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Teléfono rojo
Miguel Ángel Mancera como no obtuvo bendiciones de Francisco y ahora apuesta a la rueda de la fortuna.
Lejos de ganar indulgencias y recibir bendiciones, el jefe de Gobierno de la Ciudad de México y su equipo han sido fuertemente criticados por el alto clero mexicano por sus exagerados retenes, cortes y medidas de seguridad para proteger la integridad de Francisco en sus trayectos por la caótica ciudad de México, en su pasada visita.
Ni siquiera el entregar las llaves de la ciudad al ilustre visitante del Vaticano, ni sacrificar a miles de policías en condiciones infrahumanas de trabajo, con jornadas de 24 horas durante los cinco días de misticismo urbano le redituaron o ayudaron para pavimentar su camino al cielo, perdón…, a la candidatura independiente para la silla grande en el 2018.
Lejos de eso, quedó mal con la Iglesia Católica del país y con la ciudadanía en general, más aún con la clase trabajadora que debió hacer alardes para llegar a sus centros de trabajo.
Exagerados, desordenados y sin sentido, la colocación de sus retenes de seguridad, los cortes viales en arterias primarias y secundarias, así como el confinamiento por horas de los vecinos por donde debía circular Francisco y su enorme séquito. Los congestionamientos en una ciudad de por sí congestionada se multiplicaron y dispararon los niveles de contaminación.
La mayoría –oprimida, como dijo el mismo Francisco– no se quejó, pues pudo ver de cerca al Papa, pese haber sido prácticamente secuestrada en sus, casas, en sus colonias.
Sacar el automóvil era una misión imposible, así que debieron caminar largos trayectos para dirigirse a sus actividades cotidianas.
En el Semanario La Fe se señala el malestar generalizado de la Iglesia por los operativos que se montaron para garantizar la seguridad durante la visita de Francisco. Dice: “Fueron exageradísimos los controles de las autoridades, causaron más molestias que beneficios”. Rubrica: “El Papa jamás hubiera querido retenes y más retenes”.
Por su parte, el obispo Felipe Arizmendi, desde Chiapas, califica de “feroz vigilancia” la ejecutada durante la visita de Francisco a México, y de “exageradísimos controles” que intentaron hacer “deslucir este encuentro”. Hubo también, a juicio del prelado, “desorganización en la logística”. Ello impidió que miles de indígenas llegaran verlo pese a haber sido invitados.
El mensaje incluye no sólo a Mancera, sino a todo el Estado Mayor Presidencial encargado de dicha logística, y que fuera felicitado posteriormente por Peña Nieto por la aplicación de la misma.
En su editorial, el semanario de la Iglesia Católica de México apunta: “El Papa Francisco consoló y animó a nuestro México. Fueron días donde la rutina cambió; la vida ordinaria, aunque alterada por inquisitivas medidas de seguridad”.
En tono duro acusa:
“No importaron inclemencias, las privaciones o molestias ante la feroz vigilancia que secuestró las ciudades sede; los exageradísimos controles de las autoridades causaron más molestias que beneficios, es seguro que el Papa jamás hubiera querido retenes y más retenes, cierres por horas de calles y paralización del transporte público, todo esto provocó pérdidas a trabajadores o jefes de familia, pero la fe del pueblo mueve montañas”.
La crítica severa agrega:
“Los errores logísticos y la desorganización tensionaron aspectos, incitando más el protagonismo de responsables, devaluando la eficiencia, demeritando el toque de impecabilidad en el proceso organizativo, pocas manos concentraron demasiadas funciones poniendo en riesgo la efectiva preparación y diligente cuidado que debería haber correspondido a cada una de las diócesis visitadas por el Papa.”
Y ciertamente como ciudadano de pie los excesos en los mencionados dispositivos no sólo resultaron exagerados, sino totalmente absurdos.
Por ejemplo, el día que Francisco salió de la Nunciatura, allá por San José Insurgentes, a las 8 de la mañana para dirigirse a la Villa de Guadalupe, allá en el norte de la ciudad, y no obstante que el recorrido sería por el interior del circuito interior, pues resulta que cerraron las laterales en largos tramos; bajo el circuito taponean los cruces bajo puentes con retenes y cortaron la ciudad de Sur a Norte y de Norte a Sur todo el día, pese a que su paso por dichos lugares sería de minutos.
Las súplicas de los vecinos a los desgastados policías y agentes de tránsito resultaron inútiles y los bloqueos y congestionamientos se incrementaron a lo largo de Coyoacán, Benito Juárez, Álvaro Obregón y demás delegaciones que quedaron atrapadas en el recorrido papal.
Tan así que, llegando a Roma, Francisco dijo como nos observó y cómo vivimos nuestra triste realidad. “un pueblo oprimido, despreciado y violado en su dignidad”.
Dicen que sus discursos fueron suaves, que no señaló con dedo flamígero, pero sí nos puntualizó nuestras verdades, aunque sea tangencial y genéricamente.
Y de Mancera y su nueva propuesta de poner una rueda de la fortuna en Chapultepec, similar a la de Londres y Singapur, sólo que más chaparra, pues ya les dio motivo a los morenos para que le peguen, y un que un impulso más sea bateado por la ciudadanía, como el corredor comercial de avenida Chapultepec y la privatización del espacio público, o la aplicación de un doble hoy no circula.
Ni bendecido, sin indulgencias y ni cómo ayudarlo en su camino al cielo.