Descomplicado
La figura de Cuauhtémoc Blanco es sin duda para muchos la de un ídolo popular. Y cómo no. Surgido de un barrio bravo de la ciudad de México, como antaño aparecían las figuras del cuadrilátero, se convirtió en referente obligado del representativo nacional de futbol en diversas justas internacionales y en ícono de uno de los tres equipos capitalinos a lo largo de la década de los 90 del siglo pasado e inicios del presente milenio.
Es de aclararse que tampoco es el mejor futbolista que haya dado el país. Ni por mucho, pues ahí están Hugo Sánchez y Rafael Márquez, quienes triunfaron en Europa, alineando en equipos de prosapia. Los palmares del Temo son, sin duda, locales tanto en la selección nacional y con el equipo que se viste de amarillo y es sumamente publicitado por la televisión comercial.
El homenaje recién hecho en el estadio Azteca, con un equipo a modo, sirvió de marco para que se luciera y despidiera con todo y vuelta olímpica ante el fervor de sus miles de aficionados, que no dejaron de aplaudirle y festejarle todo durante los 37 minutos en los que participó.
Muchos en sus muros de redes sociales siguieron en la quema de incienso con frases grandilocuentes y replicando las fotos del Cuau: “el adiós a un ídolo”, rezaban. “Temo, Temo, Temo”, vociferaban
Hasta ahí bien, todo bien.
Ahora le viene la hora de la verdad y de demostrar lo que tanto presume, “tengo los pantalones muy bien puestos”. Las bravuconadas, los desplantes, los goles, fintas, gambetas y peculiares festejos han quedado atrás, en la historia del balompié mexicano. De aquí en adelante será recordado por lo que haga o deje de hacer allá como alcalde en la vecina ciudad de Cuernavaca, enclavada en el ya conflictivo estado de Morelos.
Cuernavaca hasta hace poco tiempo era conocida como la ciudad de la eterna primavera, ahora lo es por la migración de sus habitantes hacia sitios más seguros. Cuernavaca es para sus habitantes una bella ciudad dejada en el abandono y el descuido, donde la carencia de los servicios básicos se manifiesta en la acumulación de basura en barrios residenciales y baches en muchas de sus arterias.
Así el júbilo desmedido de sus aficionados y las voces escandalosas que no dejaron de alabarlo durante la semana previa y durante el mismo día del homenaje, escenificado en el estadio Azteca, el sábado pasado, deberán de dar paso a la crítica acre y puntual de la ciudadanía.
La cuauhteminha quedó atrás, ahora toca gobernar y administrar una ciudad de poco más de medio millón de habitantes que exigen no sólo el mejoramiento de los servicios, sino seguridad, mucha seguridad.
El de la seguridad es un tema toral, no hay que olvidar que el alcalde futbolero se opuso, en un principio, al llamado mando único, para que posteriormente el gobernador de la entidad, el perredista Graco Ramírez, lo llamara a cuentas y le hiciera ver los inconvenientes de su postura a los pocos días del cruel asesinato de la alcaldesa de Temixco.
El Cuau no sólo lo entendió, sino que se corrió la versión de que él también estaba amenazado de muerte, motivo por el cual se le vio llegar a las instalaciones del equipo de Coapa en medio de un fuerte aparato de seguridad que incluía una camioneta Cadillac blindada y dos unidades artilladas del Ejercito con más de doce elementos. Hecho que provocó cierto resquemor entre sus fanáticos, quienes luego de horas de espera y no obstante de haberse desplazado de lugares lejanos no pudieron ni verlo, mucho menos pedirle que firmara autógrafos.
Él, ya alcalde, con gesto adusto, sólo llego a levantar el pulgar en respuesta a las diversas solicitudes. Aquí la bipolaridad: el ídolo futbolero actuando como político lejano de las masas, luego ante la masa, el político actuando como futbolista.
El Cuau debe de tomar ya y desde ahora mismo muy en serio la responsabilidad que asumió ante los cuernavaquenses. La de estar al frente de la ciudad capital de Morelos, dejar la fiesta y las reuniones sociales, pero sobre todo dejar de delegar en sus más cercanos las tareas de gobierno. Menos aún encomendarle tal obligación a su representante el español José Manuel Sáenz, a quien nombró secretario técnico del ayuntamiento. Es decir que después de él, sólo los chicharrones de Sáenz truenan.
Sáenz es un hombre de negocios, ha tenido en su agenda de representados a diversos ídolos y futbolistas mexicanos de renombre. Hábil y negociador ha sabido hacer dinero y cotizarse muy bien en el mercado futbolístico del país. Pero de ahí a que sea un administrador eficaz de los destinos de una población hay mucho trecho. Pero, aunque fuera cierto que el hombre de confianza del Cuau gozara de gran talento en la administración y políticas públicas, no le corresponde ser el alcalde.
Tampoco creo que el Cuau tenga los conocimientos, capacidades y manejos en la cuestión de la administración pública. Deberá trabajar y aprender mucho, mucho más de lo que hizo para ponerse en forma para su homenaje. Nuestra imperfecta democracia lo colocó como el candidato de un partido y ganó las elecciones por su fama de futbolista, ahora los cuernavaquenses deberá de ver con atención su trabajo, sus propuestas de solución a los diversos problemas de la ciudad de la primavera y juzgarlo, ya no por sus goles y festejos, sino por los resultados.
Se terminó el destinar varios camiones y repartir miles de boletos entre los cuernavaquenses acarreados para llevarlos a Santa Úrsula y convencerlos de su bondad. Las playeras regaladas con el “Temo, te apoyamos, Cuernavaca está contigo”, podrían ser de mal augurio si no se aplica de verdad, de tiempo completo y a conciencia.
Por lo pronto ya enfrentó el coraje de los ciudadanos, que a huevazos y jitomatazos, en la sede de gobierno, le reclamaron el no haber acudido a una cita con la Asociación Cívica Cuernavaqunese para discutir asuntos torales, como los incrementos desproporcionados en el cobro del predial; además de encarar, con dificultad, su primera conferencia de prensa con los reporteros que cubren información política y no deportiva, donde fue zarandeado.
Se acabó la fiesta, mi Cuau, ahora a trabajar en serio.