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El poder corruptor de los narcotraficantes mexicanos se encuentra enquistado en las corporaciones policiacas del sur de Estados Unidos, destaca una investigación del colectivo Dromómanos, galardonado con el premio de periodismo Ortega y Gasset, que muestra que los sobornos de los capos de la droga han alcanzado a una gran cantidad de sheriffes, patrulleros fronterizos y agentes de aduanas en Texas, destaca el sitio especializado en seguridad y narcotráfico In Sight Crime.
Cuando José Pérez regresó a su casa la tarde del 26 de julio de 2012, seis policías irrumpieron en su domicilio gritando “¿Dónde están los mojados?”.
Los oficiales, miembros de la Unidad Panamá, un grupo creado para combatir al narcotráfico en el condado de Hidalgo, en el sur de Texas, comenzaron a inspeccionar la casa en busca de los supuestos migrantes. Al no encontrar ninguno, empezaron a vociferar desesperados:
“¿Dónde está el dinero?”.
En el registro se llevaron 4 mil dólares, así como las joyas y perfumes de la esposa de Pérez.
Pero no les pareció suficiente.
Los agentes se enojaron de nuevo:
“¿Dónde está la droga?”.
Según el relato de Pérez, después de otra infructuosa búsqueda, lo amenazaron:
“Llama a alguien que venda droga. Si no te vamos a llevar a algún sitio, ya sabes a qué me refiero”.
Pérez llamó a un contacto.
“Esto es la frontera, aquí todo el mundo conoce a alguien que vende”, dice en el jardín de su casa en Pharr, una pequeña ciudad de 70.000 habitantes, muy cerca de McAllen.
Unos minutos después de la llamada, el vendedor estacionó su coche frente a una tienda. Apenas abrió la cajuela, los policías lo arrestaron: cargaba dos kilos de cocaína y US$50.000. Según la denuncia que Pérez interpuso ante la Corte Federal, la Unidad Panamá sólo declaró que se habían decomisado unas cuantas grapas.
La denuncia civil de Pérez fue desestimada, pero supuso el inicio de la caída de la unidad antinarcotráfico. En diciembre de 2012, el FBI arrestó a la mayor parte de sus miembros y en abril de este año fueron condenados nueve agentes por conspiración para el narcotráfico, además de tres traficantes que trabajaban con los policías.
La sentencia dice que la Unidad Panamá se dedicaba a robar droga en las casas de acopio situadas en la frontera, que trabaja al servicio de grupos de traficantes y que custodiaba cargamentos que viajaban en tráileres hacia el norte. En una ocasión, los informantes del FBI siguieron a Jonathan Treviño, el líder de la unidad, mientras daban protección a un tráiler que se suponía llevaba siete kilos de cocaína. Les pagaron US$6.000 por escoltar al camión.
Pero el caso de la Unidad Panamá no es aislado. Una investigación realizada por este diario muestra que una gran cantidad de oficiales de la ley, entre ‘sheriffes’, patrulleros fronterizos y agentes de aduanas que trabajan en el sur de Texas, han sido sobornados por el crimen organizado. Según las autoridades y estadísticas locales, en la frontera de Estados Unidos circula la droga de siete carteles, con especial incidencia del Golfo, de Sinaloa y Los Zetas.
La Unidad Panamá trabajaba especialmente para Tomás El Gallo González, un hombre que llevaba una doble vida como dueño de una empresa de transportes y como uno de los grandes capos de la zona, con vínculos con el Cartel del Golfo. González también fue detenido y condenado. Habían realizado muchos viajes cargando desde 360 hasta 3.000 kilos de marihuana y varios cientos de kilos de cocaína.
(El reporte completo en http://es.insightcrime.org/analisis/compran-carteles-sheriffes-estados-unidos.)