Eliminar autónomos, un autoengaño/Bryan LeBarón
El tenis, surgido en el siglo XVI durante el reinado de Luis XVI en Francia y reglamentado un siglo después por los ingleses, es por –sus reglas y origen– un deporte de reyes y de las cortes de los mismos. A diferencia de otras disciplinas deportivas no hay contacto, choque o golpes físicos entre los oponentes. La atención se centra en pegarle y pegarle bien a una pelotita que llega a moverse hasta 250 kilómetros por hora, un auténtico proyectil que, con buena técnica, es controlado y dirigido con la raqueta a cualquiera de los ángulos del rectángulo. Un derivado de la esgrima.
Un deporte ciencia en el que es definitivo el conocimiento de algunas de las reglas de la física y de la geometría.
Su elegancia y belleza, así como la caballerosidad de los contrincantes hacen que difícilmente se susciten disputas verbales, choques físicos o violencia tanto en la cancha como en las gradas.
Empero, no es un deporte frío y sin pasión, pues en los momentos de mayor intensidad en la disputa de un punto, los contendientes se mantienen sumamente concentrados, mientras que el público absorto y callado explota en aplausos y vivas para premiar el gran esfuerzo. Al finalizar el match los señores se despiden con un apretón de manos y palmadas en la espalda, mientras las damas se dan la mano y un beso en la mejilla. Es, sin duda alguna, un deporte de gran clase, dominio físico y mental, así como de gran técnica individual.
Hoy, el panorama lo dominan los llamados cuatro fantásticos encabezados por el número uno del mundo, el serbio Novak Djokovick, seguido del suizo Roger Federer, el británico Andy Murray y el español Rafael Nadal –éste no en su mejor momento– como las raquetas más sobresalientes en la rama varonil. Mientras que entre las mujeres brillan con luz propia las hermanas Serena y Venus Williams; María Sharapova poseedora también de gran belleza, Carla Suárez o Petra Kvitova, Ana Ivanovic, entre otras.
Y también hoy, el llamado deporte blanco, está en entredicho pues sin evidencia alguna, ni pruebas, ni documentos que lo demuestren, se habla de corrupción y del arreglo de partidos a través de sobornos. La misma raqueta número uno del orbe, Noa Djokovic reveló que ha sido tentado por los apostadores quienes le ofrecieron en el 2007 dinero por dejarse ganar partidos, como también han intentado seducir a Arnaud Clement y Martín Vasallo, quienes dijeron no haber aceptado tratos con los corruptores apostadores.
La corrupción parece estar en todo y en todos y es un mal universal propio de la ambición humana, de aquél que quiere sacar ventaja de todo y sobre todo, de aquél que compra conciencias, la aplicación de las leyes, el manejo de la información y de toda circunstancia posible de comprar. Está visto que para que alguien se corrompa también hay quienes corrompen. Es una “negociación” de ida y vuelta: peca el que mata y el que estira la pata, además de quienes voltean para el otro lado y lo permiten para cerrar el círculo, nada virtuoso, de corrupción e impunidad.
Fue nada menos que la BBC de Londres, afamado medio internacional, así como el sitio Buzzeed News, quienes dieron a conocer la presencia de una amplia red que manipula encuentros con fines de apuestas. Y aunque no hay evidencias concretas, ni pruebas sólidas, hay sospechas de que al menos 16 tenistas, todos ganadores de Grand Slam y ubicados entre los primeros 50 del mundo fueron sobornados para perder juegos durante la década pasada.
Casualmente la noticia explota al inicio del Grand Slam de Australia, donde se dice han participado ocho de los supuestos involucrados. Se busca pues ¿ensuciar al deporte blanco? ¿Poner en duda la honorabilidad de los tenistas que ahora disputan ese gran torneo? ¿Hacer justicia? ¿meterle morbo al Abierto australiano? ¿O develar una verdad? La semilla, por lo pronto, ya fue sembrada.
La nota dice: “tenistas de élite cobraban unos 45.000 euros por dejarse ganar. Según revelaron ayer la cadena televisiva BBC y BuzzFeed, esa red fraudulenta, con origen en Rusia e Italia, afecta a algunos tenistas que participan hoy en el Abierto de Australia. Los nombres todavía no se han hecho públicos. En total se han investigado más de 26 mil partidos en los pasados siete años, en los que se han registrado al menos tres encuentros amañados en Wimbledon”.
El mundo del tenis ha reaccionado a la acusación y exigen pruebas y nombres. Roger Federer, quien por cierto ayer demostró una vez más su maestría y enorme talento ha dicho: “quisiera saber los nombres. No tiene sentido contestar algo que es pura especulación”. Serena Williams respondió: “Cuando juego, sólo puedo responder por mí misma. Si eso está pasando lo desconozco”.
Valdría agregar que especular para dañar u ofender a algo a alguienes también es una forma de corrupción, pues se busca un beneficio personal y un daño a segundos y terceros. Definitivamente no creo que haya este tipo de arreglos en los torneos de Grand Slam, ni en aquellos que ofrecen 500 o 1000 puntos. Jugadores del tamaño de los mencionados y hasta aquellos que se encuentran ranqueados entre los primeros 100 del mundo no tiene ninguna necesidad de hacerlo, su honor y orgullo deportivo está muy por encima de esas bajezas.
No se vale tratar de ensuciar al deporte blanco sin evidencias. Si es cierto, que se demuestre. Apoyo totalmente la voz de los tenistas profesionales de gran competencia que exigen destapar a los tramposos y, sobre todo, “hechos, no suposiciones”, como lo demanda la poseedora de 18 títulos de Grand Slam, Martina Navatrilova.