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CHILPANCINGO, Gro., 18 de marzo de 2014.- Antes de terminar la conferencia de prensa del 27 de enero de 2014, el empresario Pioquinto Damián Huato levantó la mano derecha, con el dedo índice señaló al cielo y expresó: “Ojalá y no vaya a ser que atenten contra la vida de alguno de nosotros”.
Su rostro revelaba felicidad genuina porque, cuatro días antes, la Policía Ciudadana de la Unión de Pueblos y Organizaciones del Estado de Guerrero (UPOEG) ingresó al Valle del Ocotito para auxiliar a la población, ante la ola de violencia e inseguridad provocada por el crimen organizado.
Ahora, el empresario anunciaba que la Cámara Nacional de Comercio (Canaco) de Chilpancingo respaldaría a la Policía Ciudadana.
A su lado derecho, el dirigente de la Unión de Pueblos y Organizaciones del Estado de Guerrero (UPOEG), Bruno Plácido Valerio, se mantenía serio, pero atento al discurso enardecido del empresario.
Damián Huato comentó también sobre el problema de inseguridad en la capital y presentó algunas estadísticas: Durante el 2013, la Canaco registró 84 secuestros, 62 negocios cerrados e igual número de familias de comerciantes desplazadas por amenazas de la delincuencia organizada; en lo que va del 2014, dijo, suman cinco secuestros y varias extorsiones.
Un reportero le preguntó al expresidente de Canaco-Chilpancingo si el sector empresarial tomaría las armas para defenderse de los secuestros, extorsiones, asesinatos y cobro de piso que sufren constantemente. La repuesta de Pioquinto fue clara: “Si no se detienen las extorsiones, si no se detienen los golpes en contra de la sociedad chilpancinguense… todo es posible”.
Giró su cuerpo hacia la derecha y miró a Bruno Plácido Valerio, levantó enérgicamente el brazo y anunció el posible ingreso de la Policía Ciudadana a la capital.
Ese día, Pioquinto vistió de pantalón deportivo, tenis y una playera tipo jersey color naranja con mangas azules, de cuyo cuello colgaban unos lentes para leer.
El empresario no se imaginaba que al día siguiente, el 28 de enero de 2014, cambiaría su colorido atuendo por un traje de luto.
Casi como un augurio, ese martes por la tarde el ex presidente de Canaco vistió de negro.
No era su intención tomar la palabra, pero unos mil 500 habitantes del Valle del Ocotito corearon repetidamente su nombre, en la asamblea popular organizada por la UPOEG.
Dio un paso al frente sobre la tarima en la que también estaban el presidente municipal, Mario Moreno Arcos; el dirigente de la UPOEG, Bruno Plácido Valerio y el presidente de la Comisión de Defensa de los Derechos Humanos (Coddehum), Ramón Navarrete Magdaleno. Pioquinto tomó el micrófono y en principio comenzó a animar a los asistentes, que aplaudían y gritaban conforme el empresario mencionaba los nombres de sus pueblos.
Todos reían, incluso el alcalde Mario Moreno.
De repente, el tono de voz de Pioquinto cambió y pasó de la algarabía a la seriedad. Extendió su brazo derecho y con el dedo índice señaló al alcalde, que estaba parado a un metro de distancia.
“No le crean nada a este bribón, ¡nada!”, dijo y la expresión jovial de su rostro se transformó en rabia. Levantó el puño derecho sobre su cabeza y agitó el brazo.
“Yo me he reunido con él ocho veces y lo que planteamos fue que queríamos seguridad y siempre nos decía lo mismo, que iba a encontrar la solución”, relató a gritos el empresario.
Una carcajada colectiva y estruendosa de los habitantes sacudió el lugar y puso a temblar al presidente municipal, que solo atinó a sonreír y cruzarse de brazos.
Entonces Pioquinto imitó con voz femenina al alcalde al recordar una de sus promesas: “Voy a contratar a 74 policías”.
Esta frase causó otra serie de carcajadas y gritos contra Mario Moreno Arcos. “Tiene un año que no ha hecho nada, ¿ustedes le creen a alguien que moviliza al Ejército para impedir que el pueblo se manifieste?”, cuestionó el empresario. “¡No!”, contestaron al unísono los pobladores del Valle del Ocotito.
Entonces giró su cuerpo hacia el alcalde, lo miró retadoramente y expresó: “Le voy a hacer unas preguntas a Mario, no le digo ni presidente porque para mí ya no es presidente.
Él escogió estar en contra del pueblo, quiso estar al lado de los criminales y eso hizo”. Más aplausos y gritos.
Pioquinto inició con una serie de cuestionamientos: “Que me conteste aquí en esta asamblea popular, que me conteste ¿a quién le concedió el palenque de gallos de Chilpancingo?, ¿a quién?”.
El empresario respondió a gritos su propia pregunta: “¡A los criminales!, ¡a los grupos de criminales!”. Agitando aceleradamente las manos, el ex presidente de Canaco volvió a cuestionar al alcalde: “¿No se daba cuenta o no se ha dado cuenta que en la feria cobran 3 mil 500 pesos semanales a los comerciantes que tienen bares y cantinas y todos los giros rojos que hay ahí?, ¿no se ha dado cuenta presidente?, ¿o se hacía el disimulado?”.
Otra tanda de gritos y aplausos retumbaron entre los asistentes. Pero los cuestionamientos no terminaron ahí.
“Que nos conteste el presidente ¿qué hizo con las combis?, con los 30 permisos de las combis que había en Chilpancingo, ¿a quién se los dio?”.
Otra vez, el alcalde guardó silencio y fue el propio Pioquinto quien contestó enardecidamente: “¡Se los dio a los grupos criminales!”.
El alcalde sonreía nerviosamente, cruzaba sus manos, movía robóticamente los pies, ahí parado en donde estaba, a medio metro de Pioquinto Damián Huato que lo señalaba incesantemente, enfrente del pueblo que lo abucheaba, sobre una tarima. Los ataques y cuestionamientos del expresidente de Canaco continuaron: “¿No se daba cuenta el señor que había muchos vendedores foráneos y que le invadían la Alameda y el Zócalo debajo de su despacho?, ¿No se daba cuenta o se hacia el disimulado?, ¿No se daba cuenta lo que vivía el pueblo del Ocotito, lo que vivía el pueblo de Mohoneras, lo que vivía el pueblo de Dos Caminos, lo que vivía el pueblo de Haciendita, lo que vivía Cajeles?, ¿no se daba cuenta que había siembra de drogas?”.
Entonces, lanzó una pregunta al público: “¿Qué fue lo que hizo Mario?”. “¡Nada!”, respondieron a grito de los pobladores.
Pero Damián Huato los corrigió: “Sí, sí actuó… retiró a su policía para que no hubiera ningún problema y los delincuentes pudieran actuar libremente… ¿Cuantas veces se fue a hablar con él pidiendo auxilio por los secuestros, por las extorsiones, por el derecho de piso y quiere ahora que creamos en él”.
El bullicio entre los asistentes creció al grado que los gritos parecían desgarran las gargantas de quienes los emitían y los oídos de quienes los escuchaban. “¡No!, ¡fuera!, ¡fuera!, ¡fuera!”, bramó la turba enardecida.
Pioquinto fue más allá en su discurso y nuevamente arremetió contra el alcalde: “Yo conocí a Mario siendo un muchacho muy humilde, sin carro y no crean que hace muchos años, fue hace poco tiempo… ahora pregúntenle cuánto de dinero tiene.
Según él tiene casas que compró por el ISSSTE, ha de ser el único diputado federal que tiene ISSSTE porque a los diputados federales la Cámara les paga en hospitales privados sus atenciones médicas”
. El empresario concluyó su intervención al micrófono con una felicitación a los pueblos del Valle del Ocotito y anunciando el ingreso de la UPOEG a la capital.
“El Ocotito nunca va a ser vencido, El Ocotito ha puesto un gran ejemplo de valor y miren, vamos a meter la Policía Comunitaria a Chilpancingo, les guste o no les guste”.
Entre aplausos y porras, Pioquinto Damián Huato terminó su discurso; Mario Moreno Arcos lo miró de reojo mientras él se alejaba lentamente, a la parte trasera de la tarima.
El atentado Minutos después de que terminó la asamblea popular, el empresario abordó una camioneta marca Honda, tipo Pilot de color azul marino, con placas de circulación HBA3839 del Estado de Guerrero, propiedad de su hijo.
En el vehículo lo acompañaban su esposa Karen Areli Salgado Ortega, su hijo Valter Emmanuel Damián Bautista, su nuera Laura Rosas Brito y sus compañeros Virginia Rico Hernández, Cresenciano Neri González y Armando Román Alejo.
A las 19:51 horas, cinco vehículos con hombres armados lo interceptaron en las inmediaciones del boulevard René Juárez Cisneros, a la altura de la Quinta Margarita.
Una cámara del Centro de Control, Comando y Cómputo (C-4) de la Secretaría de Seguridad Pública y Protección Civil del Estado registró el hecho.
Las primeras ráfagas inmovilizaron la camioneta en la que viajaba el empresario, entonces un individuo descendió de una camioneta marca Dodge Ram color blanco, portando un fusil AR-15 calibre .223.
Un segundo pistolero descendió de una camioneta Tacoma roja, con un rifle AK-47 en las manos.
Dos tiradores más descendieron de otra camioneta y dispararon contra la camioneta en la que viajaban el empresario y su familia.
Tras accionar sus armas, se dieron a la fuga.
Tan sólo 32 horas antes del atentado, Pioquinto lo había vaticinado en una conferencia de prensa: “Ojalá y no vaya a ser que atenten contra la vida de alguno de nosotros”.
Ese 28 de enero de 2014, el empresario vestía de negro; el vehículo en el que viajaba recibió casi 200 balazos.
En el asiento del copiloto, quedó el cuerpo ensangrentadode su nuera Laura Rosas Brito, única víctima mortal del atentado.