el control del mismo, para que hoy en día ser el cuartel general de los autodenominados “anarquistas”.
Y son estos seres extraños, los anarquistas, quienes al amparo de la autonomía universitaria y la inacción de los aparatos de seguridad –capitalinos y federales– han tomado de rehén a tan emblemático espacio y desde ahí lanzar sus furibundos ataques. En más de dos ocasiones, en las que se les ha podido desenmascarar por los propios estudiantes, ha quedado en evidencia que no pertenecen a la comunidad universitaria, tan es así que han sido expulsados de las marchas y manifestaciones pacíficas de los unamitas.
El pasado 3 de marzo se enfrentaron diversos grupos por la posesión del auditorio de FFyL. Ahí quedó en claro que eran colectivos de organizaciones populares, y no estudiantiles. Colectivos de organizaciones que van desde la Unión Popular de Vendedores Ambulantes, Comité de Derechos Humanos Cerezo, Comité de Familias de Detenidos y Desaparecidos que se han apropiado del espacio y que les reclamaron a golpes y extrema violencia otros colectivos anarquistas: Brigada Negra, Veneno Negro, entre otros.
Los universitarios vemos con enorme tristeza como estos negros personajes encapuchados y embozados se han asentado en Filosofía y Letras desde donde lanzan sus ataques a la infraestructura urbana, comercios locales y a la misma comunidad. Pero no es con acciones irresponsables e imprudentes como las realizadas por el gobierno capitalino como se les va a expulsar del campus universitario. Se requiere mucha inteligencia y una puntual operación quirúrgica.
La autonomía universitaria, lograda en 1929, debe de preservarse, pues si efectivamente no significa extraterritorialidad, si es un valor supremo en el que se legítima la libertad de cátedra y académica, así como la edificación de sus propios órganos de gobierno.
Cito algunos puntos de la Ley Orgánica de la UNAM para su mejor entendimiento:
Artículo 2°.- La Universidad Nacional Autónoma de México, tiene derecho para:
Artículo 3°.- Las autoridades universitarias serán: